El Descalabrao!
  UN CUENTITO UN POCO SARPADO
 
aca un programa para escucharlo
soldels cot


"Sexcitator activado" dijo desde el rombo de diamante una sugerente voz de mujer cuando Jan pulsó el temido botón rosa.

"No lo hagas, no lo toques…" le había advertido como por instinto una voz interior, cuando vio la llamativa caja plateada entre todo aquel desorden, pero él no había sido capaz de refrenar su impulso…y era ya tarde para rectificar. Aquel prisma en forma de rombo comenzó a girar sobre sí mismo y a emitir un suave haz de luz que se deshacía en mil colores.

Había encontrado la misteriosa caja en el sótano de casa, por culpa de una consola Atary del año tres mil antes de Cristo—regalo de su primo Juanfran "el viejo"--, mientras se afanaba en buscar el maldito bote de cola para completar su trabajo de tecnología. Había tropezado con la dichosa consola y con un montón de revistas desahuciadas, y la gran estantería polvorienta se había desmoronado a escasos centímetros de su nariz cuando él intentó agarrarse a una de sus baldas para no caer…

Se había levantado una enorme nube de polvo y, detrás de los escombros resultantes de aquel desastre, descubrió la extraña caja.

Parecía un juego de mesa, pero no era parecido a ninguno de los que Jan había visto en su vida. No tenía nada que ver con el "Quimi-cefa" o con "Mis labores"; quizá era más parecido a un tablero "oui-ja", había pensado Jan muerto de curiosidad cuando hubo levantado la tapa de color metalizado sobre la que se leía una extraña palabra:

"SEXCITATOR".

¿Qué demonios sería aquello? Ese nombre molaba…

Se había sonreído para sus adentros y había extraído de la caja con dedos curiosos un gran tablero transparente, con un recorrido de casillas en forma de ocho tumbado rodeado de extraños símbolos. Parecía increíblemente antiguo y moderno a la vez…

Tanto las casillas como los dibujos y símbolos que las rodeaban estaban entintados en negro, marcados sobre el cristal transparente. En el centro del tablero, un amplio rombo de cristal con aspecto de diamante hialino sobresalía de la estructura como un iceberg en mitad del mar, junto a un pequeño y abultado botoncito color rosa. Dentro de la caja plateada quedaba tan sólo una bolsita de plástico en la cual había pequeñas figuras de animales, también hechas de suave cristal tallado. Jan examinó en sus manos un búho de ojos asombrados, un elefante, un ratón, una serpiente…

No había rastro de instrucciones ni de reglas por ninguna parte, ni una sola frase que le orientara en cuanto al funcionamiento de aquella cosa…Sólo había intuido que era un juego por la organización del tablero—el recorrido terminaba en una casilla ligeramente más grande que las demás sobre la que se leía simplemente "META"—y por las figuritas de la bolsa, que parecían las fichas.

Había sido entonces cuando, sin saber por qué, se le había ocurrido apretar el botón…

En realidad no lo pulsó del todo, solamente pasó despacio la yema de su dedo índice por encima de aquella suave superficie rosada que parecía rogarle "tócame", y acto seguido el diamante se había puesto en movimiento, emitiendo aquella luz y girando cada vez más rápido, como si el tablero fuera a explotar…

--¿Qué demonios es eso?

¡Oh, no! Katia, la insoportable hermana mayor de Jan, había bajado al sótano alertada por el estruendo de la estantería, y contemplaba el gran tablero transparente con los ojos como platos.

Y allí estaba Jan, sin saber exactamente lo que estaba ocurriendo, mirando alternativamente a su hermana que estaba bloqueada en la puerta, como sin atreverse a acercarse, y al intermitente chorro de luz que brotaba del oscilante rombo…

Rápidamente, ante la atónita mirada de los dos hermanos, el haz de luz fue ganando intensidad y aumentando de tamaño, extendiéndose por la habitación hasta envolverles a ambos en una nube de ceguera blanca…

Transcurrieron interminables segundos en los que los dos hermanos ni siquiera pudieron gritar, presos de la incertidumbre, con la sensación de que todo giraba a su alrededor…hasta que por fin la luz se extinguió tan rápidamente como había venido.

--Joder, Jan, ¿qué coño ha pasado?—gruñó Katia, frotándose los heridos ojos con el dorso de la mano.

Su hermano no respondió. Con el corazón desbocado, miraba a su alrededor sin poder dar crédito a lo que estaba sucediendo. Ya no estaban en el sótano de su casa…habían ido a parar, sin saber cómo, a una amplia estancia vacía de paredes blancas interminables y techo altísimo. A su alrededor no había absolutamente nada, ni muebles ni ninguna otra cosa, a excepción del misterioso tablero con el diamante que continuaba girando y pulsando en su interior…y la bolsa de las fichas. Cerró los ojos y meneo la cabeza, pellizcándose con fuerza el antebrazo, tratando de convencerse de que aquello tenía que ser un sueño…

Pero no lo era.

--Jan, me cago en la puta…--susurró la deslenguada de su hermana— ¡explícame ahora mismo que cojones es esto!

--No lo sé…--musitó Jan.

--¿Cómo que no?—gritó su hermana, comenzando a ponerse histérica—Tú pusiste en marcha esa cosa, oí como alguien decía "sexcitator activado"… ¿Qué mierda es eso del sexcitator, tío?

Como si el maléfico objeto hubiera escuchado las palabras de Katia, un único rayo de luz emitido por el diamante se proyectó en la pared de color blanco sucio, formando algo parecido a una pantalla rectangular. Comenzaron a dibujarse con lento trazado unas letras negras en la pantalla, como escritas amorosamente por una mano invisible.

"SEXCITATOR, EL JUEGO DE LOS JUEGOS"

Decía la primera línea.

Los dos hermanos observaron aquello, estupefactos. Sin darles tiempo a cruzar más reproches, las letras continuaban dibujándose en el improvisado lienzo con un inusitado resplandor perlado.

"Reglas del juego:

Primera: Para salir del Limbo hay que llegar a la meta.

La casilla marcada como "META" al final del tablero emitió entonces un leve parpadeo.

--¿Qué cojones es eso del Limbo?—disparó Katia.

--No lo sé, quizás se trata del lugar donde estamos ahora…--musitó su hermano—pero lee y calla, esto parece importante…

Segunda: Es imprescindible llegar a la meta en un tiempo no superior a dos horas, límite tras el cual el juego se autodestruirá.

--Pero, ¿Qué es todo esto?

--Calla…

Tercera: Para avanzar limítese a cumplir las órdenes de las cartas, tomando una carta de cada mazo en cada tirada. A continuación, accione la rueda del tiempo.

Como por arte de magia, dos pequeñas barajas de cartas se materializaron a ambos lados del prisma. En el reverso de la que había a la izquierda de Jan se leía: "TÚ", y en el de la derecha "EL OTRO". Junto a este último mazo de tarjetas, había aparecido una especie de brújula con un pequeño botón que accionaba una flecha oscilante. En la esfera dorada de aquel último aparato, cuatro muescas distribuidas en el ápice de cada cuarto marcaban los números: 5-10-15-20, cifras susceptibles de ser apuntadas por la flecha.

Los chicos observaban aquel despliegue, mudos de asombro.

Cuarta y última regla:--continuaban plasmándose las palabras con destreza—El que se corre, regresa al principio.

--Esto tiene que ser una pesadilla—sentenció Katia, mirando la pantalla de luz con los ojos como platos.--¿Pero cómo que el que se corra? ¿A qué se refiere?

--Hombre, hermanita, no quiero pecar de listo pero…el juego se llama "sexcitator", no sé si te has dado cuenta…

Las letras comenzaron a difuminarse en la pantalla para dar paso a un nuevo texto impreso, escrito a su vez con gran cuidado y pulcritud. Encabezaba el párrafo la palabra "OPCIONES", y bajo aquel título se podía leer lo siguiente:

INTRODUZCA NÚMERO DE JUGADORES (ilimitado)

Un pequeño panel con los números del uno al diez que había surgido en la esquina inferior de la pantalla comenzó a parpadear.

Tímidamente, Jan se adelantó—"No hay otra forma de salir de aquí que jugar a esto" se dijo—y marcó indeciso el número "2". En ese momento, apareció una segunda línea:

INTRODUZCA EDADES DE LOS JUGADORES (ilimitada)

*Si alguno de los participantes padece de corazón o de cadera, marque la casilla inferior.

Jan pulsó nuevamente en el panel para rellenar las dos casillas que se le ofrecían con la edad de su hermana—diecinueve años—y la suya propia: dieciséis. En la casilla destinada a las dolencias no puso nada, porque ante todo era un chico sincero…

Una tercera línea se materializó en la pantalla.

INTRODUZCA NIVEL:

Principiante, medio, hardcore.

--Vaya, todo un detalle que te den a elegir…—comentó Jan, pulsando distraídamente la opción "nivel medio"

--¡¡Pero qué haces, cómo que medio!!—exclamó espantada su hermana, saliendo de su aparente trance—¡Tenías que haber cogido el primero, gilipollas!

Jan se volvió hacia ella con gesto interrogante. Estaba mucho más versado en marcar opciones de videojuegos que su hermana, y pensó simplemente que había señalado el nivel acorde con la situación, en un arranque de ego desmedido.

--¿Por qué?—preguntó con inocencia.

--¡Pues porque el primero será más fácil, imbécil!

Katia se adelantó y trató de cambiar la opción elegida, incrustando desesperadamente el dedo en la casilla dibujada en la pared rotulada como "principiante". Pero sus esfuerzos fueron en vano, la marca de su hermano permanecía indeleble, y otra frase apareció seguidamente en la pantalla:

ELIJA COLOR:

Negro, Blanco, Rojo.

--¿Color?—inquirió Katia, desorientada.

--Blanco…--murmuró Jan apuntando con el dedo a la opción central, pensando de pronto en las braguitas de Susi, la chica que le gustaba y que estaba un curso por debajo de él en el colegio.

--¡No!—gritó su hermana, apartándole la mano de la pantalla--¡esto lo elijo yo! ¡Negro!

--¿Por qué negro?

--Blanco no.—sentenció ella sacudiendo la cabeza—Blanco seguro que es malo…

--¿Malo?—se extrañó Jan—qué dices, en todo caso "negro" será malo…

--No, no—insistió su hermana con vehemencia—blanco seguro que es el peor, es el color de los hospitales, me da mal rollo…

Y sin darle opción a Jan, pulsó rápidamente la opción "negro" sobre la pantalla de la pared. Acto seguido, la pantalla quedó suspendida en blanco unos instantes, dubitativa, como organizando los datos introducidos, y finalmente emergió en ella una última frase en brillantes letras plateadas:

ENHORABUENA Y GRACIAS POR JUGAR. ¡COMIENZA EL JUEGO!

La pantalla desapareció, y les envolvió de nuevo la luz cegadora procedente del diamante. Cuando los chicos pudieron abrir los ojos de nuevo, comprobaron que seguían en la misma estancia, pero con la diferencia de que había aparecido junto a ellos una cama enorme con sábanas de seda negra—la cama más grande que el pobre Jan había visto en su vida, de hecho—y al lado de la cama se erguía un misterioso armario de madera pintado del mismo color.

Katia sudaba, asustada, mirando a su alrededor con desesperación en busca de una salida, pero no había puertas ni ventanas allí donde se hallaban, en ese extraño" limbo". Tan sólo estaban ellos dos, el juego y los oscuros muebles. Comenzó a acariciar la posibilidad de que, si no jugaban a aquella máquina diabólica, podrían quedarse en aquel lugar eternamente…conclusión a la que su hermano había llegado mucho antes que ella, haciendo gala de una fenomenal capacidad de abstracción y de supervivencia.

De la bolsita de plástico que había junto al tablero salieron disparadas dos fichas de cristal, sacando a los dos hermanos de su ensimismamiento: una con forma de caballo, y la otra representando la inconfundible planta de un león adulto. Ambas aterrizaron en seco en la casilla de salida y quedaron quietas, como esperando instrucciones. Fueron ellas y sólo ellas las que eligieron a sus dueños, y no a la inversa.

Así mismo, una pareja de dados también cristalinos saltaron de la bolsa, yendo a caer con un ruido sordo junto al rombo de diamante.

--Bueno, si el juego ha comenzado…--murmuró Jan tras unos segundos de tenso silencio—lo mejor será no perder tiempo y tirar los dados, ¿no?...en dos horas, esto se irá a la mierda y no podremos volver…

Su hermana se encogió de hombros, con un gesto de incredulidad aún pintado en sus bonitas facciones.

--Empieza tú…--dijo Jan tendiéndole los dados—que para algo eres la mayor…

Sorprendentemente Katia cogió los dados sin protestar, y con mano temblorosa los arrojó encima del tablero. En aquella primera tirada sacó un tres.

--Joder—murmuró mordiéndose el labio inferior, maldiciendo por el bajo resultado. Nunca había tenido suerte en los juegos de mesa. No le gustaban nada porque tenía la sensación de perder siempre, y a Katia lo que más le gustaba en el mundo era ganar.

Antes de que la chica pudiera alargar la mano hacia las fichas, la figura del caballo comenzó a moverse arrastrándose con suavidad por el tablero, como si estuviera sujeto a la superficie por imanes invisibles. Adelantó con parsimonia hasta la casilla número tres, donde se detuvo.

--Vaya, así que tú eres el caballo…--dijo Jan con una sonrisa maliciosa—bueno, mejor dicho la yegua…

--Calla, imbécil.

--Venga, vamos, ahora tienes que coger una tarjeta y hacer lo que te manda…

Katia puso cara de disgusto, y tomó una carta del mazo donde ponía "TÚ", casi con asco. Leyó en silencio lo que ponía, y se puso blanca.

--Venga hermanita, no puede ser tan terrible…--dijo Jan al ver el rostro de su hermana—después de todo es sólo un juego… ¿qué pone?

Jan estaba un poco asustado por todo aquello, pero comenzaba a superarle el morbo que le producía ver a su hermana tan desvalida ante aquella situación, con la carta en la mano. Se dio cuenta que ésta era la primera vez que veía a Katia cumpliendo órdenes de un extraño delante de él, aunque lo hiciera en este caso por motivos de necesidad.

--Venga, lee, ¿qué pone?— jaleó.

--"SIN COGER OTRA CARTA Y SIN LÍMITE DE TIEMPO, DESNUDA AHORA MISMO TODO TU CUERPO. Y ASÍ TE MANTENDRÁS, SI ES QUE EN EL PRÓXIMO TURNO QUIERES AVANZAR"—leyó la chica en un hilo de voz.

Jan tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a reír.

--No puede ser…--murmuró Katia

--Vamos, Kat, has tenido suerte…podía haberte tocado algo peor…

--¿Peor?—exclamó ella— ¡acaba de tocarme una puta carta que dice que tengo que desnudarme, y que tengo que permanecer así durante toda la partida!…no, ni de coña, no lo haré…

Jan consultó su reloj.

--Sí, sí que lo harás—le espetó a su hermana—porque el tiempo transcurre y hemos de terminar esta mierda cuanto antes…así que venga, ya estás tardando.

--¡Cállate!—le cortó ella, con la cara roja de vergüenza. Hasta ahí podía la cosa llegar, que el moco de su hermano le diera órdenes…

--Venga mujer…no me puedo creer que te parezca tan terrible desnudarte delante de tu hermano…

Katia miró hacia todos lados, muy nerviosa, como tratando de buscar al culpable de toda aquella absurda situación.

--Venga, Kati, joder, que estamos perdiendo tiempo…

--Mierda…--murmuró ella con labios temblorosos, asumiendo a su pesar que, por increíble que fuera la situación en la que se hallaban, Jan tenía razón.

Comenzó a quitarse lentamente el jersey y a desabrochar los botones de su blusa, mientras su hermano la miraba fijamente con el corazón palpitando a velocidad ultra.

Katia dejó a un lado su jersey, y se quitó la camisa.

Jan comenzó a ponerse nervioso ante la visión de los espectaculares pechos de su hermana, que se bambolearon ante sus narices como dos globos carnosos y tiernos cuando ésta se quitó por fin el sostén. La última vez que había visto a su hermana desnuda fue hacía ya muchísimo tiempo, cuando el pecho de ella todavía era plano…de manera que él no había visto nunca aquellas golosas protuberancias.

Katia se quitó los pantalones, y cuando sus manos llegaron al elástico de sus braguitas rosas se le llenaron los ojos de lágrimas.

--¿De verdad es necesario que haga esto?—preguntó, con la voz quebrada.

Jan la miró con gesto anhelante.

--Tú verás…pero en la tarjeta ponía que tenías que desnudar "todo tu cuerpo" para poder continuar jugando…

Sorbiendo por la nariz, con la cara roja y congestionada por la vergüenza, Katia levantó su generoso trasero del suelo y se bajó las bragas, dejándolas en sus tobillos como si temiera quitárselas del todo.

--Venga, Katy, no seas tonta, que a mí me da igual…quítatelas ya, no quiero quedarme en esta sala encerrado para siempre.

Su hermana alargó de nuevo los brazos hasta la prenda íntima sin dejar de mirar al suelo, y la retiró por fin de sus tobillos desnudos. Al hacerlo, separó las piernas lo suficiente para dejar insinuar una rosada hendidura de carne discretamente babosa que contrastaba con su oscuro vello púbico, cosa que a Jan no le pasó desapercibido. El coño de Katia olía a miedo y lo tenía frente a sí, jugoso e indefenso, expectante. Jan comenzó a sentir una curiosa sensación de hormigueo en las nalgas y por debajo del ombligo.

Katia se encogió sobre sí misma, esforzándose por tapar con sus manos su hermoso felpudito, y le arrojó los dados a Jan sin querer mirarle a la cara.

--Venga—dijo con odio—ahora te toca a ti…

El chico tomó los dados obediente, aún hipnotizado por la rotunda desnudez de su hermana. Agitó los pequeños cubos cristalinos en el hueco de su mano, apelando a la magia de un ser superior para tener suerte, y los arrojó sobre el tablero. Obtuvo un doble de cincos, puntuación que no le pareció mal del todo…

No cogió su ficha porque a aquellas alturas ya sabía que el león se movería solo. En efecto, la figura se volvió levemente hacia él, el cristal tallado centelleó durante un segundo como haciéndole un guiño, y avanzó resuelta hacia la casilla correspondiente, ligeramente más rápido de lo que se había movido la ficha de su hermana.

Dubitativo, Jan tomó una tarjeta del mazo "TÚ", para seguir con la partida. La leyó en alto directamente, para descargar la ansiedad que sentía:

PARA EL JUEGO COMENZAR, TUS MANOS Y TU LENGUA TENDRÁS QUE MANEJAR.

Viendo que por sí sola la inscripción no tenía demasiado sentido, rápidamente extrajo con mano temblorosa una carta del otro mazo, en la que se leía "EL OTRO".

TRABAJA LOS PEZONES DE TU PAREJA, SI LA PARTIDA QUIERES GANAR.

Leyó con voz pastosa.

--¿Con mis… y mi…?—analizó, temblando como un flan, mirándose las manos.

--No, ¡de ninguna manera!—exclamó Katia, fuera de sus casillas.

Ya era suficiente con haberse desnudado, con haberle mostrado sus partes a su hermano y haber quedado tan humillada de aquella forma.

Jan, por su parte, comenzó a sudar. Nunca, nunca en la vida se había comido unas tetas…

Mil y una veces había soñado con ello, pajeándose en la oscuridad de su cuarto, pero jamás se le había ocurrido pensar en los turgentes pezones de su hermana…que, por cierto, no estaban nada mal. Sí, su hermana estaba bien buena. ¡Pero qué diablos…! Sacudió la cabeza para negar aquella idea supuestamente contranatural, intentando desaforadamente sacarla de su cerebro.

--Katy, tenemos que hacerlo…

--¡Ni lo sueñes!—gruñó ésta--¡esto es una mierda!

--Ya, pero…

De pronto, Jan cayó en la cuenta de que había pasado por alto un detalle. Se acercó a la "rueda del tiempo", recordando las instrucciones que les habían sido relatadas, y accionó el pequeño resorte dorado que había en la parte superior de aquel trasto. Las agujas oscilaron indecisas durante unos segundos, y dieron un par de vueltas a la esfera de cristal para detenerse en lo que en un reloj normal serían las doce, marcada esta muesca por el número cinco.

--¿Cinco?...—Jan arrugó el entrecejo--¿cinco qué?

--"Rueda del tiempo", "cinco", está claro, creo yo…--masculló su hermana.

--¡Ah, claro!—exclamó el chico—entonces…se supone que debo lamerte las tetas durante cinco minutos…y acariciarlas…

Comenzó a sentir un extraño calor húmedo en las palmas de las manos, y en su entrepierna, que reaccionó ante aquella idea de forma independiente, sin contar con su cerebro.

Jan era un chico muy activo sexualmente…pero lo era nada más cuando estaba solo. Podía llegar a pajearse infinitas veces en un solo día, pensando en mil brutalidades, pero en la realidad, pocas veces había tenido contacto físico con una chica, porque aunque era bastante atractivo—pelo rubio medio largo, ojos azules, sonrisa amplia y dientes impecables—era terriblemente tímido fuera de casa.

Observó que los pezones de su hermana se erguían ligeramente, como si tuviera allí la carne de gallina. Seguramente sería porque la pobre estaba pasando un poco de frío allí, desnuda en medio de la sala.

--¡Ni de broma me vas a chupar tú las tetas!—bufó ella, tapándose los erectos pezones con su antebrazo. Sentía una enorme ira, y también un regusto amargo en la boca, como si se le hubiera quedado seca. Una sensación extraña, como un remusguillo de nervios, se abría paso dentro de su mismo coño, sin embargo… Se rebeló furiosa contra esta reacción.

--Katy, sólo serán cinco minutos…y podremos terminar con esto…

--Te he dicho que no…--insistió su hermana—hasta ahí podíamos llegar…

Sin hacer caso de la resistencia de Katia, Jan accionó el cronómetro pulsando de nuevo el botón dorado.

--Vamos, niñata, ya ha empezado a contar este trasto…

Se inclinó rápidamente sobre su hermana, como lo hubiera hecho el león de su ficha, y la agarró de las muñecas a fin de separar los antebrazos de ella de sus pechos desnudos. Katia pataleó y se resistió con furia pero, a pesar de que Jan era más joven que ella, éste tenía unos músculos mejor desarrollados, más altura y más fuerza, con lo que por más que ella forcejeó no logró liberarse.

En un momento de aquella lucha, entre gritos e insultos, Katia cayó hacia atrás, quedando tumbada en el suelo, presa de Jan que la sujetaba con la fuerza de su propio peso. Acto seguido, la chica notó con horror como la lengua de su hermano humedecía sus pezones, con terrible rapidez y con cierta ansia—casi con deleite--, lamiéndolos con un punto reseco gracias a la excitación, escupiendo sobre ellos para insalivarlos más, mordisqueándolos suave pero furiosamente como si hubiera perdido el control.

--¡Quita, joder!—manoteó, tratando de desembarazarse de él.

--¡Quieres hacer el favor de estarte quieta y relajarte!—le espetó Jan, separando por un momento los humedecidos labios del pezón derecho de su hermana.

Sin estar muy seguro de que fuera él quien hacía todo aquello, se acomodó aún más entre las piernas de ella, consiguiendo a la par inmovilizarla del todo, y tomó entre sus dedos el otro pezón, que se endureció inmediatamente al contacto de su tenaza tomando la consistencia de un garbanzo de piedra.

"joder, lo está disfrutando" pensó Jan con sorpresa y regocijo, y hundió la cabeza de nuevo entre las tetas de Katia, saboreándolas, cubriéndolas torpemente de saliva, retorciendo con fuerza el pezón que tenía agarrado entre los dedos. Notó la necesidad de restregar algo contra su polla repentinamente dura, y se refregó en el mismo suelo, imposibilitado de hacerlo en otro lugar ya que tenía ambas manos ocupadas inmovilizando y pellizcando a Katy mientras se comía sus pezones de leche.

--Basta, por favor, Jan…

Notaba como se retorcía y jadeaba debajo de él, aunque quizá sin resistirse ya con toda su alma, como había hecho al principio.

Un súbito pitido proveniente de "la rueda del tiempo" le sacó de su tarea, como si el aparato actuara como un cronómetro señalando el final de los cinco minutos.

Respirando rápidamente, algo sudoroso, Jan dio una última lamida fuera de tiempo al pezón de su hermana y se levantó despacio, volviendo a su posición inicial frente al tablero, mirándola a los ojos con inusitada fiereza. No acababa de creerse lo que estaba pasando, pero un orgullo desconocido crecía poco a poco dentro de él, en su pecho.

Katia se irguió despacio, sollozando, limpiándose la saliva de los enrojecidos pechos.

--¡Cerdo!—exclamó--¡eres mi hermano, joder!...

Un pedazo de hielo centelleó en los ojos de él.

--Mira, Katy—dijo en tono algo cortante, intentando controlar la situación—hemos tenido la mala suerte de aparecer aquí…y ahora hay que terminar este puto juego, y no hay más cojones—sentenció.

--Cabrón…--murmuró ella—seguro que se te ha puesto dura…

--Pues claro que se me ha puesto dura—exclamó Jan--¡no soy de piedra!

Katia le miró con los ojos desorbitados.

--¿No has pensado que podemos tomarnos esto de otra forma?...—preguntó Jan, en voz baja.

--Joder, ya veo por dónde vas… ¡serás cerdo!

--No, mira, escucha—murmuró él—ya que estamos metidos en esto, vamos a intentar pasar este trago de la mejor manera posible…es lo más inteligente, ¿no te parece?

--Qué fuerte, no puedo creer lo que oigo…

--Vamos, Katy, reconoce que has disfrutado cuando te he comido las tetas—sonrió levemente, apartando de un soplido un mechón rubio que le había caído delante de los ojos—aunque sea tu hermano pequeño…

Katy miró al suelo, roja de nuevo por la vergüenza.

--Hombre, no lo has hecho mal…

El coño le ardió cuando recordó la sensación de aquellas caricias de fuego húmedo que le había propinado su hermano escasos segundos antes.

--Bueno, pues entonces, haz el favor de relajarte…--propuso él, aún con la brutal erección destrozándole la polla contra los pantalones—Ahora te toca tirar a ti…

Encogida de nuevo para ocultar las curvas de su cuerpo, Katia cogió los dados despacio, no muy convencida, y los arrojó sobre el tablero.

Su yegua de cristal tembló un poco y se desplazó siete espacios por la lisa superficie, los correspondientes al número de la tirada de su propietaria.

CON TU BOCA Y TU SALIVA DE NUEVO, CONTINUAREMOS EL JUEGO

Leyó ante Jan, con la respiración acelerada.

--Vamos, coge la otra carta—apremió él, señalándole la baraja de la izquierda—El tiempo pasa…

Katia leyó varias veces la otra inscripción con los ojos desorbitados.

--¡Oh, no! ¡Esto no, dios mío!

--¿Qué?—inquirió Jan sin poderse contener--¿Qué es lo que pone?

--No, no, no…--se revolvió Katy, desnuda en el suelo.

Jan le arrancó a su hermana la tarjeta de entre los dedos y leyó en voz baja el mandato impuesto en ella.

DENTRO DEL CULO DE TU PAREJA TENDRÁS QUE GOZAR, Y ASÍ PRONTO A LA META PODRÁS LLEGAR.

--Joder…--murmuró Jan, mientras un estremecimiento de vicio recorría su columna vertebral—"dentro del culo"…"con la lengua y la saliva"…

--¡Eso es una aberración!—exclamó Katia--¡no pienso hacerlo!

--Joder, te entiendo, pero no podemos estar así, siempre con esa historia…--dijo su hermano con voz cansada—sabes que tendrás que hacerlo, para continuar jugando…

Sin más dilación, volvió a accionar el botón de la rueda del tiempo, marcando las agujas de ésta la muesca rotulada con el número 15.

--¡Joder!—lloró Katia, sabiéndose atrapada, sin poder creer que tendría que pasarse quince minutos enteros hurgando con la lengua en el culo de su hermano.

--Venga, tranquila—la animó este—ya está contando el tiempo…

Jan se aproximó despacio hacia la cama, preguntándose qué sentiría cuando su hermana le penetrara el culo con la lengua. Nunca nadie le había hecho una cosa así…

Inquieto por aquella nueva sensación inminente, con un poco de miedo, se arrodilló lentamente al borde de la cama, se bajó los pantalones y los calzoncillos, y apoyó el torso sobre el colchón, ofreciéndole a Katy la delicia de sus musculosas nalgas.

--No puedo, Jan…--murmuró ella, visiblemente alterada—de verdad…

--Venga, joder…--murmuró él, tenso por la expectación, con el rabo duro luchando contra el lateral de la cama—terminemos con esto…

Cerró los ojos, y sintió por fin que su hermana se aproximaba y se arrodillaba a escasos metros de su trasero, sollozando.

--Jan, esto no se lo cuentes a nadie…

--Pero cómo lo voy a contar—exclamó—venga, dale…

Y tanto que le dio.

Jan sintió como su tierna hermanita le separaba las nalgas con ambas manos, y la escuchó tomar aire antes de introducir la naricita fría en la raja de su culo. Qué sensación tan deliciosa cuando por fin la lengua de ella se abrió camino en sus secretas profundidades, tímidamente. Sintió un tremendo escalofrío que desde el centro de su ano le recorrió el periné y terminó en su polla, haciéndola crecer en tamaño y en grosor hasta casi reventar.

--Joder…--jadeó, moviendo las nalgas de lado a lado, intentando sentir la dulce lengua de Katia más profundamente—esto es maravilloso…

Por su parte, Katia respiraba aceleradamente, el olor a culo invadiendo sus fosas nasales. Nunca pensó que se excitaría tanto al hacer aquello—y menos aún con el idiota de su hermano—pero el caso era que el coño se le inundaba, repleto, los labios mayores inflamados y colgones en aquella postura que la hacía estremecerse de vergüenza y placer, mientras tapizaba con su saliva el recto de Jan.

Separó aún más las nalgas de su hermano, y siguió chupándole la tirante piel cubierta de unos cuantos pelos castaños…sintió como el culo de Jan se agitaba, elevándose tratando de clavarse más en su boca, las pelotas tensas casi al borde de su barbilla, y metió poco a poco la lengua en el agujerito negro que latía imperceptiblemente. Jan se estremeció.

Hmmmmmm…

En realidad era rico el sabor del culo de su hermano, o eso le pareció a Katia…

Sea como fuere, aquel extraño regusto a establo, a caballo entre lo repugnante y lo delicioso, la estaba poniendo cachonda como una burra en celo, y lamió aún con más ahínco aquel ano apestoso, empapado ya de su propia saliva, hasta el límite que pudo alcanzar.

--Lámeme los huevos…--le rogó su hermano imperiosamente, separando más las piernas y retorciéndose contra el colchón—por favor…

Estimulada por la petición de Jan, los jugos su coño chorreando en pequeñas gotas por la parte interna de sus muslos, Katia se arrodilló más y se llenó la boca del escroto de su hermano, moviendo la lengua con presteza, rozándolo suavemente con los dientes…

Jan ahuecó su cintura para deslizar la mano derecha hasta su latente capullo, y comenzó a masajearlo con la mirada perdida en el techo…joder, nadie le había dado tanto placer en toda su vida…

--Recuerda…—murmuró su hermana sin sacar la boca de entre sus nalgas—el que se corra vuelve al principio…

Jan soltó despacio su polla, y se aferró con las manos al borde del colchón, clavando los dedos hasta que se le pusieron blancos, mientras continuaba retorciéndose de gusto, resoplando contra la negra colcha.

Su hermana le lamía el culo cada vez con más dedicación y con más ansia; se estaba esmerando, la cabrona…qué gustazo, qué delicia…la única putada era no poder correrse a gusto con aquella mamada trasera…

Osciló con sus caderas, clavando su miembro enrojecido y húmedo de líquido pre seminal sobre el lateral del colchón, gimiendo como un animal, acojonado por la cercanía del espasmo final…

Pero por fortuna, antes de que aquello pudiera ir a más, sonó el cronómetro.

--Arf, arf, arf…--Jan abandonó su posición para sentarse en el suelo, jadeando con la lengua fuera como un perro, sin querer subirse los calzoncillos por miedo a que se le descargaran los huevos con el sólo roce de la tela.

Katia respiró hondo y sacó los dedos de su coño chorreante para secarse la boca con el dorso de la mano.

--¿Te has estado masturbando mientras me comías el culo?—inquirió su hermano entre jadeos.

Ella bajó los ojos.

--¿Y qué quieres, si no…?—preguntó.

--¿Te ha gustado?—Jan esbozó una tímida sonrisa mientras trataba de controlar su respiración.

--¡No!—mintió Katia—No, pero…pero es que te has puesto tan cachondo que… me he puesto cachonda yo también…

--Ah, vaya…

Jan se adelantó hacia el tablero y cogió de nuevo los dados con las manos sudorosas; el reloj le decía que no disponían demasiado tiempo para llegar a la meta, y, al ritmo que iban las cosas, no estaba seguro de poder aguantar las casillas que le faltaban sin correrse…

Haciendo un terrible esfuerzo por reprimirse y no agarrarse la polla, que le dolía ya de frustración ante la sola visión de su hermana desnuda, tiró los dados sobre la lámina de cristal.

--Vaya, que suerte…--murmuró Katia, pues Jan había sacado dos seises.

Contempló con impaciencia cómo el león se movía casi hasta la mitad del tablero, y tomó una de las cartas de la baraja "TÚ".

USA TODAS TUS HABILIDADES SALVO TU VIRILIDAD; LA CAJA NEGRA QUE HAY EN EL ARMARIO TE AYUDARÁ

Antes de dirigirse al armario que había junto a la cama, leyó con voz temblorosa lo que ponía en la segunda carta

FUEGO ENCENDIDO EN TU PAREJA TENDRÁS, SI ENTRE LAS PIERNAS LA LOGRAS ESTIMULAR…MÁS RECUERDA QUE SI TE PASAS HACIÉNDOLA GOZAR, A LA CASILLA PRIMERA LA HARÁS REGRESAR.

--Joder…--murmuró Katia—ojalá tuviera en mis manos un porro de cinco metros para digerir esto…

Pero lo que medía no tanto como cinco metros, aunque sí tenía buen tamaño, era lo que Jan extrajo de la temida caja negra que había dentro del armario.

--Madre mía…--murmuró examinando el terrible objeto--¿pero esto para qué es?

--Pues para qué va a ser—soltó su hermana—es un consolador, Jani.

--¿Qué? No, ya, ya… pero…

--Se supone que tienes que metérmelo en el coño, si quieres te hago un croquis…

--Joder…ya…--balbuceó Jan—pero… ¿tú quieres?

--¿Y qué más da si quiero o no quiero?—replicó Katia, aunque no era precisamente la polla de plástico la que quería sentir dentro de ella, sino la de su propio hermano—dale al trasto ese, que quiero ver cuánto tiempo de martirio me queda…--añadió, señalando el cronómetro con un ademán.

"Cómo finge, será puta…" pensó Jan "pero a mí no me engaña, ésta se lo está pasando mejor que yo…"

Sin hacer esperar más a Katia, pulsó el botón dorado del cronómetro. Veinte largos minutos de dulce suplicio les esperaban…a partir de ese mismo momento.

--Ven, usemos la cama—dijo Jan, tomando impulsivamente la mano de Katia—échate mientras yo trabajo…

Katia se tendió sin rechistar sobre las suaves sábanas negras, con un destello de deseo en sus ojos oscuros.

--Dobla las rodillas y separa las piernas…--le indicó su hermano, armándose de valor ante aquel jugoso coño desnudo. Continuaba todavía empalmado desde la incursión de ella en su trasero, con baba de su hermana aún rezumándole del ojo del culo, pero ver aquello, así como la perspectiva de lo que tenía que hacer, le hizo ponerse de nuevo a punto de estallar.

Katia casi sonrió al ver de nuevo la lustrosa erección de su hermano.

--Venga tonto—rezongó—ya que te pones, hazlo bien.

--Ábrete más…--murmuró Jan entre dientes. El aroma a sexo que flotaba en la habitación le estaba mareando— quiero probar ese coñito…

Los gemidos de gozo de Katia se elevaron y resonaron por toda la habitación cuando su hermano comenzó a comerle el coño, al principio con inseguridad y cierta torpeza—lo que no dejaba de darle morbo al asunto—y después ganando en aplomo y habilidad, ayudándose con los dedos para separar los abultados labios mayores. Hundió la cabeza en el sexo abierto de su hermana, metiendo la nariz entre el abundante vello negro, empapándose de aquel olor a hembra salada y caliente…

Besando de esa manera el chochito de Katia, Jan no podía más, con la boca saturada de los líquidos que chorreaba la vagina de su hermana, chapoteando con los dedos y la lengua en aquella ciénaga prohibida de pétalos de rosa…qué caliente estaba la zorra de ella, cómo le ardía el coño…

Ella movía sus caderas arriba y abajo para sentir con plenitud como su hermano hacía palanca con la lengua en su clítoris, golpeándolo con suavidad una y otra vez con ese decidido y viscoso mazo que se movía dentro de ella como un revoltoso reptil.

--Ahhhimm…..Ahhhhh………..Oooohhhh…—gemía.

Jan siguió dando lengüetazos un poco más, hasta que sintió que iba a ahogarse en aquel mar de flujo. Emergió del coño de Katia como un buceador que sale a la superficie del océano, y comenzó a frotarle el inflamado clítoris con dos de sus dedos, sin pudor alguno.

--Ay, Jan, ¡AY!! Ahhh…para tío, que me voy a correr…

Obediente se detuvo y aprovechó para darle unas lentas pasadas a su polla con mano firme, que temblaba dentro de su puño deseando penetrar aquel chochito caliente.

--Jan, métemela…

--¿Qué?—resolló el muchacho, sorprendido.

--Ya me has oído—le exhortó ella—méteme la polla, cabronazo…

--Ya quisiera…--murmuró--¡pero no puedo! "Usa todas tus habilidades, salvo tu virilidad"…eso quiere decir que no puedo metértela, ¿no?

--Ayyyy…--gimió Katia, retorciéndose sobre la cama, terriblemente cachonda—pero solo un poquito…venga…

Jan soltó una carcajada de puros nervios. Era increíble lo que estaba presenciando: su hermana ante él, desnuda en una cama con las piernas abiertas, exigiéndole que la follara…desde luego, ese "sexcitator" volvía loca a la gente…En su alocada cabeza, no supo si aquello era una maldición o un maravilloso sueño…

Entonces enarboló la polla de plástico y penetró con saña el coño de Katia, una y otra vez. La espalda de su hermana se arqueó, y su vagina se tragó aquella morcilla sin oponer resistencia, y cada vez Jan sacaba aquel artilugio de dentro de ella más viscoso y más mojado.

--Ay…ufffff… ¡Dios mío!...—gritaba Katia, acariciándose ella misma mientras Jan la penetraba con aquel rabo de plástico.

"¡Oh, no! se va a correr…" pensó, mirando a su hermana loco de deseo.

--No te corras, Kati, cariño…

--Ah…Ahhhhhhh….

Ella levantaba el culo y se revolcaba sobre las húmedas sábanas.

--Déjalo, déjalooo…—consiguió articular con voz acuosa.

Pero de pronto, algo más fuerte que la coherencia se apoderó de Jan. Sacó violentamente la polla de plástico y se precipitó de nuevo sobre el ingurgitado clítoris de su hermana, lamiéndolo con furia, resollando dentro de su coño, incrustando su polla dura y caliente contra el tierno muslo de ella.

--¡¡Hijo de puta!!—exclamó Katia entre jadeos, sin ser consciente de que acababa de insultar a su propia madre--¡¿Por qué lo haces tan jodidamente bien?!

--Dios, porque me encanta tu coño de zorra…--respondió Jan, tragándose hasta la última gota de todo el salobre líquido que pillaba allí dentro.

No pudieron evitar lo inevitable.

Antes de que se cumplieran los veinte minutos, justo al escuchar aquellas palabras que habían brotado con lascivia de la boca de su hermano, Katia se corrió brutalmente con un largo gemido, culeando contra el colchón, derramando una cantidad de flujos tremenda como si hubiera meado.
Poco después de que Katia se corriera insultando a voces a su hermano, el cronómetro de la rueda del tiempo les avisó de que se habían agotado por fin los veinte minutos de santo suplicio.

Jan se apartó y volvió a sentarse frente al tablero, ya sin vaqueros y con la polla al aire, temblando, rojo de excitación haciendo denodados esfuerzos por vaciar su mente en otra cosa.

Con algo de frustración observó la ficha de su hermana, la hermosa yegüita cristalina, temblando un poco sobre el tablero, vacilando unos segundos, para retroceder poco después a la casilla de salida.

--Hijo de puta, hijo de puta…--continuaba rumiando Katia, despatarrada en la cama, con las mejillas color de las rosas rojas y los labios empastados y turgentes—qué putada me has hecho…

--Qué fuerte, ni que hubiera sido mi culpa…

--¡¡Claro que ha sido tu culpa, subnormal!!—bramó su hermana, aferrándose a las sábanas de seda--¡tenías que haberme hecho caso y haberlo dejado cuando te lo dije!

Jan se revolvió inquieto al sentirse tan atacado, pero en el fondo le embriagaba el efluvio extraño de una pequeña victoria…

--Hombre, si hubieras gritado un poco menos…--se atrevió a decir.

--¡No he gritado!—masculló su hermana—sólo he gemido un poco, que es diferente…

Jan le alargó los dados intentando contener una sonrisa de oreja a oreja. Las mejillas le ardían.

--Sí, claro…anda que no te estaba gustando…

Katia se levantó de la cama arrastrando la sábana negra tras de sí. Pareció que iba a lanzarse sobre su hermano para atizarle, pero se limitó a quedarse frente a él, clavada en el suelo, temblando de indignación.

--Eres repugnante…--dijo entre dientes.

Jan se encogió de hombros, eludiendo con hastío la mirada de su hermana.

--Katia, ya las has cagado volviendo al principio… ¿Cuánto tiempo más vamos a perder?—le espetó—vale, te ha parecido una comida de coño asquerosa, lo he hecho fatal, soy lo peor, un miserable. Ahora tira los dados de una puta vez, que te toca a ti.

Soltando un bufido de rabia, Katia fulminó a su hermano una última vez con la mirada y arrojó los dados sobre el tablero, con tan mala leche que Jan pensó que habían caído dentro de puro milagro.

"Katia tiene algo de razón…" se dijo el chico, a pesar de lo mucho que se estaba divirtiendo con todo aquello "como sigamos así, no va a haber manera de salir de ésta…pero… ¿qué hacemos entonces? Tendré que hacerlo peor…" reflexionó, mientras la ficha de su hermana adelantaba cinco casillas más sobre el entramado del tablero. De pronto cayó en la cuenta… ¡el tablero! ...el símbolo que había en él, el "ocho tumbado"… ¿no era ese el símbolo del infinito?... ¡joder, maldito juego!... se preguntó si algún ser humano habría conseguido llegar a la meta alguna vez…todo aquello era sin duda una broma del mismo diablo.

--Cinco, jaja…—soltó una risita desinflada, para descargar tensión.

--Ni se te ocurra hacer la rima de los huevos…--le advirtió su hermana, inclinándose para coger una tarjeta.

Se la acercó a los ojos, y la leyó varias veces en silencio, con gesto de no entender.

--Venga Katia, haz lo que te dice…

--No, espera…--murmuró ella, frunciendo el ceño—es un poco raro lo que pone aquí…

NO COJAS OTRA TARJETA, ¡¡NO TE HARÁ FALTA ESO!!—Leyó—EL HÉROE DE LEYENDA QUE HAS LLAMADO, VIENE DE CAMINO EN CARNE Y HUESO.

Jan la miró confundido.

--El héroe de leyenda que has llamado… ¿a qué se refiere, Kat?

--Ni idea—respondió ésta—como comprenderás, yo no he llamado a nadie…

Acto seguido se oyó un estruendo procedente de dentro del armario, y unos golpes secos que les hicieron dar un respingo.

--¿Qué coño es eso?...—musitó Jan, tenso como un león a punto de saltar, sin atreverse a acercarse al mueble.

Los golpes cesaron y la puerta del armario se abrió despacio con un leve quejido de bisagras oxidadas.

Ante los ojos de los chicos, desmesuradamente abiertos, una pierna enfundada en una sobada tela de cuadros blancos y negros salió del armario y basculó en el aire, como tanteando en la oscuridad. La pierna aterrizó en el suelo, acompañada de su homóloga, seguida del resto del cuerpo de el ser que—qué demonios, ¿cómo era eso posible?—salía por fin del armario negro.

Los dos hermanos no podían dar crédito: un personaje extraño les miraba con cara de circunstancias desde la esquina donde se encontraba el ropero y la cama, como sin atreverse a dar un paso más allá. Y, la verdad sea dicha, la pinta que tenía era digna de mención, menudo cuadro era el individuo…

Se trataba de un muchacho más o menos de la edad de Katia, de elevada estatura y alongadas formas-- lo que llamaríamos un "tirillas con suerte"--, grandes ojos verdes de mirada achispada y ligeramente subversiva, y una tremenda mata de pelo castaño retorcido en pegotes de rastas, perdiéndose más allá de sus estrechos hombros. Iba vestido con una camiseta negra sobre la que se leía "FUMA, FOLLA Y BEBE, QUE LA VIDA ES BREVE", y con los citados pantalones de goma floja a la cintura, a cuadros negros y blancos, bastante desgastados y llenos de pelotitas a la altura de las rodillas.

De pronto, un súbito destello de reconocimiento brilló en los ojos de Jan.

--Oh, dios, no puede ser…--murmuró éste, sonriendo—"Lukitax el Rastafari"… ¿eres tú?

--¿Me conoces?—preguntó el aludido, enarcando levemente las cejas.

--¿Quién coño es Lucas el Rastafari?—silbó por lo bajo Katia

--No te hagas la tonta, hermana, le has llamado tú…--respondió Jan sin dejar de sonreír, con la mirada clavada en el extraño personaje.

Lo contempló de arriba a abajo.

--¡Guau!—dijo sin poderse contener.

El muchacho le lanzó una mirada inquisitiva, con gesto de estar perdido.

--Lucas, te conozco…claro que sí—se apresuró a explicar—este juego es increíble, desde luego…

--Pues yo no te conozco a ti…--respondió el chico cruzando los brazos con desconfianza.

--Claro que no—respondió Jan—porque yo era quien manejaba los mandos…

Kati les miraba alternativamente a uno y a otro, estupefacta.

--¿Los mandos?—inquirió el muchacho.

--Sí…--dijo Jan; la explicación sonaba un tanto absurda, pero más sub realista era lo que estaba ocurriendo…--en el videojuego: "Lucas el Rastafari contra el malvado Estruja-porros"… ¿lo recuerdas?

--Oh, sí…--los ojos del desconocido se iluminaron de pronto con un brillo de malicia—mataré a ese desconsiderado…pero eso no es un videojuego, ¡es mi vida!.

--Sí, bueno, claro…--murmuró Jan—Lucas, estarás preguntándote qué diablos haces aquí…

El muchacho reflexionó un poco.

--Sí, habitualmente me hago esa pregunta…--respondió dubitativo—pero es cierto, ¿Qué hago yo aquí?

Jan rió con cierta suficiencia.

--Pues verás, Lucas…aquí mi hermana—dijo, señalando a Katia con una inclinación de cabeza—que debe tener una buena opinión de ti…te ha invitado para jugar a un juego…demonios, ya sé quien se metía en todas mis partidas jodiéndome la puntuación, jeje…

La cara de Katia enrojeció al momento.

--No sé qué dices, tarao, yo no he visto al tío este en mi vida…

--¿Sí? Qué bien—respondió Lucas, sonriendo a Katia como si no la hubiera oído—me encantan los juegos…--se giró hacia Jan--oye, entonces, ¿esta pibita que está aquí es tu hermana?…

--Sí—dijo Jan, disfrutando de lo lindo del momento.

--Ah…--murmuró el rasta—y…oye… ¿estáis desnudos porque os apetece, o…tiene algo que ver con el juego ese al que me habéis invitado?...

--En realidad tiene todo que ver…—respondió Jan—verás, creo que tienes que tirarte a mi hermana.

Katia le lanzó a su hermano una mirada que de ser un cuchillo le hubiera producido una muerte lenta y dolorosa. El corazón le latía furioso en el pecho… ¿cómo podía estar pasando aquello?... ¡Claro que conocía a "Lukitax el rastafari"!...joder, de hecho la ponía cachonda como una burra, por mucho que fuera un personaje de ficción… ¡había sido un secreto que nadie conocía, y ahora, aparecía ante ella en carne y hueso en ese juego infernal, para deleite de su hermano!

--Vaya…--sonrió el muchacho—parece un juego chachi…

Katia no sabía dónde meterse.

--Bueno…--dijo Jan—la cosa es así, Luqui. Yo acciono este relojito que tengo en mis manos—le mostró la rueda del tiempo—y desde que las agujas se detengan, estarás follándote a mi hermana…hasta que la cosa ésta pite… ¿me sigues?

Katia reprimió una exclamación de asombro. Se le habían quedado las manos frías, pero la cara le ardía, así como el coño al imaginarse de pronto la polla dura de Lucas dentro de su boca.

--Ahá…--dijo Lucas—pero…estooo…

Se giró hacia Katia, con gesto indefinido.

--Estás muy buena,… ¿seguro que no hay tongo aquí?

Por toda respuesta, Katia se replegó sobre sí misma, tratando de esconder la llama que albergaba en su mirada.

--La verdad es que así, desnudita, me la estás poniendo dura…

Lucas se acercó a la tensa Katia, y la ayudó a incorporarse para dirigirse hacia la cama. En silencio, Jan accionó la rueda del tiempo…

--La verdad es que siempre estoy en mi mundo, pero esto…--murmuró el rasta, a escasos centímetros de la boca de Katia--…esto no es muy normal…

Jan miró complacido la escena y dirigió sus ojos a la esfera, cuyas agujas se habían detenido en el número diez.

--Eh, hermana, tienes poco tiempo…--dijo elevando la voz desde su lugar junto al tablero—si yo fuera tú lo disfrutaría…

Lucas ya había empezado a desnudarse, dispuesto a lo que fuera.

Katia lo atrajo hacia sí. Acababa prácticamente de correrse y estaba aún cachonda; y la visión de la tranca de Lucas, gorda a explotar y surcada de venas—como siempre había imaginado en sus sueños húmedos—, así como su olor a excitación y a descuido, hizo definitivamente estragos en su pobre chochito de recargándolo de almíbar.

--Lucas…--carraspeó por primera vez desde que le vio—deja que te coma la polla antes de que me folles, por favor…

Lo haría como en sus sueños. Jan se acercó más, con cierto disimulo, tratando de no perder detalle. Ver aquel destello en los ojos de su hermana…sentir y oler a distancia las reacciones de su cuerpo…era demasiado. Y escuchar aquella petición sacada de esa boquita de piñón, ya ni hablamos.

--Uffff… Claro, tía…--murmuró Lucas, alargando una de sus manos hasta los erizados pezones de Katia, como si temiera que ésta fuese un holograma que desaparecería al instante—por supuesto…

Lucas se sentó en el borde de la cama, separando levemente las piernas, y acto seguido Katia comenzó a lamer el turgente miembro con glotonería. Se la veía que disfrutaba con aquello, metiéndose en la boca el rabo del rastafari, sacándolo humedecido, empapado a decir verdad de su propia saliva…deslizó la lengua a lo largo de aquel pollón, saboreándolo con deleite. Chupó las gotitas de líquido que ya rezumaba el goloso glande y luego se lo introdujo en la boca para succionarlo con deseo, abrazándolo con sus labios suavemente para atraerle al interior de su cálida boca…

El pobre Lucas parecía que iba a deshacerse.

Con una mano se aferraba al colchón, desesperado, engarfiando los dedos en las sábanas; con la otra sujetaba poderosamente la cabeza de Katia, comenzando a moverla levemente contra sus caderas para marcarle el ritmo de la mamada.

Katia se acomodó frente a él a cuatro patas y le agarró la polla con la mano derecha, bombeándole el tronco y masajeándole las pelotas y el periné, mientras con la otra mano comenzaba a tocarse ella misma entre las piernas, profiriendo gemiditos de gusto.

Aquello fue demasiado para Jan. Joder, los dos disfrutaban como perros…

Sigilosamente se deslizó hasta quedar detrás de su hermana, que le ofrecía sin saberlo el coño y el culo temblón mientras gozaba mamando con dedicación la polla de Lucas, su fantasía desde hacía años.

Sin pensar en lo que hacía, Jan se humedeció dos dedos en la boca y los clavó en el indefenso culito de su hermana, que dio un respingo al sentirle dentro, pero no por ello dejó de chupar al rasta. Comenzó a jugar con los dedos abriéndose paso por el ano de Katia, deliciosamente apretadito, que le estrangulaba como si quisiera comerse su dedo…No pudo evitar salir de ella y dirigir, por un momento, la mano a su nariz para inundarse los pulmones del penetrante olor a culo caliente… Metió los dedos en el chochito empapado de Katia, chocando por un instante con el dedo de ella-- que había acelerado con mucho el ritmo de sus caricias-- y se empapó allí dentro, en aquella humedad esponjosa, de gruesa secreción para regresar a su culo y lubricarlo como se merecía. Todo aquello le estaba volviendo loco, loco, loco…

Katia arqueaba la espalda moviendo el culo hacia arriba y hacia abajo, exprimiendo los dedos húmedos de Jan, con la boca llena del rabo de Lucas…

"Ay, no, que se corre otra vez…" pensó Jan…

Y, efectivamente. Su hermana arqueo la espalda en un semicírculo definitivo y se deshizo en roncos gemidos, aún con la polla de Lucas dentro de la boca, succionando el suave capullo entre sus labios con la intensidad exacta de las contracciones de su propio orgasmo. Esto le provocó al chaval un terrible espasmo tónico que también terminó en corrida, inundándola de cuajarones de leche que rezumaron, ardientes, de entre sus labios apretados de ella, que no paraban de dejar escapar gemidos de entusiasmo.

--¡Joder!—dijo Jan, cabreado, propinándole a su hermana un sonoro cachete en el culo cuando ésta aún no había acabado su orgasmo—desde luego Katia, no aprendes…

"Mira como a éste no le insulta…" se dijo, metiéndole los dedos a Katia hasta el fondo de su culo, para hacerla disfrutar plenamente de su corrida al tiempo que descargaba su frustración. Ya que había caído otra vez… Pero estaba claro que el que tenía que llegar a la meta iba a ser él, y le parecía que no podía aguantar más… ¡joder, puta Katia! …¡qué injusto!

Clavándole la punta de su polla en su tierno ano estaba, resuelto a hacerla sufrir, cuando el estremecedor pitido de la rueda del tiempo les sacó de su trance.

Lukitax el rastafari se levantó, desnudo, como accionado por unas manos invisibles…y, sin darle tiempo ni siquiera a despedirse ni a dar las gracias por la estupendísima mamada, desapareció dentro del armario.

Sin haber conseguido recuperar el aliento del todo, Katia se precipitó hacia el armario casi tropezando con las sábanas hechas un lío. ¡Lucas se había ido sin follarla! ¡¡Cómo era posible!!

Abrió de golpe la puerta del ropero negro, que aún batía levemente sobre el dintel, tras el portazo del rastafari al marcharse…

Detrás de la puerta no había nada. El armario estaba vacío, como siempre; al parecer se mantenía así salvo cuando "algo" tenía que aparecer en el curso del juego. Qué putada. Con un mohín de disgusto, Katia se volvió hacia el tablero, a tiempo de ver cómo su yegua daba de nuevo un pequeño brinco, como sacudida por un escalofrío, y retrocedía por segunda vez hasta la primera casilla.

--Joder, Katia…ya te vale—la regañó Jan—otra vez, tía…

--Mierda, Jan…tú no sabes cómo me pone ese rasta…

--Ya, bueno. Anda, sigamos, que el tiempo corre…

Jan arrojó de nuevo los dados sobre el tablero de Juego, y su león de cristal avanzó resuelto diez casillas más. Vaya, de pronto se habían quedado a escasas casillas de la meta…Jan se preguntó entonces si ese juego funcionaría como el parchís, en el que para ganar uno tenía que sacar el número exacto que le separaba de la casilla final, y si no, rebotaba en ella mil veces hasta conseguirlo…como fuese así, estaba claro que no iban a salir de allí ni de coña…

Cogió una tarjeta del primer mazo, preguntándose qué nueva putada le aguardaría…

COMO HABRÁS PODIDO ADIVINAR, HABÉIS HECHO MUCHAS COSAS, PERO OS FALTA FOLLAR

Leyó y miró a Katia. "No es culpa mía si tengo que follarte" le hubiera gustado decir…pero, en lugar de hablar, extrajo del otro mazo la carta que le faltaba.

¿LA DARÁS POR DELANTE, POR LA BOCA O POR DETRÁS? TÚ NO DECIDES, ELLA TE LO DIRÁ.

Tenía miga el jueguito de los cojones.

--Vale Katia—respiró hondo, después de leer—esto ya no es nada más que terminar con la faena…Elige, ¿por dónde quieres que te folle?

La polla le latía, sufriendo indescriptiblemente. "Elija lo que elija, es imposible que no me corra…" se dijo.

Su hermana se encogió de hombros, con la mirada clavada en el suelo.

--Tranquila, podrás correrte a gusto—dijo su hermano con resquemor—a diferencia de mí, que tendré que aguantar como un cabrón mientras tú disfrutas…porque está claro quién va a ganar este juego…

--Eso lo veremos—escupió Katia, clavándole por fin los ojos desafiantes.

¡Bravo! Alcanzándole en su ego la tenía justo donde quería…

--¿No me harás la putada de ir a por mí para que me corra…?

Katia se acercó a él reptando, contoneándose, con una sonrisa maliciosa.

--Joder, tía, tienes que dejarme ganar…--flaqueó Jan--¡o no saldremos de aquí nunca!

--Cállate hermano, y dale al reloj—dijo, sin dejar de sonreír—quiero saber cuánto tiempo vas a pasarte follándome el culo…

--¿El culo?—inquirió con sorpresa. De las tres opciones disponibles, esa era la única que estaba seguro de que su hermana descartaría…

Ella ronroneó, chupando distraídamente el pezón izquierdo de Jan, que reaccionó inmediatamente endureciéndose como una avellana contra su lengua.

--Sí, hermanito…--murmuró golosa—ya que estamos en esta tesitura, vamos a empezar por el coño…y vamos a terminar en el culo, ¿crees que serás capaz?

Aquel reto llenó a Jan de desesperación y codicia.

--Estás cachonda como una perra…--murmuró con venganza, acariciando sin embargo el monte de venus de Katia, enredando los dedos en el abundante y prieto vello mojadito que salvaguardaba su sexo.

--Pues sí, como tú—dijo ella, saboreando las palabras y apuntando con un dedo a la latente polla de su hermano—Me gusta verte cachondo, Jan. Me pone.

--Joder—gimió él, acercándose a ella para besarla en la boca por primera vez…

Sus lenguas chocaron y lucharon a brazo partido, con ansia, con furia. Sólo en el momento de separarse se dieron cuenta de que habían olvidado por un momento que existía el sexcitator, y la rueda del tiempo, y el armario.

--Bueno, Kati…--balbuceó Jan, atropellándose con las palabras--¿entonces quieres que te folle el coño y el culo, no es así?

Ella asintió con la cabeza, respirando rápidamente.

Jan accionó el cronómetro con su dedo índice y se lanzó sin más palabras sobre su hermana.

--¿Puedo volver a besarte, Kati?—murmuró mientras le mostraba lo caliente que estaba, apretando contra ella su miembro duro y palpitante.

Por toda respuesta, ella le lamió los labios con glotonería, como si quisiera erosionarlos, el coño bien abierto como lo tendría la yegua que era su ficha, restregándolo contra el muslo desnudo de su hermano…

El olor a sexo que emanaba de aquel líquido que le pringaba la pierna le puso burro de verdad.

--¿Sólo tengo diez minutos para follarte?—exclamó incrédulo, con un gemido atascado en la garganta, cuando se giró sobre Katia para ver lo que había marcado el cronómetro.

Su hermana aprovechó ese instante de distracción para meneársela con su mano experta, que chapoteaba encantada con un sonido de ventosa sobre el tronco a explotar.

--Katiaaa…--murmuró Jan, con los ojos desorbitados—no me hagas eso, que me corro…ahhh…para, joder, joder…

La muy zorra quería que perdiera, aun a riesgo de jugarse la vida en el intento. Qué hija de puta, cómo la odiaba. Qué gilipollas. Qué deliciosa paja le estaba haciendo, por dios.

Hizo acopio de voluntad, extrayendo las fuerzas de un lugar incierto que desconocía en sí mismo, y apartó bruscamente la mano de Katia de su dolorida polla.

--Kati, para, ahhhh…para, en serio—dijo, secándose en sudor con el dorso de la mano y empuñando a continuación su glande para colocarlo a la entrada del coño de ella.

--Diez minutos…--murmuró su hermana--…cinco y cinco, capullo. Hazlo bien, ¡y aguanta!

--Te odio, Katia—masculló Jan, hundiéndose sin previo aviso en la crema ardiente del coño de su hermana.

Ésta comenzó a mover sin juicio sus caderas, como poseída por el demonio, haciendo girar dentro de ella la polla de Jan, golpeándola con sus tensas y húmedas paredes vaginales.

--Joder, para así no…--gimió él, sintiéndose desfallecer. Cómo deseaba abandonarse y follarla hasta hacerla gritar…

Llegó a pensar que estaba todo perdido. "Si me muevo, me corro" pensó, desesperado "Si la saco de golpe, también…" "y si me quedo quieto aguantando esto, ¡Me muero!"

--Ayy….

"Piensa en algo horrible" se dijo, mientras su hermana se revolvía como una loca debajo de él, apunto de correrse de nuevo con su solo contacto, friccionando su clítoris con el poderoso rabo enhiesto "piensa en algo asqueroso, por dios, y salva tu vida…"

Pero madre de dios, en qué iba a pensar, a qué se iba a agarrar, si el coño de Katia se lo estaba comiendo vivo…

--¡¡Freddy Krugger!!—gritó de pronto, dando gracias al cielo. Siempre le había aterrorizado aquel ser de pesadilla, desde que era pequeño.

Su hermana no paró de moverse, y soltó una risita.

--Qué dices, venga, sigue…

Freddy Krugger…era increíble que en esos momentos se alegrara de haberle conocido…

--Fóllame fuerte, Jani…dame más…

Joder, era una delicia escuchar a su hermana pronunciar su nombre de esa manera, con tanto vicio por sentir su polla más adentro…

¡¡No!! Freddy, Freddy, Freddy Krugger. Cuchillas, demonios, carne quemada…garras afiladas que rechinaban contra la pared y rajaban caras y cuerpos, haciendo sangrar los cuellos a borbotones, salpicando el suelo de un matadero abandonado…

Tenía que pensar en esas cosas.

En un primer momento funcionó. Sintió que su excitación decrecía considerablemente, e incluso se sintió preparado para bombear su polla en sacudidas cada vez más profundas dentro de su hermana.

No debió hacerlo…

--Jani, Jani, por favor, ayyyy, ahhhhhmmmm, sí, síííí……………¡¡Oooooh!! No pares, capullo, no pares…

Sintió con verdadero horror que la zorra de su hermana volvía a correrse…total, a ella que más le daba…

--Ah…Ayyy… Katia, por dios , nooo…--exclamó, mientras se esforzaba de nuevo en pensar en su pesadilla.

"Freddy Krugger, capullo, no me dejes tirado ahora, joder…madre mía, no funciona…AHHHH… ¡Dios! ¡Cristo en su carromato!... ¡voy a correrme!...No, eso no, ni de coña, no puedo…ayyy dios…¡ya lo tengo! ¡¡Los ganchos!! ¡¡Los ganchos de la carnicería, repletos de sangre de vacas y cerdos mutilados, nunca he podido superar eso!! Ay, joder, gracias, dios mío…gracias…"

Pensar en aquellos garfios de filo despiadado fue lo que el pobre Jan necesitaba. Sin perder tiempo, sacó su pollón del coño de Katia, reprimiendo con los dientes apretados el placer que ese húmedo tirón le arrancó de pronto.

--Ahora tienes que follarme el culo…--resopló Katia, dándose la vuelta.

Jan se giró para perder de vista el apetecible culo redondo de su hermana, en el que ella ya había empezado a jugar, cachonda perdida, separándose las nalgas a pulso y luchando con ambas manos en ellas por meterse un dedo dentro pringado de saliva.

--¡Fóllame, Jan!—gimió, metiéndose ese mismo dedo en la boca.

Pero, gracias a algún ser divino, el cronómetro sonó, indicando el final de la jugada.

--Joder, dios existe…--jadeó Jan, sin poderse contener.

Aunque ya no tuviera que seguir haciendo aquello, el tormento sufrido era insoportable. Se hubiera lanzado a abofetear a su hermana si sólo pensar en esa circunstancia no le hubiera puesto más cachondo, si cabe… Pobre Jan. A sus dieciséis años, todo un ejemplo de fortaleza para el resto de la humanidad, verdaderamente…

Jadeaba y resollaba intentando ignorar el dolor de huevos y el calor de su miembro.

--Tira tú, pedazo de puta—increpó a su hermana, lanzándole los dados con impotencia.

Katia se echó a reír.

--Tranquilo, tranquilo, hermano…--dijo sofocando una carcajada—ya estás a punto de conseguirlo, no flaquees ahora.

Era cierto, El león de Jan se encontraba ya, habiendo superado esta última prueba, a escasas casillas de la meta. A doce, para ser exactos.

Pero nuestro amigo tendría que sacar un doble seis si quería llegar de una tacada…"en la puta vida" pensó, "basta necesitarlo…"

Además, tenía que esperar a que la plasta de su hermana tirara, y contemplar de nuevo cómo se corría…la mente se le deshizo en mil fórmulas y planes para hacérselo pagar si es que conseguían salir de aquella…

--Oh, mira, un dos…--dijo ella, con una sonrisa estúpida ante su doble de unos.

Curiosa forma la de reaccionar ante la captura infinita en aquel lugar, la de Katia…en el fondo ella pensaba que ya no se podía hacer mucho más, aunque le fastidiaba terriblemente estar en la posición de perdedora…pero se enfrentaba a sus deslices disfrazándolos de estrategia ya que, si su hermano lograba llegar a la meta, ambos saldrían y ella se lo habría pasado infinitamente mejor…sí, amigos lectores, era una jodida cabrona.

Aunque… ¿sería suficiente con que llegara a la meta uno de los dos? ¿O tendrían que llegar a la vez? O… ¿cómo demonios funcionaba aquello? No había ninguna explicación referente a eso en las reglas de aquel maldito juego…

Sin querer pensar demasiado en ello, Katia cogió la primera carta de la baraja, con un leve temblor en la mano que delataba su repentina inseguridad. ¿Y si se quedaba ella allí encerrada?...Su hermano se estaba entregando a pulso, pero ella…

¡¡FELICIDADES!! Leyó LA CARTA DE LA SUERTE TE HA TOCADO. AVANZA DIEZ CASILLAS ¡Y OLVÍDATE DEL DADO!

--¡Joder, si es que encima tienes suerte!—bramó Jan, visiblemente cabreado—si me hubiera tocado a mí esa carta, ya habríamos casi ganado…

Katia sonrió satisfecha y contempló como su yegua cristalina adelantaba, arrastrándose suavemente sobre el tablero, diez casillas de golpe.
Si recordáis, el relato anterior finalizaba con una broma del destino: Katia (la que tiene más caradura y más potra con diferencia) acaba de leer la "carta de la suerte", gracias a la cual su ficha podría moverse diez espacios sin precisar tirada alguna, cosa que le viene de perlas…Por supuesto, Jan por su parte se indigna ante tal injusticia, como era de esperar.

--No protestes tanto, Jan, alégrate por mi buena suerte…--sonrió Katia sintiéndose poderosa, aún tremendamente excitada tras la follada de su hermano, observando cómo su yegua se movía sola diez espacios sobre el tablero.

Acto seguido tomó una carta del primer mazo con gesto triunfal. La frustración de Jan era palpable, ¡cómo deseaba haber podido acabar corriéndose a gusto dentro de la cabrona de su hermana, que tanto se sonreía! ¡Cómo le hubiera gustado poder correrse rompiéndola el culo y oírla gritar "¡piedad, piedad, por favor…!"! Si lograba aguantar hasta la meta, si lograba salir de aquel dichoso limbo, ya iba a ver su hermana lo que era bueno…se iba a enterar, la muy zorra, la perseguiría por todas las habitaciones de la casa con la polla en ristre…

"EL SEXO QUE NUNCA HAS HECHO, A TU PAREJA DEBES CONFESAR…Y SI ES CONSIDERADO, ÉL O ELLA LO REALIZARÁ"

Leyó Katia en voz alta, sin borrar la tenue sonrisa de sus labios.

--Ah, vaya, ya hemos perdido—soltó Jan

--¿Por qué?

--"El sexo que nunca has hecho"—citó él—eso no tiene cabida, tú ya has hecho de todo, eres una guarra…

Katia bufó con hastío y tomó una carta del mazo sobre cuyo anverso se leía "EL OTRO".

--Vaya, el niño cabreado lloriquea…--murmuró mientras con una sonrisa de deleite leía lo que estaba escrito en la tarjeta—en fin, creo que no te mereces esto, pero si el juego lo dice…

--¿Qué pone?—replicó Jan, maldiciendo su polla tiesa que se erguía expectante.

"CHUPA, LAME, MUERDE…AQUELLO QUE TU PAREJA TE INDIQUE. NO DEJES QUE LLEGUE AL FINAL, POR MUCHO QUE ÉL-ELLA SE EXCITE"

--Bueno, Jan, ¿qué quieres que te chupe?—murmuró Katia después de leer, con un brillo de malicia en los ojos gatunos.

Jan retrocedió alarmado.

--¡Esto es una incoherencia!—exclamó--¡un tormento! …por dios…

--Anda, no exageres, que te va a gustar…

¡Qué injusta era la vida, dios santo! No contaba ya los orgasmos que llevaba la puta de su hermana, y él no había tenido ni una sola oportunidad. Cada prueba era más dura. Cada reto de placer, un sufrimiento descarnado, un dolor.

--Bueno, tú deberías pensar antes en la primera carta—le espetó a Katia mirándola con rencor—a ver, lista, ¿qué es eso que nunca has hecho? ¿Correrte haciendo el pino?

Katia rió con regodeo.

--Ah, pues mira, eso no lo he hecho nunca. Pero estaba pensando en otra cosa que siempre he soñado con hacer…

--Oh, vaya, ¿y de que se trata?—silbó Jan entre dientes-¿de tirarte a Chewbacca? Veremos a ver si sale del armario…

En lugar de enfadarse, Katia rió con desenfado.

--No, Chewbacca no, demasiado pelo. Te prefiero a ti, hermano querido…te diré lo que vamos a hacer. Primero activaremos esta cosa—explicó pausadamente mientras señalaba la rueda del tiempo—y luego nos tumbaremos tranquilamente en la cama. Yo te chupo esa polla gorda que tienes pidiendo guerra (que seguro que es lo que tú quieres que te mame, aunque si prefieres te chupo un pie) y tú me comes el coño; así haremos un sesenta y nueve, que es "eso" que yo nunca he hecho.

Jan contempló a su hermana con ojos desorbitados. Desde luego Katia era un genio, había resuelto el problema en un momento.

--¿Qué me dices?—preguntó Katia—te has quedado sin habla…

Jan le enfrento la mirada, rabioso y cachondísimo por aquella propuesta infernal.

--Veo que eres práctica…--murmuró, protegiéndose la polla con gesto de indefensión—así solucionas las dos cartas de golpe, ¿no?

--Así es—respondió Katia, orgullosa de su sapiencia—No había que ser teleco para pensarlo…

--Ya, claro.

--¡Bueno, venga!—apremió Katia, saltando sobre las sábanas de seda negra—dale al cacharro, que me quiero divertir.

Se refería, evidentemente, al cacharro llamado "rueda del tiempo"—evitemos ambigüedades-- que les delimitaría los minutos de todo aquel sufrido placer que les esperaba.

Jan se agarró su propio cacharro que tenía entre las piernas, y con gesto casi de angustia, pulsó el botón dorado del ya familiar cronómetro. Le asaltó el pensamiento de que el tiempo se les echaba encima, ¿cuánto llevarían jugando allí metidos?...consultó su reloj. Una hora y quince minutos. Jesús. Les quedaba poco, realmente poco para que el endiablado juego se autodestruyera. Rezó para que la rueda del tiempo marcara el número cinco, o tal vez como mucho el diez, y pudieran seguir avanzando cuanto antes hacia la meta. Aquello era una jodida guerra a contramano…

Pero a pensar de sus mudas súplicas, las agujas se detuvieron con un chasquido metálico en el número quince. Joder. Quince minutos, nada menos, dándole a saco al tema con su hermana…era imposible, no lo iba a conseguir…

--¿Qué marca el relojito?—preguntó Katia con voz risueña desde la cama.

--Ya te enterarás—bufó Jan. Y con odio se abalanzó sobre ella.

Sin dar opción a Katia, se acomodó a horcajadas sobre su linda cara, rozando contra su frente la húmeda punta de su hinchado miembro. Cabalgándola de esta manera, separó las piernas de su hermana con brusquedad y lamió casi con desesperación la raja húmeda de su coño, arrancándole a Katia inmediatamente un gemido de intenso placer.

--Te voy a chupar a conciencia—murmuró entre sus piernas abiertas—y como se te ocurra correrte te vas a acordar de mí…

Frotó con dos de sus dedos el coño de Katia, que crepitó con furia, chapoteando, abriéndose para recibirle como una boca sedienta.

--Te lo digo en serio, Katia, como te corras te mato…

--Sí…vale…--gimió ésta, arqueando la espalda—lo intentaré…

Jan se inclinó más y succionó suavemente los labios mayores del coño de Katia, apresándolos entre sus dientes.

--Lo intentarás no, lo harás—exigió, soltando por un momento su presa, al tiempo que le propinaba a su hermana un fuerte cachete en el muslo.

Estaba muy cabreado, y muy, muy cachondo…

Katia se removió debajo de él retorciéndose sobre el colchón, dando pequeños botes de gusto sobre la cama, golpeando la cara de Jan con su coño repleto de excitación, buscando la boca de su hermano con el arnés de sus caderas.

--Vale, vale…lo haré…--gimoteó, luchando por volver a sentir aquella lengua deslizándose entre sus húmedos pliegues.

--Muy bien—gruñó Jan, levantando un poco el culo para rozar con su inflamado glande los labios de su hermana—ahora cómemela bien…

Katia abrió obediente la boca y se tragó la totalidad del miembro de Jan con voracidad. Su hermano dio un respingo, como sacudido por una ráfaga de electricidad, y comenzó a moverse contra su garganta cada vez con más intensidad, cada vez más adentro, frotando su alfombra de vello púbico contra la barbilla de Katia.

--Joder…--musitó agitándose, lamiendo con frenesí ese suculento coño, llenándose la boca, tragándose los jugos salinos con fuerte sabor a hembra que manaban de aquel manjar.

Se aferró con las manos a los muslos de su hermana y clavó las rodillas en el colchón, para bombear a gusto y follarle la boca con total libertad, al tiempo que resollaba y se le escapaban quejidos con una voz que no reconocía como suya.

Katia reprimía su orgasmo que amenazaba con dejarla fuera de juego una y otra vez—no sería posible describirlo de una manera más literal—a pesar de las arcadas que le producía en ocasiones el rabo duro de su hermano cuando llegaba hasta su campanilla. El sentir a Jan tan cachondo, tan ardiente encima de ella llenándola con su verga a explotar, le hizo sentirse tan deliciosamente zorra que se abandonó al disfrute como una diosa del placer, profiriendo gemidos y gritos roncos, ahogados por tener la boca llena.

--Ammmfffhhhhmmm, Ani, po diof! MMMMmmmfff….Mmmmmm…

Abrazaba tan fuerte con sus labios la verga de su hermano, que este tuvo que salir apresuradamente de ella para no lamentar el retroceso hasta la casilla número uno por correrse allí mismo con todas sus ganas. Estaba muy lejos de mantener el control de la situación.

--AYYYY…--Exclamó, desesperado por aguantar como fuera tras ese tirón final al salir de la boca de Katia—Kati, por dios, me duele, me duele la polla…

--Jajaja…—rió su hermana, al borde del orgasmo, loca por correrse—déjame seguir, necesito tu polla en mi boca para cuando me corra…

Entonces Jan hizo algo malo, muy malo.

--¡¡¡AHHHHHHHRRGGG!!!—un grito de protesta salió de los labios de Katia cuando sintió los dedos de su hermano retorciéndole con fiereza el pezón izquierdo--¡pero qué coño haces, gilipollas, que me lo arrancas!

--Cállate o te lo muerdo—respondió Jan como una bala, en tono amenazante—ya ibas a correrte otra vez, ¿no?

Su hermana le miraba jadeando, tocándose el dolorido pezón, mirándose en busca de señales o hematomas.

--Pues lo siento, Kat, esta vez no va a poder ser—resopló Jan—no te voy a dejar…

--Hijo de puta…--farfulló Katia—estás loco…

--Deja de lloriquear y sigue chupando, joder.

Por increíble que parezca, la tensión del momento y el dolor agudo habían aplacado la situación pre-orgásmica de Katia, quien sin embargo continuaba excitada, y sin más dilación obedeció la orden de su hermano. Comenzaba a acariciar en su mente que le producía un poso de oscuro morbo sentirse sometida por él, a quien ella menospreciaba diariamente hasta el punto del abuso como buena hermana mayor. El sabor de la derrota y la sumisión tenía un regusto amargo, pero algo en aquella vuelta de tuerca la ponía a cien, por mucho que eso le diera a la vez una rabia tremenda.

Katia se metió a pelo la polla de su hermano en la boca y la mantuvo entre sus labios prietos, succionando suavemente el glande como si quisiera aspirar hasta la última gota de líquido preseminal que había comenzado a gotear del capullo del pobre Jan. Éste permanecía quieto, casi con miedo a moverse, temblando, inclinado de nuevo sobre el coño de su hermana y moviendo allí dentro la lengua con empeño.

Katia volvía a sentir que el ardor crecía dentro de ella y comenzó a convulsionar cuando notó un humedecido dedo de su hermano introduciéndose de pronto dentro del canal estrecho de su culito. Emitió un ronco gemido de gozo al sentir como el túnel de su ano se dilataba poco a poco, adaptándose al dedo de Jan que se abría paso en sus profundidades con calma y firmeza, mientras continuaba lamiendo su clítoris. Aquello era demasiado…

--Katia, Katia…--jadeó Jan sacándole la polla de la boca, apartándose estoicamente de aquel reducto prohibido—para, aguanta…

--Ahh…--su hermana se retorcía sobre el colchón, con las piernas desmesuradamente abiertas y el coño enrojecido, brillante de saliva y jugos.

--Venga, Kat…aguanta, ya queda poco…

--Jan…—suplicó ella--¿Por qué no nos olvidamos de todo esto y nos corremos los dos?

Jan se apartó el rubio cabello que le caía sobre la frente perlada de sudor, y emitió una carcajada grotesca.

--¡Pero qué dices, Kat! –respondió--¿y tirar por la borda todo lo que nos ha costado llegar hasta aquí? Bueno, lo que me ha costado, porque lo que es tú…has hecho bien poco…

Katia miró a su hermano. Estaba congestionado, tenía las mejillas ardientes y los ojos brillantes. Respiraba rápido, su pecho subiendo y bajando como si fuera un corredor de fondo que acabara de correr una maratón. Qué guapo estaba. Parecía un ángel rubio pillado infraganti en un acto terrible y deshonesto. Sintió dentro de su alma un calor, una ráfaga de cariño, de profundo sentimiento hacia su hermano que nada tenía que ver con el amor fraternal…algo que iba mucho más allá. Eso la sobrecogió.

--Jani…--murmuró, acariciándole el abdomen tenso y agitado—no te preocupes, terminaremos con esto…pero es que estaba disfrutando mucho. Pondré todo de mi parte si tú me prometes una cosa…

Jan sonrió entre jadeos, hipnotizado por la boquita de fresa de su hermana.

--Depende…--respondió en voz baja--¿Qué cosa?

Katia sonrió, le pareció a su hermano que algo avergonzada.

--Pues…--titubeó enrojeciendo ligeramente—prométeme que si salimos de aquí…cuando lleguemos a casa…

--Cuando lleguemos a casa…--la ayudó Jan, metiendo inconscientemente los dedos de nuevo en aquella flor mojada y trepidante.

--Ahmmm…--gimió Katia notando el calor de los dedos de su hermano agitándose dentro de ella—pues…que seguiremos…teniendo sexo…--terminó la frase en un tono de voz casi inaudible.

Jan la miró sonriendo, sin dejar de acariciarla, fatigado y excitado como nunca.

--¿Eso quieres?—murmuró él—…Bueno, me debes unos cuantos orgasmos… ¿querrás devolvérmelos?

--Oh, ¡sí!—exclamó Katia, hendiendo los talones en el colchón, arqueando su bonita espalda para sentir los dedos de su hermano más adentro.

--Vale…--musitó Jan, volviendo a posicionarse frente al coño de Katia, dispuesto a seguir trabajándoselo con la lengua—pues espero que esa proposición no quede en agua de borrajas…

Y volvió a sellar con sus labios la vulva de su hermana, golpeando su clítoris levemente con la punta de la lengua, deseando en lo más profundo de su ser dejar allí dentro una huella permanente de placer que ella nunca olvidara…

Katia se revolvió con furia contra el rostro de Jan.

--Dame tu polla—exigió, buscando con la boca el poderoso miembro de su hermano—quiero sentirla…

Con un movimiento seco de caderas, Jan colocó de nuevo su glande en los jadeantes labios entreabiertos de su hermana, que extendió la lengua para acariciarlo con deseo.

--Uuuffff…--gimió, retrocediendo—no me la comas, Katia, que me voy a correr…

--Tenemos que hacer el sesenta y nueve…--jadeó ésta.

--Bueno…tenla en la boca—concedió su hermano con intensa agonía—pero no hagas nada, sólo mantenla dentro…no muevas la lengua ni hagas fuerza con los labios, por favor…sólo tenla en la boca.

"¡Aguanta!" se espoleó el chico, cuando sintió de nuevo su miembro penetrando aquella dulce humedad que le recibía ansiosa. Podía sentir en el tronco de su polla la fuerte respiración de su hermana en pos del placer, podía sentir el golpear de su aliento cálido contra su propia palpitación, asfixiando con sus vapores la dureza a explotar…

Se obligó a sí mismo a pensar en la escena más cruenta de" La Matanza de Texas"…Aquel engendro llamado Junior enarbolando la sierra mecánica, el ruido ensordecedor, cabezas humanas rodando por el suelo, rostros escupiendo sangre, cadáveres macerados en el lecho del río…

Madre mía, pobre Jan… las estaba pasando putas.

"Aguanta, aguanta, aguanta"…"Por todos los dioses y titanes, por Jesu-Cristo Superstar y sus secuaces, ¡¡Aguanta!! ¡¡Resistencia!! ¡Sobrecarga del sistema!, oh no…orgasmo inminente, no, no… no… ¡dios! , ¡Apártalo de mí! ¡Vade retro, Satán!(…¿Has visto lo que hace la zorra de tu hermana?...) ¿Cómo voy a lamerle el coño ahora? ¡¡Sería mi perdición!!

Para no apartarse de las reglas del juego, a la par que mantener su entereza, posó sus labios en el coño de Katia, cuyos pliegues parecían latir como las alas de una excitada mariposa. Se mantuvo allí, ahogándose con su olor a puro sexo, olor a ella y a él. Sintió el deseo irrefrenable de penetrarla el culo de nuevo con uno de sus dedos… ¡no! Ella se correría al instante si lo hacía… Katia estaba al borde, lo sentía, a punto de dejarse llevar, de caer en el precipicio sin retorno… ¡Jesús, cómo le ponía de burro eso!

Cachondo como un burro estaba, en efecto; cualquier cosa que yo pueda decir al respecto se queda corta. Esos gemiditos sofocados de Katia, unido al bamboleo desenfrenado de su culo y su coño contra la nariz de Jan, ese olor…Esa terrible erección…su hermana retorciéndose con la boca llena de polla…

¡¡Dios!!

Le salvó la campana, y lo digo de verdad, porque si en ese preciso instante no hubiera sonado la alarma de la Rueda del Tiempo, nuestro protagonista se hubiera corrido irremediablemente entre alaridos, y no es una forma de hablar.

Es más, durante unos segundos pensó que estaba todo perdido, que se correría igual con la sola presencia de Katia sin necesidad de que nada salvo el aire tocara su miembro.

Por fortuna, el horrible pensamiento de quedar ahí encerrados de por vida fue, en el último momento, más fuerte que el imperioso orgasmo que le sobrevenía, y Jan se dejó caer desde la cama hasta el suelo lanzando un suspiro de alivio.

--Joder…--murmuró, con los ojos cerrados, tratando de volver a la realidad—Katia tía, tenemos que terminar…es que se me va a caer la polla…tengo miedo, en serio…

La carcajada de su hermana no se hizo esperar.

--Jan, yo creo…--dijo sin poder contener la risa, retorciéndose—creo que si me muevo me voy a correr…

--¡Entonces quédate quieta, por dios!—exclamó Jan—quédate quieta y tranquilízate…lo has hecho muy bien, Kati…no te muevas, yo tiraré los dados…

Obsesionado con no perder ni un minuto más, alargó la mano temblorosa hacia el tablero. Tanto sexo sin terminar le estaba poniendo enfermo…pero enfermo de verdad. Estaba mareado y veía lucecitas brillantes en una especie de neblina que le embotaba los sentidos.

"Por favor, que salga un número alto…" imploró al cielo antes de tirar, cerrando los ojos con fuerza. Lo estaba pasando fatal.

Escuchó el redoble de los dados al aterrizar sobre el tablero de cristal y sólo entonces abrió los ojos.

--¡Vaya! Un seis y un cinco…ay, qué bien Kati, ¡mira! Me he quedado a una casilla de la meta…--exclamó con una alegría que rozaba la locura, como si acabaran de tocarle cien millones en la "Bonoloto".

Se giró para mirar a su hermana, y lo que vio le asustó. Su hermana respiraba rápida y fuertemente, con los ojos cerrados, se había quedado pálida y gotas de sudor frío corrían por su frente y su cuello, resbalando por entre sus agitados pechos.

--Kati, Kati…--exclamó Jan, lanzándose sobre su hermana que temblaba con fuerza sobre la cama--¿Qué te pasa? ¿Estás bien?...

Katia emitió un gorgoteo directamente desde su garganta, y sus párpados aletearon durante unos instantes.

--¡Katia!—insistió Jan, zarandeándola con miedo--¿Qué te pasa? ¡Por dios, dime algo!

Su hermana se movió ligeramente y trató de abrir los ojos, que se adivinaron empañados tras sus largas y tupidas pestañas.

--¡Katia, por favor, me estás asustando!

--Jani…--murmuró su hermana por fin—estoy mareada…

--Vale, vale…tranquila—murmuró Jan—respira despacio, no te aceleres…

Recordó que en el colegio, una vez, una compañera llamada Nanuska se había mareado por hiperventilar durante la clase de gimnasia. Había respirado demasiado rápido y profundamente, a consecuencia del esfuerzo realizado, y por una bajada de dióxido de carbono en sangre—o algo así—le había dado un cortocircuito en el cerebro. ¿Le habría ocurrido lo mismo a Katia? El sexo a fin de cuentas era una increíble actividad física…quizás el esfuerzo de contener el placer, quizá tantos jadeos…

--Vale, Kat, no te preocupes—dijo a su hermana, que estaba pálida como el papel.

Se arrodilló frente a ella y trató de recordar cómo se había solucionado el problema de Nanuska.

--Escúchame, Kat…tienes que respirar muy despacio…--susurró, colocando una mano sobre su frente con torpeza—despacio…así…tranquila…

Poco a poco su hermana fue volviendo en sí, para alivio de Jan.

--Tranquila…

Katia abrió los ojos poco a poco y sonrió débilmente.

--¿Qué tal?—preguntó Jan en un hilo de voz.

--Mejor…--murmuró Katia—no sé que me ha pasado…se me ha ido la cabeza de pronto…

Su hermano sonrió y extendió la mano para secarle el sudor de la frente.

--Me has asustado…--musitó.

Katia sonrió levemente y cerró los ojos.

--No te preocupes—respondió—me he mareado un poco, eso es todo…

--Bueno, no hables mucho, no sea que te vuelva a dar el jamacuco…

--Ya estoy mejor—suspiró Katia—ahora por lo menos puedo verte…

Volvió a sonreír, mirando a Jan con un afecto profundo que éste nunca había visto antes en sus ojos de despótica hermana mayor. Aún ensimismado por aquella mirada, contempló con asombro cómo de pronto Katia se incorporaba y le echaba los brazos al cuello, atrayendo el enjuto cuerpo de él hacia sí.

Jan respondió al gesto torpemente, cogido por sorpresa. Estrechó a su hermana contra su pecho, recostó la cabeza de ella en su hombro, y entonces pudo sentir el fuerte latir del corazón de Katia contra su piel (PUPÚM, PUPÚM, PUPÚM), así como el suave y dulce calor de su cuerpo…

La abrazó con más fuerza y hundió la nariz en su hombro, sintiendo que algo dentro de él flaqueaba.

--Katia—murmuró, besando la curva de su cuello—tenemos que salir de aquí…tenemos que lograrlo…

Su hermana asintió en su espalda.

--Sí…--respondió—Jani, ¿crees que podremos hacerlo?

--Claro que podremos—sonrió Jan—mira, has conseguido con tu mareo que se me bajara todo por completo…

Se separó de su hermana para mostrarle su miembro fláccido oscilando con escasa vitalidad.

--Ya veo, ya…--repuso Katia—una pena…--sonrió con malicia.

--¡Eh!—rió Jan--¡Se supone que tienes que alegrarte!

Se miraron durante un segundo, conscientes de lo que se jugaban, conscientes de desde ese día no iban a volver a verse jamás el uno al otro de la misma forma. Pocas ocasiones habían tenido de ayudarse mutuamente en serio, ninguna en realidad—desde luego, nada como aquello en lo que se hallaban metidos en ese momento--, y tampoco habían tenido que trabajar nunca juntos por un fin común, codo con codo. La mayoría de las veces discutían y peleaban cada uno por sus propios intereses, compitiendo incluso, defendiéndose del otro. Pero en ese momento, ese día, todo era completamente diferente.

--Joder, Jan, me debo de estar quedando ciega…

--¿Por qué dices eso?—preguntó el aludido

--Porque te veo hasta guapo…

Se echaron a reír.

--Es que lo soy—respondió Jan con soltura—pero tú no te habías dado cuenta hasta ahora…

Katia arqueó las cejas y asintió.

--Gracias por cuidarme y por estar pendiente de mí…ahora, con lo del mareo, quiero decir…--le dijo a su hermano, con un extraño brillo en los ojos.

Y GRACIAS por darme más placer que nadie hasta ahora, aunque no pueda disfrutarlo como quisiera… Pensó, pero no tuvo coraje para decirlo en voz alta.

--Qué menos, Katia, soy tu hermano—respondió Jan—Tú habrías hecho lo mismo por mí

"…No estoy segura de eso, lamentablemente" pensó Katia.

--Sí, claro…--asintió sin embargo, mirando al suelo—Eres muy buena persona, Jani.

--¿Sí?

--Sí—afirmó Katia, y se armó de valor para decir lo siguiente—Te quiero mucho.

Jan sonrió casi con cara de susto.

--Vaya—resopló—nunca me habías dicho esto antes…quiero decir, en el acto sexual no cuenta…

Katia rió.

--Pues ya ves. ¿Tú me quieres a mí?—preguntó en tono súbitamente implorante.

--Sí—afirmó Jan, mientras le acomodaba los oscuros rizos apartándoselos de los ojos—sí que te quiero. Claro. Qué remedio me queda…

Le guiñó un ojo a su hermana y sonrió.

--Anda, coge una carta, que te toca…--murmuró Katia con la mirada baja—estamos a punto de conseguirlo, ¿no?

--Cierto—respondió Jan, sintiendo algo que se renovaba dentro de sí.

Bajó de la cama y tomó una tarjeta de la primera baraja, con mano firme. No obstante, le cambió el color de la cara y sus manos comenzaron a temblar cuando leyó la primera frase:

"LA CARTA DE LA PEQUEÑA MUERTE"

Musitó, y miró a Katia, que se acercó a él con interés, sin decir nada.

"LA CARTA DE LA PEQUEÑA MUERTE"—Continuó Jan—"HAGAS LO QUE HAGAS, TIENES PERMISO PARA CORRERTE"

Jan echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada con profundo alivio.

--Joder…--dijo meneando la cabeza—"La pequeña muerte"…no imaginaba que sería esto…

Katia le miró, mordiéndose el labio inferior con cierta envidia.

--¿De verdad te puedes correr?

--Eso es lo que pone—respondió él, mostrándole a su hermana la tarjeta.

--Joder, qué suerte…

--Bueno, hermana, es que ya estaba bien de "unos tanto y otros tan poco", ¿no crees?...

"Además" se dijo Jan para sus adentros "Conociendo al juego…esto me escama…"

Tomó una carta del segundo mazo, temiendo la confirmación de que una nueva putada le aguardase…

"ENTRA EN EL ARMARIO, CIERRA LOS OJOS, CUENTA HASTA DIEZ, DESPEJA LA MENTE. CUANDO SALGAS, SERÁ DIFÍCIL QUE TU PAREJA NO SE CALIENTE…"

Jan miró a su hermana con gesto interrogante. Le producía cierta inquietud pensar lo que le tocaba hacer a continuación.

--"Entra en el armario…cierra los ojos, despeja la mente…"—repitió para sí.

--"Y cuenta hasta diez"—le recordó Katia.

--Sí…--murmuró Jan.

Miraron al armario fijamente, que les aguardaba en silencio, expectante ante su próximo movimiento. La puerta de madera negra batía levemente como si tuviera vida, invitadora. Ese cofre era la mismísima caja de Pandora; sólo dios sabía lo que podía haber dentro, lo que podía entrar y salir de allí…

--Bueno…--dijo Jan—parece que me toca…meterme en el armario, ¿no?

Su hermana asintió nerviosa. Le daba miedo separarse de su hermano, aunque sólo fuera por diez segundos. ¿Y si aquel armario maldito formaba parte de una confabulación con el mismo demonio? Teniendo en cuenta que el "Sexictator" existía y lo que era capaz de hacer, podía existir todo… ¿Y si Jan entraba ahí y no volvía nunca?...

--En fin…--murmuró el chico armándose de valor—pues tendré que hacerlo…

Se levantó despacio y se encaminó con paso inseguro hacia el armario. Una vez frente a sus puertas de madera lacada en negro se giró para mirar a su hermana, que le observaba a escasa distancia, junto al tablero, con las manos apretadas sobre el pecho.

--Hasta luego, Katia—trató de esbozar una sonrisa, pero una ráfaga turbia en sus ojos verdosos delató su nerviosismo.

--Hasta pronto, Jan…--respondió esta—nos vemos dentro de diez segundos…

Y rezando para que aquello fuera verdad, extendió la mano y activó con un dedo tembloroso la rueda del tiempo.
Poco a poco, despacio, Jan se introdujo tembloroso dentro del armario lacado en negro, sin mirar atrás. Una vez dentro, hizo acopio de todo su valor—la idea de meterse ahí le producía un pánico casi irracional—, tomó aire y cerró la puerta tras de sí.

La poca estabilidad que le quedaba a Katia se quebró en pedazos cuando vio a su hermano desaparecer en el interior del temible mueble. Una oscura parte de sí misma se enfadó con Jan a pesar de las reglas del juego; le odió por dejarla sola, igual que haría una niña asustada, como sólo los niños pueden odiar.

"Venga, Kati, sólo son diez segundos" se dijo a sí misma intentando calmarse mientras se estrujaba las manos con fuerza, hasta cortar casi el riego sanguíneo de sus dedos, para controlar su temblor. Sí, esos serían los diez segundos más tensos de su vida…

"Sólo diez segundos" murmuraba también, casi al mismo tiempo, Jan en la silenciosa oscuridad. Respiraba rápidamente con los ojos muy abiertos, como paralizado, con la cabeza apoyada en el fondo del armario…

(…uno, dos, tres…)

Se revolvió dentro del mueble. Contrariamente a lo que su fantasía esperaba, ningún monstruo de tinieblas salió a su encuentro. Nada se movió, nada cambió.

Excepto…

…Sí…

…¿Eso que se oía vagamente a lo lejos era música?...

(Cuatro, cinco, seis…)

En efecto. Al aguzar el oído pudo escucharla con claridad. Una canción de los setenta o de los ochenta –menudo bodrio—que alguna vez habían escuchado los cascajos de sus padres: "Forever young, I want to be forever young…" Cerró los ojos y dejó que su alma se arrastrara a la deriva, siguiendo aquella tonadilla capciosa, arropado por el manto de la oscuridad. Vaya canción más coñazo…pero de alguna manera molaba…

Jan comenzó a encontrarse estupendamente. Empezó a entrarle un puntito de sueño, pero sin pesadez. Más bien era relajación, como si se hubiera fumado un canutillo después de correr los cien metros lisos… ¿Acaso perdurarían ahí dentro los efluvios de Lucas el rastafari?...

(… siete, ocho, nueve…)

"Do you really want to live forever? ..."

Hmmmmm…qué bienestar…Se hubiera pasado en ese estado horas, traspuesto y no obstante pensando con asombrosa claridad, como un Lama ancestral. Por su mente pasaban imágenes agradables, bonitos tesoros de su pasado, ideas futuras, propósitos, planes y metas que tenía para sí mismo, todo ello sin un atisbo de agobio…y claro, también el recuerdo de su hermana, esa bestia sexual que tanto le había sorprendido y que le había hecho desear exprimir hasta la última gota de semen dentro de su cuerpo en un desgarrador y loco orgasmo… hmmmm… qué gustito le había dado estar entre las piernas de Katia, dejando de lado todo tipo de tabúes…

…¡Diez!

La puerta del armario se abrió bruscamente, cortando el aire con su batida.

Un rayo de luz perpetró la oscuridad del improvisado santuario a través de la puerta abierta, y le hizo caer en la cuenta de que su tiempo se había terminado definitivamente. Le costó un poco salir, abandonar aquella dulce madriguera de sombras, pero al final lo hizo, poco a poco. Pensó vagamente que tenía que salir de aquel estado de ensoñación…por Katia…

¡Sexcitator! ¡Meta! ¡Rueda del tiempo!...

¡Oh, dios!

Terribles conceptos se agolparon en su mente en tono acusador y le hicieron por fin reaccionar, sacudiéndole de encima hasta el último rastro de placidez.

En un abrir y cerrar de ojos Jan abandonó del todo el reducido habitáculo. Una vez fuera empujó la puerta negra—era tremendamente importante dejarla cerrada, se lo decía su intuición—mientras comentaba en voz alta su experiencia ahí dentro, que le había desconcertado bastante ya que en realidad no había sucedido nada…Se preguntó si habría sido un fallo del juego…

--Nada, Katia, no ha pasado nada, un coñazo…--mintió, porque le parecía criminal decirle a su hermana que había pasado diez segundos de lo más placentero, habiendo ella a buen seguro estado muy preocupada.

Le pareció escuchar su propia voz ligeramente más profunda de pronto, diferente. Le extrañó, pero pensó que se debía a que tenía la garganta reseca después de la inmensa paja cerebral que se había montado con tantos recuerdos libidinosos, dentro del armario. "Estaré todavía flipando", se dijo.

Sin embargo, cuando a continuación se giró para sonreír a Katia, se quedó clavado en el suelo de la impresión. Su hermana estaba pálida, con los ojos desorbitados por el espanto fijos en él, esforzándose por tapar su desnudez con manos temblorosas, mirándole como si no le reconociera.

--¡Quieto!—gritó Katia, retrocediendo. Le temblaba la barbilla levemente, como si estuviera siendo presa de un ataque de pánico--¡Atrás!

Jan retrocedió inconscientemente a su vez, al ver que su hermana blandía el puño amenazadoramente contra su persona.

--Pero qué dices, Kati…soy yo…

Katia negó con la cabeza, sin apartar los ojos de aquel hombre. No. No y no. Ese maromo rubio de metro ochenta, de piel sutilmente tostada por el sol y pelo por los hombros no podía ser su hermano. Ese ejemplar masculino cuya tranca asomaba demoledora entre los rizos dorados de su pubis, oscilando como un badajo hasta casi chocar contra sus potentes muslos, desde luego no era su Jan.

--¿Quién eres?—musitó con gesto desencajado, sacudiendo en el aire su puño desafiante.

--¿Cómo que quién soy?—exclamó Jan, explotando en una carcajada de puro nervio—Soy yo, ¿quién voy a ser?…

¿Sería acaso lo de entrar en el armario una treta para volver loca a su hermana durante su ausencia, y la que había cambiado había sido ella y no él?

--Katia…--murmuró inseguro—no sé qué demonios te ocurre…--inconscientemente había elevado las manos como si quisiera demostrar que no iba armado—soy yo…soy Jan…

--¡No!—sentenció Katia entre dientes—No sé quién coño eres, pero tú no eres mi hermano.

--Pero… ¿Qué dices?... ¿Te has quedado subnormal?… ¡Mírame!

--¡Claro que te miro, degenerado!—gritó Katia, encogida sobre sí misma en un esfuerzo inútil por ocultar su cuerpo desnudo--¡Mírate tú!

Lentamente, Jan bajó la vista a sus pies. No recordaba tenerlos tan grandes…y… ¿Tanta altura tenía desde el talón hasta la rodilla?...

--Joder…--jadeó en un hilo de voz.

Su hermana tenía razón…estaba cambiado…

Esos músculos tan desarrollados, a pesar de estar en reposo, por encima de sus rodillas definiendo el contorno de sus muslos…no, no podía ser, ¡Eso no era suyo! Él era un tirillas enclenque, siempre lo había sido, delicado como una princesa de no ser por el rabo que tenía entre las piernas…

Le asaltó de pronto un pensamiento que casi le hizo rodar por el suelo del ataque de risa…"Me han puesto el cuerpo de un atleta negro… ¡sin ser atleta ni negro!"

--¡Joooder!—se miró inmediatamente la polla y estalló en carcajadas. Realmente, aquel juego era maravilloso…

--¿Se puede saber de qué te ríes?

--Jajajajajja… ¡esto sí que es una polla como una olla, hermana!…

--Ay, dios mío—exclamó Katia—tú no eres mi hermano…tú eres un loco…

Jan se miró las manos, de palma ancha y generosa, terminadas en largos dedos de marcados nudillos. Estaba atónito, acojonado y al mismo tiempo su alma daba botes de felicidad.

--Katia, te aseguro que soy yo…--insistió aún sin poder dar crédito a lo que estaba sucediendo.

Su hermana negó rotundamente con la cabeza.

--No…--musitó sin quitarle los ojos de encima a aquel dios del sexo—no puede ser…

Jan trató de acercarse a Katia pero esta hizo amago de darle una patada al más puro estilo "Mortal Kombat", así que la maniobra tuvo que quedarse en intención.

--Vamos a ver, Kati… ¿cómo podría yo demostrártelo…?—reflexionó Jan, tratando de pensar con claridad lo más rápido posible--¡Ah, ya lo tengo!—exclamó-- ¿Te acuerdas aquella vez, cuando éramos pequeños, que rompiste una maceta y me llenaste las manos de tierra para que me echaran la culpa a mí? Yo tenía dos años y tú cinco…mamá lo cuenta sin cesar, no sé como fuiste capaz de pergeñar un plan así de malvado a una edad tan tierna…

"Realmente" pensó Jan "haciendo recuento de recuerdos fuiste una hija de puta con todas las letras…"

Katia aflojó la tensión de sus músculos, aunque sólo por un instante. La chispa de miedo que se agitaba en sus ojos fue siendo sustituida por un velo de desconcierto.

--No…

--Sí…--continuó Jan—y aquellas tardes en las que, siendo más mayores, gastábamos bromas telefónicas a los putos y a las putas, y tirábamos bombas fétidas a los obreros que trabajaban en frente de casa… ¿Recuerdas aquella bomba que fabricamos dentro del cacharrito amarillo del "Kinder Sorpresa", donde va el regalo, mezclando el ácido tánico del juego de química con ya no recuerdo qué?...También se la tiramos a los obreros, ¡porque casi me explota en la mano!... Joder, éramos unos cabrones…

El rostro de Katia era una máscara de incredulidad.

--Pero…--balbuceó.

--Soy yo, Katia, ¿qué más cosas quieres que te diga?—exclamó Jan, desesperado--¡Ah, sí! ¡Esta no falla! Aquella vez, hace unos años, que hice una bandera con unas bragas tuyas y el palo de la fregona…madre mía, qué hostia me diste…y cuando la saqué al parque cantando "las vacas del pueblo ya se han escapao"…

--¡Vale, vale!—le cortó Katia—No digas más… vale…

Se tapó los ojos con el antebrazo en una postura imposible, sin querer descubrir sus turgentes pechos.

--Soy yo…--sonrió Jan tímidamente, aproximándose despacio hacia ella.

El chico sintió un deseo extraño en su vientre, diferente, calmado pero profundo, aferrado a sus entrañas, arrollador. Como si se desperezara una fiera dentro de su estómago, su bostezo como una lenta llaga de sol y calor que se expandía sin remedio hasta las puntas de sus dedos.

--Joder, hermano…--Katia volvió a descubrir sus enormes ojos castaños de tupidas pestañas, manteniendo la mirada baja, terriblemente cohibida como jamás su hermano la había visto--¿cómo es posible que hayas cambiado tanto?

Jan sonrió.

--No lo sé, es este juego. Es increíble—respondió—por cierto, ¿Has activado la rueda del tiempo?

--¡Ay, demonios, sí!—Katia dio un brinco y se agachó para tomar en sus manos el relojito de una sola aguja.

--¡Me cago en diez, Kat! Ya deberíamos…bueno… ¿qué marca?

Katia levantó los ojos a su hermano con una mirada dudosa entre el morbo y el pánico, como sin estar segura del todo de creerle todavía.

--Veinte…--musitó.

A pesar de las dudas, el deseo salvaje incendiaba el alma de Katia con sólo imaginarse aquellos labios carnosos y dulces sobre su piel…

--Ajá—asintió Jan—Pues…

Katia miró a su alrededor como si buscara respuestas, confusa.

--Jan… ¿de verdad eres tú?

--Que sí, tía pelmaza…

--El armario te ha hecho todo un hombre…

Jan se encogió de hombros.

--Debo haber cambiado mucho a juzgar por el susto que te has llevado… ¿te gusta mi nuevo aspecto?

"Me gusta tu polla" pensó Katia, avergonzándose instantáneamente "Me amarraría a ella como una mona en celo"

--Vaya, ya veo que sí…

--Jani…--carraspeó Katia, con las mejillas ardiendo—me da un poco de miedo todo esto…

Su hermano sonrió y la atrajo hacia sí con delicadeza. Frotó distraídamente contra el muslo de Katia su miembro, que ya se estaba comenzando a endurecer sólo con sentirla cerca.

--Me apetece sexo contigo, Kati—murmuró al oído de su hermana con voz ronca--¿a ti te apetece sexo conmigo?

Katia se estremeció, juntando más su cuerpo tembloroso a la cálida piel de aquel desconocido Jan.

--Sí…--musitó—pero no me hagas daño… por favor…

--No te preocupes—Jan sonrió y la besó suavemente en el cuello—vamos a la cama…

A pesar de morirse de ganas de follar, Jan se sentía tranquilo como nunca, menos loco, por eso tumbó a Katia con dulzura sobre el lecho de sábanas negras en lugar de lanzarla sin miramientos. Quizá el hecho de haber cumplido treinta años en diez segundos había aplacado su ardor adolescente, dando prioridad al disfrute del camino…o quizá la promesa de la tarjeta de que podría correrse por fin, la certeza de la recompensa, le hacía sentirse más seguro y querer ir más despacio…Tal vez el sentirse por primera vez mayor que Katia, y el comprobar que más allá del miedo había despertado en su hermana algo desconocido (¿admiración? ¿Respeto?), le permitían actuar con la calma de quien sabe que lleva ventaja…

Tal vez por todo aquello su excitación era serena, pero convencida e implacable, y sus besos eran firmes y certeros…

Su sangre palpitaba dentro de sus venas sin furia pero desbordada, como una tormenta gestada con amor en un cielo preñado de sensatez. Qué ganas de follar tenía. De follar y de llenarse la boca con la sal del coño de Kati, de paladear su sabor, de lamerla entre las piernas hasta hacerla gritar pidiéndole más, de darla por el culo despacio, de paladear sus tetas gordas y sus labios de azúcar…

--Ahhhh…--suspiró mientras besaba los turgentes pechos de su hermana, lamiendo los oscuros pezones hasta sentirlos como piedras contra su lengua ardiente.

Katia no opuso resistencia cuando su hermano le separó las piernas y se colocó entre ellas, apuntalando las rodillas en el colchón. Gimió y le dejó hacer, ofreciéndole con los ojos cerrados su secreta humedad suculenta de jugos.

--Hmmm, esto está muy rico…--murmuró Jan con lascivia, introduciéndose en la boca su dedo medio que había buceado por las profundidades de Katia.

Jugaba con sus dedos en aquel coñito, aleteando dentro de ella con tranquilidad, deteniéndose en cada resquicio, degustando cada caricia. Katia arqueaba la espalda para recibirle al tiempo que echaba hacia atrás la cabeza y gemía sintiendo su sexo cada vez más mojado, con la consistencia de un bizcocho embebido en licor; terriblemente agradecido a la par que necesitado.

La chica tuvo que reprimir un grito cuando sintió el esponjoso glande de Jan jugueteando contra su clítoris, guiado por la experta mano de su dueño.

--¿Te gusta esto, hermanita?—jadeó Jan, excitado, pajeándose levemente contra el botoncito de Katia.

--Sí…--rezongó esta, revolcando su culo sobre el colchón para acoplarse mejor a aquella polla que tanto deseaba.

--Ahhhmmm…--gimió Jan—venga, cógemela y mastúrbate—murmuró.

--¿Así?...—jadeó Katia tomando entre sus manos aquella dureza, agitándola contra su congestionado clítoris.

--Eso es…así…--siseó él—hazte un dedo con mi capullo, vamos…

Katia acarició su hambriento coñito con el abultado y húmedo glande de su hermano, moviendo aquel pollón desde su base como si fuera un consolador de buen tamaño. Frotó y frotó con él los pliegues de su sexo de arriba abajo, de lado a lado, retorciéndose, emitiendo gemidos sin control mientras movía en círculo sus caderas, restregando su vientre con el estómago tenso de su hermano.

--Ahhhh…Ahhhmmm…Ohhh…esto es maravilloso…

Jan resollaba sin poder evitar insinuarse con pequeños empujones en la entrada de la vagina de Katia. Tenía ganas de penetrarla pero todavía no era el momento… Aún había tiempo para seguir jugando, la ocasión debía ser aprovechada al máximo...No le había pasado desapercibida la mirada de adoración de Katia, por debajo de su inquietud.

Estaba tan excitado y tenía tantísimas ganas de darle placer a su hermana que no le importó en absoluto el Sexcitator, las reglas, el hecho de que Katia tuviera que retroceder hasta la casilla de salida si tenía un orgasmo… De todos modos, él mismo se encontraba a un paso de la meta, y esta vez tenía permiso para correrse…

…Por cierto, ¿Dónde se correría?

Gimió encima de Katia sin poder evitarlo cuando comenzó a barajar las diferentes posibilidades.

Disfrutaba tanto haciéndola gozar…cómo le ponía de burro oírla gemir.

--Así, Katia…--jadeó al oído de su hermana--¿Te gusta?

--Hmmmmm…--Katia se movía contra la polla de Jan cada vez más rápido, dirigiéndola a su centro de placer, usándola sin dilación como si fuera su juguete particular.

Jan sonrió y movió sus caderas con suavidad, luchando por controlarse mientras ejercía una leve presión sobre aquel botoncito que volvía loca a Katia. Su grado de excitación iba en aumento y quería participar de alguna manera en la estimulación de su hermana…Sentía su miembro cada vez más rígido, la punta de su glande húmeda por su propio deseo y por los crepitantes jugos que brillaban entre los pétalos enrojecidos del sexo de su hermana…

--Ahammmmm…--gimió en voz baja, la boca entreabierta contra el cuello de Katia, clavándole los dientes en la tersa piel.

--Ahhhmmm…Jan…fóllame un poquito…--rogó ésta en un hilo de voz.

--¿Quieres?...—murmuró Jan, y le lamió con súbita fiereza la oreja--¿Estás lo bastante caliente?

Katia se retorció debajo de él tratando de incrustarse contra aquel miembro enhiesto, su estómago culebreando contra las caderas de Jan, separando aún más sus muslos temblorosos bañados en sudor y miel.

--Ohhmmmm… sí…--resopló apretando con fuerza las nalgas de su hermano contra su sexo--…Ohhh, por favor… fóllame con tu polla dura…

Aquel ruego empapado de lascivia fue demasiado para Jan. Su hermana yacía bajo él con los ojos cerrados y los labios entreabiertos como rosas calientes, acalorada, suplicando su polla, necesitando casi con desesperación ser penetrada por él…

Retrocedió un poco para maniobrar con soltura y suavemente insertó la punta de su miembro en la entrada de la jugosa vagina de Katia.

Se mantuvo unos segundos en el umbral, sin moverse, deseando meterla ahí de golpe, clavársela hasta las cargadas pelotas…

--¿Así, mi amor?...—preguntó, temeroso no obstante de hacerla daño con aquella tranca enorme.

"Mi amor". Lejos de extrañarse, Katia se revolucionó el doble al oír a su hermano referirse a ella de aquella manera.

--Ahh…Jani… mi amor…--murmuró ella a su vez, estallando el deseo reflejo a través de sus palabras—métemela entera, por favor…

Jan empujó un poco con sus caderas y bombeó suavemente dentro de su hermana, insinuándose tímidamente sin querer metérsela aún del todo. Resollaba por el esfuerzo de ir poco a poco, de no caer en la tentación de la brusquedad…

Mordió los besos de su hermana con delicadeza, deslizando la lengua despacio en el interior de su boca, acariciando las húmedas paredes de aquella cueva cada vez con más energía para terminar mordiéndole los labios con ansia, incrustando su cara contra la de ella como si quisiera atornillarla a la almohada.

Katia casi convulsionaba abriendo las piernas hasta límites imposibles, saboreando aquella lengua, luchando por atraer hacia sí los férreos glúteos de su hermano para poder sentir al fin la penetración completa que tanto deseaba…

--Qué bueno estás, Jan…—sollozó mientras se revolvía debajo de él en un esfuerzo por sentirle.

--Tú sí que estás buena…--rugió él, introduciendo su polla un poco más, follándola con dulzura.--… ¿Te gusta?

--Sí…--lloriqueó Katia—pero dame más, por favor…

Jan resopló y acarició con vigor los pliegues del sexo de su hermana, notando el contacto de su propia dureza dentro de aquel coño palpitante.

--¿Te quieres correr con mi polla, Kati?—jadeó, follándola más fuerte, abriéndose paso casi sin esfuerzo en la elástica vagina.

--Ohhh…sí…--Katia comenzó a dar tumbos sobre el colchón, deshaciéndose de placer, el chochito hecho agua abrazando la rocosa tranca de su hermano. Jan observó que un hilillo de baba brotaba de su jadeante boquita entreabierta—¡qué dura y qué gorda la tienes, por dios!…

--¿Te hace daño?—murmuró Jan, retrocediendo un poco dentro de ella.

--Ahhhhmmmm…--gimió Katia—No…sigue Jani, por favor…por favor, fóllame…

Era difícil resistirse a una hembra como aquella pidiendo imperiosamente que le destrozaran el coño de una vez…

Sin embargo, Jan se detuvo y salió de dentro de ella de improviso, arrodillándose sobre el colchón, posicionándose entre sus trémulos y sudorosos muslos.

Katia protestó al verse privada de repente de aquella verga que iba por fin a saciar su hambre…

--No…--rogó con voz quejumbrosa—No te salgas, por favor…

--Tengo muchas ganas de comerte el coñito…--murmuró Jan, la voz distorsionada y rota por el deseo—Abre bien las piernas y córrete con mi lengua…

--Pero…--se agitó Katia—quiero…necesito…

--Tranquila, mi amor—masculló Jan—tendrás mi polla después, te lo prometo…pero deja que antes te lama un poquito…para que te entre mejor…

Aquello no era una sugerencia, adivinó Katia, era una determinación de aquella bestia sexual en la que se había transformado su hermano pequeño. Acalambrada por la cercanía del orgasmo, temblando, dejó que su hermano descendiera hasta quedar con la cara frente a su entrepierna.

Cuando sintió los labios prietos de Jan sobre su tierno monte de venus, y los suaves cabellos de él rozando la parte interna de sus muslos, un estremecimiento recorrió su cuerpo terminando en su boca con un grito caliente y acuoso.

Sintió que Jan separaba los labios de su sexo con delicadeza y a continuación una resuelta lamida repasando su crepitante raja de arriba abajo, tentando al tiempo con decisión, la hizo gemir y temblar. Katia gritó de nuevo elevando las caderas hacia el cielo, incapaz de separarse de aquella flexible humedad.

Su hermano la mantenía abierta con su mano derecha al tiempo que se masturbaba como podía con la izquierda, sin dejar de lamer aquel mar de flujos ardientes que le llevaba hasta la demencia…

De cuando dejaba de sujetar los labios de la vulva de Katia para masajear el abultado clítoris con las puntas de los dedos, penetrando suavemente la entrada de su vagina con la lengua húmeda, tragándose los efluvios de aquel excitado volcán.

--¿Te gusta?—preguntó por enésima vez con la nariz enterrada en el vello púbico de Katia, sólo por escuchar la respuesta.

--Jani…Mmmmmm… si sigues así creo que me voy a…Ammmmhhhhh…

Jan masturbó a Katia con fiereza, frotándole con fuerza el coño con la palma de su mano que chapoteaba en aquella dilatada humedad.

--Eso es lo que quiero…--gruñó—eso es lo que quiere tu hermanito, Kati…quiere sentir cómo te corres en su boca, oír cómo chillas de gusto…

--¡¡Aaaaaaaammmmmhhhhhh!!…

Jan no se hizo esperar ante las bruscas sacudidas y el aullido prolongado que brotó de los labios de Katia. Volvió a sumergirse en su sexo para arrancarle el orgasmo brutal que latía en sus profundidades, moviendo velozmente la lengua hasta que le dolió como si estuviera a punto de rompérsele…

--Aaaammmhhhh…Aaaayyhhhhhhh…Ohhhh… ¡Dios!

Katia se retorció como una anguila disfrutando de su largo orgasmo, abrazando la nuca de su hermano con las piernas, golpeando con su culo empapado el colchón, rebotando neumática una y otra vez contra la nariz de Jan y sobre las sábanas mojadas de sus propios jugos y de la saliva de su hermano.

--¡¡Dios!!...¡¡Sí!!... ¡Aaaaaahhhhhhh!...—explotaba.

Jan emitió un gruñido sordo y paró de lamerle el coño a Katia para colocarse bruscamente encima de ella y penetrarla de golpe con su polla a reventar. Su hermana gimió y él empezó a follarla rítmicamente, con decisión, horadando hasta el final aquella profundidad de mermelada caliente.

Desde la primera embestida entró hasta la empuñadura, sin ningún obstáculo ni estrechez en el camino tapizado de jugos.

Con cada acometida de las potentes caderas de Jan, Katia magnificaba su orgasmo, o enlazaba con otro clímax recurrente. Jan no sabía si su hermana se estaba corriendo una vez tras otra o si había conseguido una situación de meseta en la que una misma descarga se expandía en ella como las olas del mar golpeando contra un acantilado, sin pasar por un estado de recuperación entre una y otra.

Jadeó y sacó su palpitante miembro de pronto, sintiendo la inminencia su propio orgasmo…

--Ven Katia, levántate…-- apremió con su voz profunda.

Quería correrse dentro de ella pero no follándola así…tenía ganas de poseerla en otra postura en la que la sintiera verdaderamente suya, apresada entre sus manos, quería ver temblar aquel culito gordo…

--Colócate en el suelo a cuatro patas—la urgió—te voy a romper el coño…

--Hhhmmm…--Katia se mordió el labio inferior y cerró los ojos, arrodillándose frente al colchón. Apoyó los codos sobre las sábanas y separó obediente las piernas.

--Eso es…--babeó Jan, casi fuera de sí—Levanta el culo para que pueda follarte…vamos, enséñame el coño…

Acompañó las sucintas instrucciones con un par de sonoras palmadas en las nalgas de su hermana.

Ésta no se hizo de rogar; temblando como una hoja de la cabeza a los pies, enfebrecida a causa de la excitación, arqueó la espalda todo lo que fue capaz y le mostró a su hermano la ardiente abertura entre sus piernas…

--¡Fóllame, cabrón!—le hostigó, acuciada por la necesidad de sentirle dentro, separando coqueta sus labios vaginales con los dedos.

¡¡Bum!!

Jan le sujetó la cintura con ambas manos y atrajo hacia sí las caderas de su hermana para clavarse por fin en la codiciada humedad.

Gemía como un verraco mientras la tomaba, bombeando con demencia adelante y atrás contra ese culo empapado de sudor, descontrolado.

--¡Mmmhhh…!—gruñó—Kat…¡no puedo correrme dentro!…

Pero seguía destrozándole el coño a pollazos, sin poder parar, una y otra vez.

--No importa…--resolló ella con la voz ahogada contra el flanco del colchón--¡Córrete Jan!... ¡¡córrete, por favor!!

--No…--gimió su hermano--puedo aguantar un poco más…

Comenzó a frotar el clítoris de Katia mientras continuaba penetrándola a buen ritmo, hasta que ésta se corrió escandalosamente berreando como una cerda, gritando el nombre de su hermano mientras restregaba su culo contra el bajo vientre de él en un retorcido espasmo.

Jan trató de aguantar estoicamente de nuevo el largo orgasmo de su hermana…

Pero al sentir los potentes músculos vaginales de ella contrayéndose, asfixiando su garrote a explotar, no pudo contenerse y estalló en un río de semen dentro del cuerpo de su hermana. No pensó en lo que hacía.

Jan sintió que literalmente la vida le abandonaba con aquella corrida que parecía no terminar nunca. Se olvidó del Limbo, de quién era, de que Katia era su hermana. Se olvidó de que no llevaba puesto un condón, y de que ella no tomaba la píldora anticonceptiva. Se olvido de todo…

--¡¡Arrrrggghhh!!

Rugía, se retorcía y gritaba golpeando con fuerza el trasero de Katia con sus caderas de hierro, vaciándose por fin, corriendo en pos de esa sensación dolorosa de puro placentera que partía en oleadas desde su pelvis para perderse en el infinito…

Katia le respondía y se abría; se abría y gritaba, gritaba y languidecía agotada para volver a explotar de nuevo durante las últimas sacudidas de la violenta follada.

Jan cayó desfallecido, abrazado a la cintura de su hermana como un muñeco desmadejado, resbalando por su espalda, cuando por fin se relajó.

Se mantuvo sin poder moverse unos segundos, tratando de volver a controlar la respiración, y le pareció oír, amortiguado por sus jadeos, el familiar pitido de la Rueda del tiempo…

El cuerpo de Katia se estremecía sacudido por pequeñas descargas eléctricas perceptibles sólo en el cuerpo a cuerpo, constantes.

Poco a poco Jan salió de dentro de ella, con cuidado, besando tímidamente la vacilante espalda candente, murmurando palabras inconexas.

Katia se movió levemente cuando sintió su coño inundado, chorreando un torrente de semen que resbalaba por entre sus muslos hasta manchar el suelo de madera. No tenía control ninguno sobre los músculos de su vagina tremendamente dilatada. Al sentir cómo su cuerpo desalojaba parte de la abundante y viscosa leche de su hermano reaccionó de pronto, agarrando lo primero que encontró-- la camiseta de Jan, que yacía arrugada en una esquina de la habitación, cerca del tablero-- para limpiarse un poco entre las piernas. Se precipitó a coger la prenda y comenzó a afanarse en restregar la pegajosa substancia que manaba de su coño, con la mirada fija en el suelo, visiblemente avergonzada.

--Kati…--murmuró Jan con cierto temor, reclinando la cabeza contra el borde del colchón, extendiendo una mano para acariciarle la cara.

Ella levantó la mirada con los ojos vidriosos.

--Jani…

--Joder, lo siento…

Katia negó con la cabeza.

--No lo sientas. Ha sido el mejor orgasmo de mi vida—musitó ella, con la mirada fija en los ojos de su hermano—nunca me habían cabalgado así…

Jan intentó sonreír.

--A mí también me ha gustado…--murmuró—pero Kati…yo…me corrí dentro…--añadió con la voz temblorosa por la vergüenza y la preocupación.

--Sí…--asintió ella, con una extraña sonrisa boba—estamos locos…

--Estamos locos—confirmó Jan, consternado.

Jesús bendito. ¿Por qué demonios se había dejado llevar de aquella manera?... ¡era un pirado!... ¿y ella? Tal vez acababa de quedarse preñada en ese mismo momento y sin embargo esa sonrisa tonta no se le borraba de la cara…

Se imaginó una cuadrilla de pequeños renacuajos cabezones a la carrera en busca del codiciado tesoro…" ¡Mirad chicos, el espermatozoide cojo viene en moto!..."

--Katia, esto es muy serio…

Su hermana se encogió de hombros.

--Tranquilo, Jani—replicó sin dejar de sonreír—no ha sido culpa tuya. Este juego del infierno trastorna a cualquiera…

De improviso, Katia se echó a llorar.

--Eh…--Jan la atrajo hacia sí y la estrujó contra su pecho. El cuerpo de su hermana convulsionaba en virulentos sollozos desacompasados que le dificultaban la respiración—bueno…tranquila… ¿Qué es esto? Primero ríes, luego lloras…a las mujeres no hay quien os entienda…

--Oh, Jani qué hemos hecho…

Jan se tragó a duras penas el nudo que atenazaba su garganta.

--Kati…

--Joder, quiero que todo esto acabe…no puedo más.

Jan besó las lágrimas de su hermana que brotaban de sus ojos brillantes como espejos de azabache, resbalando por sus encendidas mejillas.

--Kati, tranquila…

--¡Quiero salir de aquí!—sollozó ella angustiada, retorciéndose nerviosa entre los brazos de su hermano--¡Esto es una mierda!

Torpemente, Jan le acarició los agitados hombros, sin saber cómo consolarla. Pocas veces había visto a Katia llorar así, tan desesperada…

--Ssshhh…--murmuró mientras la acunaba suavemente contra su pecho desbocado—saldremos de esta, Kati, ya lo verás…

Jan miró su reloj. Se obligó a contar cinco minutos escasos para que su hermana se calmara. No podían permanecer inactivos mucho tiempo…era cuestión de una tirada más y llegarían a la meta…

Suspirando, observó casi sin sorpresa cómo la yegua cristalina de Katia se arrastraba de nuevo a la casilla de salida. En otras circunstancias se habría hasta reído de su hermana, pero en ese momento ni siquiera le pasó por la cabeza.

--Kati…tenemos que seguir—dijo apenas se terminó el "tiempo de espera" fijado por su cerebro de superviviente—Vamos…ya nos queda muy poco…

Katia sorbió con fuerza por la nariz y se acercó por fin al tablero para coger los dados. Tenía pintada en la cara la desesperación y la tristeza más profunda que Jan había visto en su vida; realmente se la veía desmoronada, derrotada.

Lanzó los dados sobre el tablero con una chispa fugaz de odio en los ojos.

"Da igual lo que le salga" pensó Jan "La cuestión es hacer lo que sea rápido para que yo pueda tirar de nuevo…"

Katia obtuvo un seis y un tres en su tirada. Su yegua avanzó pesarosa hasta la casilla número nueve.

--Vamos, Kati, coge una carta…--murmuró Jan, acariciando los rizos oscuros de su hermana.

Ella extendió la mano para hacerlo, pero reflexionó unos instantes antes de leer lo que estaba escrito en el reverso de la tarjeta.

--Jani…--murmuró con voz temblorosa, sujetando la carta fuertemente entre sus dedos hasta casi doblarla--…me gustaría decirte algo, por si no salimos de esta…

Jan soltó una carcajada nerviosa.

--Y dale bolo, claro que vamos a salir…--replicó, esquivando la mirada de su hermana.

--Bueno…--continuó Katia—pero por si acaso…quería decirte que…

--¿qué?...—la animó Jan.

--Que desde que saliste del armario…--susurró Katia—de alguna manera te has convertido en mi hermano mayor…no sé si el juego quería que así fuera, o si ha sido casualidad que te tocara esa carta…pero…aunque ahora estés más melenudo, quiero que sepas que me gustas así…que durante este poco tiempo has sabido ser el mejor hermano mayor del mundo…y sin embargo yo…--se le quebró la voz—me estoy dando cuenta de que he sido una pésima hermana mayor…te sonará a chorrada, pero es lo que pienso. Lo siento.

Jan sonrió conmovido.

--Pero, ¿qué tontería es esa, Kati?—rió—Tú siempre has sido mi hermanaza, me has enseñado muchísimas cosas…

--No lo sé—murmuró Katia-- te he puteado mucho…

--Bueno, y yo también, como hermano pequeño quiero decir…tampoco he sido ningún santo…

Katia sonrió levemente y se mordió los labios.

--Vamos, Kat, no te preocupes por nada de eso…eres estupenda.

--¿Eso crees?

--Sí, plasta. Eso creo. Y ahora lee la cartita de una vez…

--¿Qué?—preguntó Katia—Ah, sí…

"LA CARTA DE LA TRAICIÓN Y DEL DESEO MÁS CANALLA" leyó en voz alta, algo confusa "SI QUIERES A TU PAREJA, ESPÉRALA EN LA PLAYA…"

--¿En la playa?—reiteró Katia--¿tú entiendes algo de esto, Jan?

A su hermano no le dio tiempo a contestar, ya que se quedó boquiabierto cuando contempló una delgada línea de luz que se elevaba desde el suelo por la blanca pared, trazando una curva a la derecha después de haber recorrido aproximadamente un metro, para volver al suelo dibujando como por arte de magia el contorno de una pequeña puerta.

--¿Qué demonios…?

--Joder…--murmuró Katia, frunciendo los ojos para no deslumbrarse con el destello que emitía la pulsante luz—cada vez entiendo menos este juego…

El trozo de pared comprendido entre las líneas llameantes se derritió instantáneamente, dejando al descubierto un paisaje arenoso y un pedazo de cielo nocturno limpio como un lienzo añil tachonado de diamantes.

--Madre mía, Kat… ¿ves lo que yo veo?

Una ráfaga de brisa marina se coló en la habitación, y Jan hubiera jurado que escuchó el rumor del salobre oleaje…

--Debes coger otra tarjeta…--fue lo único que pudo articular, maravillado, absorbido por la belleza de lo que sentía, olía y veía.

Su hermana, que se había quedado blanca como el papel, con los ojos desmesuradamente abiertos fijos en la repentina abertura, palpó el tablero en busca del correspondiente mazo de cartas.

--Toma…--Jan la ayudó, tendiéndole una carta en cuyo anverso se leía "EL OTRO", viendo que su hermana era incapaz de apartar la mirada de aquella súbita magia.

Le dio un suave codazo y sólo entonces Katia reaccionó, mascullando una interjección de protesta, y tomó la tarjeta de manos de su hermano.

--Katia, ya sé que esto es muy fuerte…--murmuró Jan, aún anonadado por todo aquello—pero no nos queda apenas tiempo…venga, lee, ¿qué pone?

"LA SOLEDAD AL SEPARARSE TAN SÓLO ES RELATIVA" leyó Katia, esforzándose al máximo por concentrarse "TU PAREJA LO SABE, NO TIENE ALTERNATIVA…"

--¿Q-qué significa esto, Jan?—Balbuceó, mirando horrorizada a su hermano.

En el fondo lo sabía, pero le aterrorizaba la idea de volver a separarse de él…

Jan fijó en ella sus ojos verdes, sin poder disimular en ellos un velo de miedo. No podía salir mal, el juego tenía que ser legal, no podía pasarle nada a Katia. Pero era tan difícil, tan complicado, confiar en aquella terrible máquina que parecía tener ideas propias…

--Pues…--murmuró, tratando de que no se le notase su nerviosismo—Creo que lo que significa es…que tienes que salir ahí fuera…a la playa…

--No…--a Katia le falló la voz--¿Yo sola?

Jan asintió despacio.

--Sí, Kati, creo que eso es lo que quiere decir…

--Pero… ¡No quiero separarme otra vez de ti!—sollozó ella, negando con la cabeza –otra vez no…

--Tranquila, mira…yo iré a buscarte en cuanto pueda, te lo prometo…sólo serán unos minutos, como cuando me metí en el armario…

--No--corrigió inmediatamente Katia—Tú estuviste diez segundos, Jan… ¿y si no puedes venir a buscarme?... ¿y si esa puerta se cierra y yo no puedo volver…?

Jan reflexionó. "Tu pareja no tiene alternativa" había dicho la carta de Katia. Tenía razón.

--Kati…--a Jan le falló la voz—no podemos hacer otra cosa sino confiar…

También él tenía ganas de llorar, estaba realmente asustado.

--Tenemos que llegar al final…--continuó con un nudo de desazón en la garganta—es la única manera de salir de aquí…

Era arriesgado detenerse a pensar mucho. Si lo hacía, pensó Jan, quizá la razón y la lógica impidieran que progresaran su camino hasta la meta…y quedarían allí atrapados, en ese dichoso limbo, para siempre, cuando aquel endiablado juego se autodestruyera.

--¡No, no, no!—exclamó Katia cuando vio que su hermano agarraba con determinación la rueda del tiempo--¡¡No lo hagas!! ¡No quiero salir!

Pero Jan, sintiéndose la peor sabandija del mundo, apretó el botón que accionaba el siniestro cronómetro…

Shhrrrrrr, shhrrrrrrrrr, srrrrrrrrrrr…

La aguja se movía rauda en círculos sobre la cristalina esfera. Finalmente, tras unos segundos de dilación, se detuvo en el número cinco.

--¡Vamos Kati!—apremió Jan, ligeramente aliviado—son cinco minutos… ¡sólo cinco minutos y estaré contigo!...si no cumplimos las condiciones del juego, lo perderemos todo…

Katia se enjugó una lágrima con el dorso de la mano.

--No…

--Vamos, Katia, ¡por favor!—imploró Jan—tenemos poco tiempo…

--¿Cómo sabes que no ocurrirá nada?

Jan suspiró y se mordió el labio inferior.

--No lo sé—reconoció—pero lo que sí ocurrirá es que los dos nos iremos a la mierda si no lo intentamos…

Katia volvía a llorar de impotencia, extenuada.

--Joder, Jan…

--Mira Kati—murmuró Jan, tratando de pensar con claridad—el "Sexcitator" lo fabricó algún loco hijo de puta, pero no creo que fuera un asesino…

--No sé…

--No te preocupes, son cinco minutos…yo me quedaré en la puerta impidiendo que se cierre, y te miraré durante todo el tiempo. Te lo prometo. Será como no estar separados…sólo tienes que caminar unos metros…

Katia le miró con profundo resentimiento. ¿Por qué tenía la sensación de que recaía sobre ella el destino de los dos?

--¿Me prometes que no me quitarás los ojos de encima?—murmuró con desconfianza.

--Hasta sin pestañear, si hace falta—respondió Jan—si no te vas muy lejos no te perderé de vista…

--Está bien…

Katia se levantó a regañadientes y se acercó a la puerta abierta en la pared. El olor a mar y a noche de verano penetró de pronto en sus fosas nasales, haciendo brotar una llama de nostalgia en su pecho… ¡cómo añoraba el verano!... ¡cómo le había gustado siempre nadar en el mar!...

--Vamos Kati, no me moveré de aquí…--la instó Jan a sus espaldas.

…Y, por fin, Katia cruzó la puerta…

………………………..

Inmediatamente se arrepintió de haberlo hecho.

Nada más poner sus pies descalzos sobre la arena fresca tuvo la certeza de que pasaría algo terrible…

El cielo oscuro la abrazó para darle la bienvenida y una brisa húmeda agitó sus cabellos trayéndole con más intensidad el aroma que tanto adoraba, pero eso no retiró la telaraña de inquietud en la que de pronto se sintió atrapada.

Se giró a tiempo para ver a su hermano agitando la mano, desde la puerta mágica abierta en el mismo cielo—ella no veía ni rastro de la pared, se hallaba fuera del limbo—y se dio la vuelta de nuevo para avanzar unos pasos más…

No muy lejos, lánguidas olas de espuma blanca lamían la arena de la bajamar, dejando un rastro plateado a la luz de la luna que invitaba a pasear sobre él con los pies descalzos…

A continuación, todo sucedió muy rápido; como rápido se cierra el cepo de una trampa para roedores, como rápido sesga la cabeza del enemigo una espada de hoja veloz y silbante.

De pronto Katia escuchó los gritos de su hermano tras de sí, y cuando miró hacia atrás sólo alcanzó a ver la puerta que se cerraba en el cielo sin que Jan pudiera evitarlo, desapareciendo en un instante como si nunca hubiera estado allí…

--¡Jan!—Gritó Katia, precipitándose hacia donde había estado la puerta--¡¡Mierda!! ¡Mierda, mierda, mierda!

Desesperada, echó a correr…

Pero ya no había ni rastro de la abertura. Sólo el cielo y el brillo de las estrellas la contemplaban impasibles por encima de su cabeza, con la suave brisa como único hálito de vida.

--Mierda…--lloró Katia, comprendiendo que jamás tenía que haber cruzado aquella maldita puerta—mierda, Jani…

Se derrumbó en la arena, a escasos metros de donde las olas besaban la playa, y rompió a llorar amargamente.

No llevaba apenas segundos en esa posición, enroscada sobre sí misma como si quisiera convertirse en piedra, cuando de pronto escuchó un chapoteo por encima del rumor de las olas…

No quiso mirar pero sorbió violentamente por la nariz para controlar sus sollozos, y aguzó el oído. Inmediatamente volvió a escucharlo, esta vez con mayor intensidad, y más cerca.

"Chalup, clap, chlub"…

Levantó la mirada y entornó los ojos para escudriñar la superficie oscura del mar…

¡¡Oh, dios!! Algo grande se movía bajo el agua, como si tratara de incorporarse…

¡¡Y venía directamente hacia ella!!

 

NOTA DE LA AUTORA:

Todavía no llego al final, joderrr!! Jejejje, a ver si en el próximo lo conseguimos ya de una puta de vez. La verdad es que personalmente estoy disfrutando muchísimo con esta historia…

¡¡Espero que la estéis disfrutando tanto como yo!!

Un beso fuerte y gracias a todos.
Katia quedó espantada, con la mirada fija en la ondeante superficie del mar quebrada tan sólo por las olas y… por aquella forma que se desplazaba sin dilación hacia la orilla.

Aquella cosa se abría paso a través del agua negra con decisión, y Katia tan sólo alcanzó a ver el sesgo de lo que parecía una enorme aleta caudal, hendiendo potente la superficie del agua, levantando un torrente de espuma brillante con violentos movimientos de zig-zag…

Paralizada por el miedo, con las lágrimas resecas adheridas a la piel de sus mejillas, llevándose una mano al pecho como para contener su corazón, Katia contempló cómo la forma de aquella "cosa" se iba haciendo más evidente, recortándose bajo el mar a medida que se acercaba, cada vez menos cubierta por el agua.

Una vez en la orilla, donde las olas lamían la suave arena, aquella especie de torpedo supersónico se detuvo y su silueta comenzó a incorporarse lentamente ante los atónitos ojos de nuestra protagonista.

Katia se quedó de piedra cuando comprobó que se trataba de una criatura de rasgos bastante… humanoides, de constitución esbelta y fibrosa, que erguida sobre su elevada estatura parecía contemplarla en silencio desde la bajamar.

Lo primero que Katia distinguió en su silueta de formas suaves y resbaladizas fueron sus ojos: dos enormes núcleos brillantes en su rostro, aparentemente sin párpados y de un color azul amarillento que iluminaba la noche. Dos discos fijos de oro acuoso resplandecientes como linternas.

Retrocedió espantada.

La criatura no se parecía a nada que ella hubiera ni siquiera podido imaginar. Su piel, sin escamas pero untuosa y palpitante, de un tono azul aguamarina, brillaba con un leve resplandor acerado bajo la luz de la luna. El ser se erguía sobre sus dos musculosas patas traseras—o piernas, pues francamente eran semejantes a las humanas, salvo por la consistencia de su piel y el desarrollo extraño de sus muslos a lo largo, como si hubieran estirado sus ahusados músculos hacia arriba—apuntaladas sobre respectivas aletas planas que vagamente recordaban a potentes pies membranosos terminados en espinas, cercados por vigorosos tobillos. Sus caderas eran firmes y se estrechaban muy levemente en una sutil cintura sin ombligo, que limitaba un vientre completamente plano y sólido por el que rodaban gotas de agua como pequeñas perlas de cristal, impermeabilizadas por aquella extraña piel.

La estructura de sus hombros se marcaba bajo la carne, angulosa, haciendo gala de una flexible pero robusta osamenta. Sobre su cabeza sin un solo pelo y de formas suaves colgaba un apéndice cartilaginoso de unos cinco palmos de largo, que—supuso Katia—contribuiría a hacer su cuerpo más hidrodinámico dentro del mar, porque estaba claro que ese ser vivía y se desenvolvía en el agua… Tanto era así que en su cuello largo, sobre las elásticas clavículas, se adivinaba un fino tejido branquial que aleteaba suavemente una vez fuera del agua, al vaivén de la brisa marina. Con todo y con eso, la criatura no parecía tener problemas para respirar el aire de la superficie.

Lo que más llamaba la atención en aquel ser de rasgos finos y hermosos, además del extraño apéndice que colgando de su cabeza se perdía en su espalda, era la enorme aleta dorsal que surcaba su columna vertebral en toda su longitud, y que en aquel momento yacía, inerte, casi doblada sobre la definida espalda de la criatura, como una fina capa de nácar membranoso.

Aquel ser anfibio miró a Katia, e inmediatamente ésta sucumbió a aquellos ojos azules de resplandecientes halos amarillos. Paralizada, atrapada en aquella mirada vertiginosa, sabiéndose de pronto a merced de ese ser de gelatina y sal, no pudo hacer otra cosa que dejarse caer de nuevo sobre la arena, temblando de la cabeza a los pies, incapaz de huir.

La criatura se aproximó un par de pasos hacia donde ella se encontraba. Se acuclilló despacio en la arena, con inusitada elegancia, y escrutó el rostro de la chica con sincero interés. A Katia le pareció que la olfateaba disimuladamente.

--P-por favor, no me hagas daño…--consiguió decir al fin, aún sin poder apartar los ojos de las pupilas del ser, prendida en ellas, deslumbrada.

Sin poder evitarlo analizó a la criatura, deteniéndose en cada pulgada de su rostro. Los rasgos de su cara eran finos y decididos, como esculpidos en su piel, trazados en ella con determinación en el lugar preciso. Sus ojos resultaban demasiado grandes en el mosaico de su rostro, algo separados, pero no obstante armónicos con los delgados labios de un tono violáceo, y con el anguloso saliente que recordaba a una nariz. Su mandíbula se afinaba en una barbilla apuntada en forma de corazón, flanqueada por dos firmes maxilares.

Al fijarse más en su rostro, Katia descubrió que la criatura apenas tenía líneas de expresión, y sin embargo sus mejillas estaban surcadas de lo que parecían antiguas pinturas de guerra, con símbolos rizados igual que las crestas de negras olas. En su frente ancha lucía una gema sin engarce que parecía, de manera inexplicable, estar acoplada a su piel, incrustada en su carne…Se trataba de una piedra tallada, semejante a un zafiro oscuro de gran tamaño, la cual emitía un brillo limpio y puro que rivalizaba con aquella inquietante mirada casi fluorescente.

--Tranquila, Katia—la criatura le habló con voz susurrante, profunda como un cántico en el fondo de un pozo—no voy a hacerte daño…

--¿Quién eres…?—murmuró Katia--¿cómo sabes mi nombre?

El ser sonrió ampliamente y la miró con amabilidad.

--Tengo muchos nombres—respondió—Para ti soy tu amante del mar. Esta noche, mi nombre es Shellen.

El ser se acercó más a Katia, hasta rozar con la resbaladiza piel de su brazo el hombro de la chica. Estaba desnudo de cintura para arriba; su cuerpo tan sólo estaba cubierto por lo que parecía ser una pequeña túnica hasta las rodillas, rasgada en los bordes, que se ajustaba a sus caderas como un extraño taparrabos.

Katia se apartó de él inmediatamente, esquivando su frío contacto de pez.

--Y, en cuanto a por qué sé tu nombre—continuó la criatura en tono calmo—sé muchas cosas de ti y de tu hermano, no sólo esa…pero no te asustes de mí, por favor.

El enigmático ser se acomodó sobre la arena y dirigió sus ojos al vasto cielo estrellado.

--He venido para ayudaros a salir del limbo…--murmuró con la mirada fija en la lejanía, a una Katia que era incapaz de articular palabra—para acompañaros hasta el final…

--¿Hasta el final?—Katia se atragantó con las palabras.

--Sí—asintió el ser de agua—hasta el final del juego. Hacía tiempo que no jugaba nadie, ya empezábamos a preocuparnos la Madre y yo…

Katia se abrazó las rodillas para esconder aún más su cuerpo desnudo. ¿Qué estaba dando a entender aquella criatura?... ¿Qué demonios se proponía hacer? ¿De qué estaba hablando cuando se refería a "La Madre"?... ¿Quién orquestaba todo aquello?

--¿Quién es la Madre?—musitó, ocultando las sudorosas manos en la curva de detrás de sus rodillas.

La criatura emitió algo parecido a una risa ahogada.

--La Madre es quien dio a luz el juego, por supuesto.

--¿La persona que lo fabricó, quieres decir?

El ser se giró y la perforó de nuevo con su mirada aguamarina.

--Nadie ha dicho que sea una persona. Y no sólo lo fabricó, sino que lo llevo dentro de sí, parió la idea primigenia. Los materiales físicos vinieron después…

--Ahm…--murmuró Katia, asintiendo. No estaba segura de haber entendido bien, pero realmente no entendía nada de nada, de manera que dejó por imposible todo atisbo de coherencia. Desde que habían comenzado a jugar a aquel trasto del demonio la razón había pasado a un segundo plano…

--Me parece estar volviéndome loca…--susurró para sí, meneando su cansada cabeza.

--No, preciosa—murmuró el ser, y alargó el brazo para tocarla—No estás loca. Sólo estás un poco asustada…

Katia dio un respingo cuando sintió de nuevo el contacto algo viscoso de aquellos helados dedos sobre su brazo derecho. Pero no se retiró.

--Estás frío…--murmuró estremecida.

La criatura sonrió.

--Sí…--respondió—eso al menos es lo que parece…

Dirigió a Katia una sonrisa alarmante, llena de latido contenido.

--No te dejes engañar por mi aspecto…--concluyó sonriendo—en realidad, desde hace rato estoy bastante…caliente…

Corroboró aquella súbita afirmación con una mirada impúdica que repasó la desnudez de Katia de arriba abajo. Un brillo extraño centelleó en sus ojos cristalinos por un instante.

Katia articuló algo ininteligible y se revolvió sobre la arena, tratando de distanciarse un poco de Shellen. Pero no pudo escapar de la tela de araña tendida por sus ojos de agua…

--¿Dónde está Jan?—murmuró, visiblemente turbada—has dicho que estabas aquí para ayudarnos a los dos…

--Sí…--repuso el desconocido, con la mirada de nuevo fija en el cielo nocturno como si consultara las estrellas—ya no puede tardar demasiado…

--Oh, gracias a dios—los ojos de Katia se iluminaron por un instante--¿va a venir aquí?

El ser la miró de nuevo con sus penetrantes y enormes ojos, sonriendo.

--Sí—asintió en un susurro—Al menos así es como está planeado…

"Oh, dios" El alma de Katia se relajó bruscamente por fin, aunque no del todo, puesto que creer las palabras de aquel ser implicaba depositar sobre él una confianza ciega, del todo cuestionable…

--No te preocupes, Katia, puedes confiar en mí—sonrió la criatura, como si hubiera leído ese relámpago de duda en la mente de la chica—Tu hermano te quiere, vendrá a buscarte. Mientras tanto le esperaremos charlando tranquilamente…así podré contarte lo que se espera de vosotros ahora que habéis llegado hasta aquí.

Katia le miró interrogante, la súbita alegría inicial truncada por el miedo.

--¿Lo que se espera de nosotros?—preguntó, sin entender.

Shellen la miró con un destello de ternura.

--Sí, pequeña—asintió—Para salir del Limbo y terminar el juego deberéis pasar una última prueba, tal vez la más complicada de todas. La prueba final.

Katia se echó a temblar inmediatamente.

--No tengas miedo, bonita—murmuró Shellen—voy a explicártela, aunque sólo a ti; tu hermano no sabrá apenas nada…así es como debe ser.

Aquellas palabras sonaron como un reto abierto en la mente de Katia. ¿Una última prueba final de la que ella conocería los entresijos, oculta para su hermano? ¡Maldito juego retorcido y cruel!

Se irguió levemente sobre la arena y contempló desafiante al ser de agua, enfrentando su rostro de angelical guerrero.

--¿De qué se trata?—preguntó con los dientes apretados.

Shellen asintió de nuevo con cierta satisfacción.

--Es sencillo—explicó—es una prueba que tiene implicaciones diferentes para ambos. La tuya será una prueba de resistencia. La de tu hermano, una prueba de entrega. Él no sabrá apenas nada, sólo tú y yo—recalcó, haciendo énfasis en esto último.

--De acuerdo—replicó Katia--¿qué es lo que tengo que hacer?

La criatura se acercó más a Katia, hasta casi rozar su piel con sus cincelados labios, besando su mejilla con su aliento cargado de tensión.

--Es fácil, pequeña…--murmuró al oído de Katia con voz ronca—escúchame bien, te lo voy a explicar…

……………….

Jan estaba confuso y cada vez más preocupado. Hacía ya aproximadamente un minuto que había sonado la alarma de la Rueda del Tiempo, y no había ni rastro de su hermana.

En realidad no le había extrañado demasiado que se cerrara la improvisada puerta que daba a la playa nocturna…nunca hubiera esperado, a aquellas alturas de la partida, que se le hubiera permitido acompañar a su hermana aunque tan sólo fuera observándola desde lejos… ¿cómo iba a obviar las perversas intenciones del Sexcitator, cuando estaba claro que la situación requería que Katia saliese sola?

Vale. Eso estaba claro. Había dado por hecho desde el principio que les separarían, no sin un regusto amargo en el alma. Pero…

¿Qué se supone que tenía que hacer ahora, una vez habían transcurrido los cinco minutos determinados por la Rueda del Tiempo, si su hermana no volvía?

Asustado, se levantó preguntándose qué sería lo correcto y dio algunos paseos en círculo por la habitación, intentando pensar. Casi se le escapa una carcajada al ver sus pantalones vaqueros arrugados en una esquina, prenda que ni en un millón de años podría volver a ponerse—su cuerpo seguía teniendo aquellas medidas prestadas que había adquirido dentro del armario negro; no había vuelto a su forma original ni Jan sabía cuándo demonios lo haría--, de manera que a su pesar tenía que permanecer desnudo, sin ningún tipo de escudo que le protegiera.

Se le había ocurrido la idea de vestirse porque pensó que lo más lógico sería tener que salir a buscar a Katia, si es que ella no volvía…

Pero… ¿salir a dónde?

Y, lo más importante, ¿Cómo iba él a escapar de ese maldito lugar llamado "Limbo", que no tenía puertas ni ventanas?

…Por dios cristo, ¿Qué diablos tenía que hacer en ese momento?... joder... ¿Qué era lo que se esperaba de él exactamente?

Perdido y desorientado, repasó con sus sudorosas manos la superficie pulida del tablero. Acarició con dedos temblorosos las elegantes runas grabadas en el cristal, el recorrido sinuoso de las casillas formando el símbolo del Infinito, desde la salida hasta la meta…

¡Oh, dios santo, la meta!

¿Acaso él debería…?

Observó su propia ficha, el orgulloso león de cristal, a un paso de la última casilla sobre la que se leía la codiciada palabra.

"META".

"¿Y si…?"…

Acto seguido, con decisión, cogió los dados cristalinos y los arrojó resueltamente sobre el tablero, intuyendo vagamente que corría un gran riesgo, sin detenerse demasiado a pensar que tal vez no era "correcto" que él llegase a la meta solo, sin Kat.

Pero, en definitiva, hizo lo único que podía hacer…

Le tocaba mover ficha…y debía seguir las indicaciones del juego, aunque su hermana no estuviera allí. No le quedaba otra posibilidad para encontrarla, donde quiera que estuviera; ya llevaba demasiado tiempo de brazos cruzados.

Obtuvo un siete y un uno: un ocho, bonito número resultante. Independientemente de aquella puntuación, el león translúcido avanzó solamente una casilla, y se detuvo sin vacilar y sin volver atrás en el lugar señalado como "META".

Jan contuvo la respiración durante un instante, aguardando a lo que fuera que ocurriera a continuación…

No bien la figura del león hubo tocado dicho espacio del tablero, el chico sintió con horror que el suelo bajo sus pies comenzaba a temblar, y vio que el diamante hialino situado en el centro del tablero volvía a emerger de su guarida— exactamente igual que ocurrió al inicio del juego, cuando a él y a su hermana les fueron explicadas las reglas del mismo---y comenzó a girar despacio, emitiendo su característico haz de Luz pulsante.

"META ALCANZADA" sentenció una cristalina voz de mujer cuyo eco reverberó en las paredes interminables del "Limbo".

"PERO USTED AÚN NO HA LLEGADO AL FINAL DEL JUEGO"…

Tras esta última aseveración, la luz del diamante fue ganando intensidad gradualmente, hiriendo los ojos de Jan y llenándolos de aquella familiar ceguera blanca…

"REPITO…" insistió la voz, como si se tratara del ordenador central de una inmensa nave espacial "USTED AÚN NO HA LLEGADO AL FINAL DEL JUEGO…"

……………………….

 

Junto a Katia, el ser de agua volvía a escrutar el firmamento como si allí se hallara la respuesta a todas las preguntas que se hubiera formulado en su vida.

--Puede que tu hermano haya alcanzado ya la meta…--reflexionó.

Katia le miró confundida.

--Sí, es un chico inteligente…--murmuró la criatura para sí--y ha demostrado tener agallas…

Dicho aquello sonrió, repasando con los viscosos dedos sus propias branquias, cuyo tejido comenzaba a resecarse al aire libre, cubriéndose de una leve capa de sal.

--Pero dado que no habéis alcanzado la meta juntos, tendréis que pasar una última prueba, como te decía…

Katia asintió con ansiedad.

--Vamos, cuéntamela, de qué se trata—exhortó en tono cortante--¿Qué es lo que tendremos que hacer?

El ser de agua se giró hasta quedar frente a Katia y selló los labios de ella suavemente con su membranoso dedo.

--Despacio, querida, despacio—sonrió con dulzura.

Repelida a la par que asombrada por las sensaciones que el contacto de Shellen despertaba en ella—era como si hubiera querido y odiado desde siempre ser tocada por él, en la soledad de su mente--, Katia enmudeció y contempló sin querer bajar la mirada los refulgentes ojos de la criatura.

--Antes dime—murmuró Shellen--¿Qué te parezco yo?

Acarició brevemente las mejillas de Katia y volvió a posar su mano sobre su flexible cintura cartilaginosa.

--¿A…a que te refieres?—preguntó ella, algo desconcertada por aquella pregunta.

Shellen entornó los ojos—por primera vez pudo distinguir Katia dos delgadas membranas azulíneas, casi traslúcidas, que hacían las veces de párpados—y enfocó la mirada de Katia convirtiéndose en un intruso sin pudor dentro de su mente.

--Pues me refiero a si te repugno, te doy igual, te gusto…Puede que incluso hasta sientas una semilla de deseo por mí, ¿qué me dices Katia?... ¿Qué piensas?

Paladeó la pregunta con la seguridad de quien sabe de antemano la respuesta. Y aguardo con los músculos replegados siempre alerta, como un gato dispuesto a saltar…

Katia bajó la mirada de nuevo hasta la blanca arena. Sus mejillas arreboladas daban fe de la rebeldía que sentía por el choque de sensaciones que se producían dentro de su cabeza. Le hubiera gustado abofetear a aquel ser que tanto disfrutaba con aquella situación, lanzarse sobre él y…y golpearle, borrarle a tortas aquella sonrisa…no sabía por qué… ¿Dónde estaba su Jan?

--Vamos, Katia, no pongas esa cara…—murmuró la criatura, con una chispa de diversión en los ojos—contéstame…

Oh dios, esa mirada. Esos ojos como discos de luz derretida. Cómo descolocaban a Katia, no podía evitar llenarse de ellos una y otra vez…

--¿Me deseas?—Shellen inclinó levemente hacia delante su cuerpo flexible como un junco, rozando con sus labios el hombro desnudo de Katia.

Ella tembló.

--¡Pues claro que no te deseo!—exclamó con resentimiento, apartándose de la dulce humedad de aquella boca.

"Sabor a mar". La frase cruzó la cabeza de Katia como un rayo. Y a continuación, la inevitable pregunta: "¿A qué sabrían los besos de Shellen? ¿A fuego, a agua, a sal?... ¿a qué sabría su lengua?..."

Sintió un escalofrío y un revoloteo entre las piernas al imaginar por un momento que Shellen le lamía los labios.

Al tenerle más cerca le llegaba su olor, un olor profundo que evocaba las profundidades oceánicas, las algas marinas, el agua encrespada por las olas cargada de pequeños guijarros y granos de arena…

Shellen rió.

--¿Estás segura?—preguntó, aproximándose más a la indefensa Katia--¿estás segura de que no me deseas?...

Ella no respondió. Se replegó sobre sí misma intentando ocultar la humedad de su coño contra la arena. Se había mojado inmediatamente después de imaginar la lengua de Shellen moviéndose despacio entre los tiernos pliegues de su sexo…

¡Qué acción tan irracional! ¿Cómo era posible que su mente fuera tan jodidamente cerda?

--Sí, estoy segura—respondió con rabia. El temblor de su voz delató al gigante con pies de barro tras el que se ocultaba.

¡No! Dios mío, qué ganas de machacarle tenía…De abalanzarse sobre su cuerpo fibroso y húmedo, pegarle… asir su carne prieta con las manos, arañar su espalda….sentir su excitación, aquel cuerpo entrenado moviéndose con deseo contra sus caderas…"Oh, no Kat, ¡eso no!" se dijo alarmada "no le mires la polla, ¡no le mires!"... pero… ¿cómo la tendría? …¿cómo sería el rabo de aquel humanoide cuando estaba excitado?...

No pudo evitar lanzar una mirada furtiva al taparrabos de Shellen, oculto bajo la sombra de su antebrazo. No consiguió ver nada.

Sin embargo, aquella mirada relámpago no le pasó desapercibida al ser del mar.

--Vaya, Katia…--sonrió sin suficiencia— ¿Quieres verme?

Katia sacudió la cabeza con gesto de indefensión.

--Ya te estoy viendo…

Shellen se echó a reír.

--Vale. Está bien que te hagas la tonta. Me gusta.

Katia no supo dónde mirar. No quería quedar atrapada en los ojos de la criatura otra vez y que esta supiera la verdad…

--Aunque—continuó Shellen—me gustaría que si lo que quieres es verme la polla me lo dijeras…es normal que tengas curiosidad, mujer.

--Joder, esto no puede estar pasando…--murmuró Katia para sí.

Claro que quería verle la polla. Más que eso, necesitaba verla. Un hormigueo cada vez más intenso se abría paso dentro de su coño caliente desde hacía rato. El sólo hecho de oír a Shellen referirse a su propio miembro le hizo removerse intentando calmar su ahogado sexo contra la arena.

Aquel ser era tan extraño, tan delicado, tan…bello…

--No, por dios, no quiero verte…--musitó con un hilo de voz.

La criatura sonrió.

--Claro. Ni yo mostrarte nada hasta que te haya contado de qué trata la prueba…

Katia se irguió, haciendo acopio de valor para enfrentar de nuevo su mirada.

--A qué esperas, Shellen—le retó en voz baja—cuéntamelo de una vez…

…………………………………

Envuelto por la cegadora luz blanca, Jan sintió de pronto algo que golpeaba con fuerza el dorso de su mano derecha. El contundente objeto cayó al suelo y rebotó un par de veces sonoramente a sus pies, como si alguien se lo hubiera lanzado con malas intenciones. Asustado, retrocedió en medio de aquella claridad en la que nada podía ver.

"NO OLVIDE LLEVAR CONSIGO LA RUEDA DEL TIEMPO" Escuchó que decía la voz en tono neutro "ES MUY IMPORTANTE…"

Despacio, se agachó en la cegadora luz y palpó con impotencia el suelo junto a sus pies.

Ahí estaba.

Cerró la mano en torno al odioso objeto y se dejó arrastrar por aquella intensa luz que le hacía perder conciencia de todo cuanto le rodeaba…

……………………….

--Bueno…--meditó Shellen, escarbando la arena con un dedo distraído—tu hermano ha alcanzado la meta… pero tú no, así que… el juego no acabará hasta que ambos paséis, como te decía, una prueba definitiva.—tomó aire para continuar--La prueba consiste en lo siguiente…Dos personas te torturarán hasta que no puedas más…

Los ojos de Katia se abrieron de par en par.

--¿Torturarme?...—balbuceó

El ser de agua se echó a reír.

--Bueno, no de mala manera—se apresuro a aclarar—no para hacerte sufrir…Al revés, será justamente con la intención contraria…

--Explícate con claridad, por favor. Quiero entenderlo.

--No quería confundirte—sonrió Shellen—perdóname. La cuestión es que dentro de poco, esas dos "personas" harán todo lo que esté a su alcance para hacerte gritar de placer. El primero de ellos que te robe un orgasmo, ganará la prueba final.

Katia asintió, procesando rápidamente la información.

--Como quizá ya habrás adivinado—prosiguió Shellen, con un destello de deseo en la mirada—esas dos…"personas"… somos tu hermano y yo. Él no sabrá que peleará conmigo por un orgasmo tuyo…lo que hace todo esto aún más interesante si cabe, porque el final del juego será distinto si te corres con él o te corres conmigo…

Katia trató de analizar todo aquello de la manera más objetiva que fue capaz.

--Te lo diré de otro modo—resolvió Shellen—si te corres con él, volveréis a casa y el Sexcitator tan sólo será un vívido recuerdo…

El ser hizo una pausa, escrutando el rostro de Katia con su penetrante mirada aguamarina.

--…Si, por el contrario, no puedes evitar correrte conmigo…--murmuró sonriendo, humedeciendo brevemente sus labios resecos—él podrá salir, pues ha llegado a la meta; pero tú te quedarás aquí junto a mí…hasta que alguien juegue otra vez y venga a ocupar tu lugar…

La primera reacción de Katia fue de alivio. Ella misma se sorprendió. Pasara lo que pasara, gracias a dios Jan iba a salir de allí…

Pero al instante siguiente, cuando repasó mentalmente la última frase del ser, la garganta se le cerró en un nudo de angustia.

--En eso consiste la prueba—concluyó Shellen--¿qué te parece?

Katia le miró con rabia.

--No me parece muy difícil…--lanzó las palabras a la arena, casi escupiéndolas.

El ser de agua rió abiertamente, con aterradora sinceridad.

--Vaya…me alegro mucho de que pienses así…

Katia se encogió de hombros. Independientemente de lo que aquel ser pudiera hacerle, no era difícil dejarse llevar por las hábiles caricias de su hermano…a quien echaba de menos más que a nada en el mundo.

Aunque no podía negar que Shellen la inquietaba, sería infinitamente más fácil alcanzar el clímax con su adorado hermano que con aquel desconocido… ¿o no?...

--Nunca tendría un orgasmo contigo—le dijo con hostilidad.

--Hmmm… qué segura estás…--murmuró Shellen con ironía—me agradará ver que no te equivocas…por cierto—añadió—hay un detalle que no te he contado…una pequeña condición sin importancia…

Antes de que Katia pudiera reaccionar, la criatura la atrajo hacia sí y con firmeza la apostó sobre su pelvis. Katia notó una enorme dureza intrusa, cubierta sólo por la delgada tela del taparrabos, que se incrustó sin miramientos en su coño humedecido. Se revolvió tratando de esquivar aquel rabazo, reprimiendo un espasmo de placer. Qué gordo y que duro se sentía entre sus piernas, tan cerca…

Shellen sujetó sin dificultad las muñecas de Katia con una de sus manos, mientras que con la otra trazó delicados y húmedos círculos en torno a su endurecido pezón, al tiempo que elevaba levemente las caderas para clavarle aún más aquella dureza contra su sexo.

--Oh, Katia…--murmuró al oído de la chica, pasando su lengua ardiente por la curva de su cuello—cómo me gusta tu coño…

Katia intentó zafarse, pero no podía disimular la excitación que empapaba sus muslos. Maldijo a su propio cuerpo y sintió ganas de llorar.

--¿Qué es lo que no me has contado?—silbó, retorciéndose como una anguila sobre la polla dura de Shellen--¿Cuál es ese "detalle sin importancia" que me tenías que decir?

--Ah, eso…--murmuró la criatura, bajando con su resbaladiza mano hasta la cintura de Katia, empujándola hacia su entrepierna, explorando con los dedos por debajo de su tembloroso vientre—sí…verás, durante toda la prueba no podrás ver absolutamente nada. Tendrás los ojos tapados…--jadeó—con esto…

Aún con Katia encima, la criatura se deshizo de su taparrabos y se lo mostró mientras aplastaba, directamente contra el muslo trémulo de Katia, un inflamado y caliente cilindro muy mojado, ya sin ropa de por medio. Arrugó la prenda manchada de excitación contra la nariz de Katia mientras ésta resollaba y se debatía consigo misma para separarse de aquella polla dura como una piedra…

--¿Los ojos vendados?—preguntó ella con la voz entrecortada—eso no es ningún problema…sabré quién es quién…

--¿Ah, sí?—gruñó Shellen, atrayendo de nuevo hacia sí las caderas de Katia con fiereza—me alegra que lo tengas tan claro…

Empezó a moverse levemente contra ella, insinuando pequeños empujones con su rígido y enorme miembro a la entrada de aquel coño babeante.

--Por favor, suéltame…--sollozó Katia.

Pero, lejos de hacer caso de sus ruegos, Shellen apretó su torso desnudo contra la espalda de ella, gimiendo contra su piel, agitado, los poderosos pectorales moviéndose hacia arriba y hacia abajo por la acalorada respiración.

--Relájate, Katia…olvida a tu hermano sólo un momento, disfruta de Shellen…--susurró, sus labios embebidos de deseo—A tu Jan puedes tenerle cuando quieras…--resopló, con un golpe seco de cadera—yo soy lo único que jamás imaginaste poder tener…

--Ahmm—Katia intentó desasirse por enésima vez, no obstante terriblemente excitada, luchando a brazo partido por no rendirse.

Sintió de pronto el resbaladizo dedo de Shellen jugando en los pétalos de su sexo, lentamente, con decisión…

Joder, ¿por qué le arrancaba esos estremecimientos?... ¿Por qué deseaba mover el culo contra él, sentir en su vagina la punta de aquella polla enorme?...

"Jan…" murmuró para sí, cerrando los ojos y languideciendo entre los brazos de aquel amante perverso "Jan…lo siento…"

De pronto, una sonora explosión rompió el silencio nocturno de la playa.

 

 

Shelen retiró su dedo de las profundidades de Katia, y depositó a la chica suavemente, a su lado, en la arena, al tiempo que se giraba hacia el lugar de donde procedía el sonido.

Katia, temblando, ahogó un grito en la garganta cuando miró en la misma dirección.

La brusca explosión inicial había dado paso a un ruido sordo, como un rumor de tambores roncos, sostenido, que latía cíclicamente al tiempo que un estallido de luz blanca se iba materializando a escasos metros de ellos, sobre la arena de la playa.

El deslumbrante resplandor les obligó a ambos a apartar la mirada por un instante…

Katia observó por el rabillo del ojo como Shellen se cubría los ojos con el brazo, tratando de distinguir el contorno de una silueta que comenzaba a recortarse en medio de aquella luz, que de pronto parecía flaquear en intensidad gradualmente…

Una silueta que…

--¡Oh, Jan, dios mío!

Katia echó a correr hacia la figura, desnuda, levantando nubarrones de arena a su paso, y se arrojó a los brazos de su hermano.

--Estas aquí… ¡Oh!...Por dios… ¡Estás aquí!...—exclamó con los ojos llenos de lágrimas, palpándole el rostro como si le reconociera con las manos—Oh…Jan…

Apenas podía contener su inmensa alegría.

¡Su hermano había ido a buscarla!

Estaba allí, frente a ella; no con la forma que le había otorgado el armario del Limbo, sino chiquitín, flacucho, como Katia le había visto siempre…todo un héroe…se dio cuenta de que prefería mil veces más ese aspecto que el que su hermano tenía la última vez que le vio…

--Oh, Jan…eres tú…gracias, gracias, gracias…

Jan sonrió algo aturdido, los ojos aún cegados por la terrible luz, abrumado por la efusividad de su hermana.

--Y estás como siempre…--matizó esta, con un deje de orgullo.

--¿Qué?...

Jan se miró las manos, los pies, las rodillas…y todo lo demás.

--No lo entiendo…--no pudo evitar decir—si antes de salir a la playa yo…no pude ni ponerme los pantalones…

Katia se echó a reír con desenfreno.

--Bueno, ¡qué más da!—rió Jan a su vez.

Su hermana le contempló unos instantes en silencio, con los ojos brillantes.

--A mí me gustas más así…--murmuró.

Jan la atrajo hacia sí para abrazarla, sin reparar en la extraña criatura que contemplaba la escena unos metros más allá.

Pero Katia sí vio a Shellen, así como la sonrisa indescifrable que se trazaba en sus delgados labios de sal.

Se apartó despacio de su hermano, rígida como un témpano, al ver que el ser de agua se acercaba, hasta situarse justo detrás de Jan.

--¡Joder!—exclamó éste dando un respingo, cuando se giró, como alertado por una mano invisible, y se topó de bruces con el hombre de las profundidades.

De golpe, el corazón se le subió a la glotis y comenzó a latir a más de cien.

Los pasos de Shellen eran tan silenciosos sobre la arena que Jan no le había oído acercarse; tan solo había sentido vagamente su presencia, como un par de ojos clavados en su espalda…

¿Qué era "eso", por dios santo?... ¿qué demonios era esa criatura que le contemplaba con aquellos enormes ojos lumínicos, sin pestañear?

--Hola, Jan…--sonrió la criatura, y ante la anonadada mirada de Katia le tendió la mano.

Jan miró a su hermana y apreció el brillo de rabia que se agitaba en sus ojos, lo que le hizo pensar que Katia "conocía" de algo a aquel "monstruo"…

--Hola…--no pudo por menos de responder, sin salir de su asombro, estrechando aquella mano fría y gelatinosa.

No le pasó por alto que aquel ser estaba completamente desnudo.

De hecho, la propia Katia no podía apartar los ojos de la pelvis de Shellen, hipnotizada de pronto por aquel inmenso miembro oscilante que, pese a su tamaño y diámetro, se erguía entre sus piernas como un mástil grueso y resbaladizo. Aquel falo azul acero emitía sin cesar tímidos borbotones de una sustancia densa y blanquecina, que lubricaba su golosa punta haciéndola brillar bajo la tenue luz de la luna.

Jan soltó la mano de la criatura y dio un paso atrás, con el corazón enloquecido aleteando aún en su pecho. Miró disimuladamente a su hermana, quien se había tapado la boca con la mano para reprimir una exclamación de asombro (aquella polla no era natural, no era normal…), y le dio un leve golpecito en las costillas.

--Katia…--susurró--…¿Éste quién es?...

Katia se volvió levemente hacia su hermano, sin encontrar las palabras adecuadas para responderle.

--Enhorabuena, Jan—sonrió ampliamente el monstruo de la playa, atrayendo de nuevo la atención del chico—has ganado el juego.

Tras decir aquello cruzó los brazos sobre su pecho y miró fijo a Jan, aún sonriente pero con una sombra retadora en los enormes ojos.

--¿Ah, sí?—el aludido trató de sonreír. ¿Para qué demonios estaba aquel ser ahí?, ¿Acaso iba a darle un trofeo por haber ganado?..."El Fornicator, la copa del Sexcitator"…no pudo reprimir una risa nerviosa—qué bien…

--Sí—asintió el ser, mientras acariciaba con suavidad el hombro desnudo de Katia.

Ésta bajó los ojos, apurada, en un gesto que Jan no supo entender.

Todo parecía tan extraño…Tenía el pálpito de que el juego le reservaba una última atrocidad, probablemente la peor de todas. Pero entonces, ¿por qué le decía aquel misterioso habitante de las aguas que había ganado el juego, sin más?...ahí tenía que haber gato encerrado…no podía ser todo tan sencillo…

--Entonces…--carraspeó Jan, dubitativo--¿…podemos… irnos ya?

El ser echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada melódica, evocadora del sonido de las olas en un rompiente de marfil. Apretó a la azorada Katia contra su poderoso pecho y tomó aire, para responder a Jan.

--¿"Podemos", has dicho?—recabó—No, amigo, me temo que no.

Katia miró a Jan con los ojos llenos a rebosar de culpa, y al instante agachó la cabeza, abochornada.

--Pero…

--No, no…--la criatura sacudió la cabeza, sin dejar de sonreír—tú puedes irte cuando quieras, pero si quieres llevarte a tu hermana…tendrás que ganártela.

Jan se giró interrogante hacia Katia, buscando respuestas; pero está seguía mirando al suelo, como si tratara de desgranar cada terrón de arena con los ojos.

--Adelante, preciosa, explícaselo tú…--animó el ser a su hermana, propinándole un leve empujoncito alentador—sólo hasta donde él puede saber, desde luego…

Jan frunció el ceño. Realmente no entendía nada de nada.

--Tranquilo, amigo, no pongas esa cara…no es más que un pequeño "juego"—sonrió Shellen—dentro del "Gran Juego"…vamos, Katia, explícaselo.

De pronto, de improviso, ante el asombro de Jan, una lágrima rodó por la sonrosada mejilla de su hermana. La lágrima resbaló por la redondez de sus mofletes y saltó desde la suave barbilla, precipitándose hacia la arena en caída libre. Y después otra lágrima, y otra…

Sin previo aviso Katia se deshizo. Sintió de repente que había llegado al límite de sus fuerzas. Estaba cansada. Estaba asustada.

--Kati…--murmuró Jan, tratando de comprender todo aquello que estaba sucediendo. Tomó el mentón de Katia para obligarla con suavidad a levantar la cabeza, a mirarle a los ojos--… ¿Qué te sucede?... ¿Qué pasa?...

Shellen estrechó a la vacilante Katia contra su pecho.

--Eh, Katia, tranquila—murmuró, acunándola levemente—ahora que lo estabas haciendo tan bien… vamos, tranquila…

El llanto de Katia iba en aumento. Sus sollozos agitaban sus hombros blancos. Sentía tantas cosas en ese momento…vergüenza por haberse excitado con Shellen, y por estar desnuda; vergüenza por haber tenido terribles orgasmos con su hermano, allí presente. Rabia contra sí misma por haber sucumbido al placer quedando rezagada en el juego. Odio candente contra aquella máquina infernal capaz de encarnar sus peores pesadillas de placer…Y sobre todo, culpa, una culpa pertinaz, recurrente, por obligar a su hermano a luchar cuando ambos estaban al límite, sólo por su causa, porque no había sido capaz de aguantar y mantenerse fría hasta la meta…Sí, lectores, por una vez Katia fue autocrítica y tomó conciencia de la situación, aunque ya fuera tarde.

--Bueno, Katia, no llores más—ante la atónita mirada de Jan, Shellen besó dulcemente la mejilla de Katia—ya que estamos los que tenemos que estar, vamos a llevar a cabo todo esto lo antes posible.

Katia se secó las lágrimas, rabiosa, con el dorso de la mano.

--¿Has traído contigo la rueda del tiempo?—preguntó a Jan el hombre del mar.

Éste asintió levemente, mostrándole el pequeño relojito de madera que mantenía alojado en su puño.

--Bien—resolvió Shellen—entonces…seguidme, por favor. --De acuerdo…--dijo quedamente—ya está. Ahora seguidme, por favor.

Hizo un gesto con la mano a los dos hermanos y echó a andar en dirección contraria al lugar donde se había materializado Jan hacía escasos instantes.

Jan y Katia siguieron a la criatura que les precedía desnuda, con firmes andares, quedando las huellas de sus pisadas impresas en la fina arena de la playa, alejándose de la línea de las olas.

No hubieron caminado apenas unos minutos cuando, a lo lejos, distinguieron algo parecido a un pequeño bungalow de formas suaves y redondeadas. El ser acortaba las distancias hacia aquella casita de paredes encaladas cada vez más rápido, sin mirar atrás; Jan y Katia le seguían sin decir una palabra, cogidos de la mano. La brisa marina revolvía sus cabellos y silbaba, caprichosa, en los oídos de ambos hermanos. Caminando juntos en aquella playa eran cada vez más conscientes de que sólo se tenían el uno al otro, y no había nada más. No había nada más.

Shellen de detuvo por fin frente a dos granulosas columnas de salitre que flanqueaban la entrada al pequeño bungaló.

La casita tenía forma de semicírculo, y era de color blanco sucio, como una duna emergida de la misma arena. Sobre su superficie rugosa resbalaba la luz de la luna, convirtiendo la cal de las paredes en una perla cubierta de algas, vertiéndose hacia el interior del hogar por una pequeña claraboya en el techo.

Shellen avanzó unos cuantos pasos más y se detuvo frente a una puertecita pintada de azul cielo y rojo—colores que contrastaban con serenidad y armonía--, decorada con conchas y diminutas caracolas. Se volvió hacia los hermanos, sonriendo sin malicia.

--Jan, Katia…--dijo despacio, con cierta ceremonia—bienvenidos a mi casa en la superficie…

Abrió la puerta azul celeste y les indicó que pasaran con un gesto de cabeza, sin querer precederles.

La noche se coló tras ellos dentro de aquella casita en forma de igloo, dulce y acogedora. Estrellas brillantes les contemplaban desde la claraboya abierta en el techo abovedado. Los últimos coletazos de la brisa flotaban en el aire, y una nota leve de olor a mar empapaba las paredes, aunque el lugar no estaba húmedo, sino todo lo contrario.

-

Shellen se acuclilló en el suelo frente a una pequeña plataforma de piedra y frotó dos trozos de pedernal. Saltaron chispas doradas y voló alguna que otra esquirla, e inmediatamente una llamita prendió un montón de ramas apiladas que fueron alimentando poco a poco el incipiente fuego. Una columna delgada de humo gris se elevó sinuosa y comenzó a salir al cielo nocturno por el agujero abierto en el techo del igloo.

--Ven aquí, Katia, bonita—murmuró Shellen, girándose hacia la chica—échate.

La empujó suavemente hacia un jergón de aspecto mullido que había a pocos pasos de donde ardían las ramitas.

Un olor fuerte y medicinal procedente de la hoguera embriagó a Katia mientras, ya decidida a luchar y a resistir, se sentaba sobre el camastro. Shellen la contemplaba sereno, con una sonrisa en los labios. Jan se mantenía cerca, aún de pie.

--Muy bien—el ser del mar se inclinó para besar suavemente la mejilla de Katia. El jergón crujió bajo la presión de sus alargadas manos—túmbate y cierra los ojos…

Se detuvo con sus labios en el arrebolado rostro y pasó rápidamente la lengua por la piel suave.

Jan, que observaba a escasos pasos el deleite de la criatura, la brutal espalda arqueada sobre su hermana con la aleta dorsal descansando sobre sus hombros como si fuera un velo transparente, no supo exactamente qué hacer. Se movió nervioso, pasando su peso de uno a otro pie…de pronto, al ver ese beso de Shellen, sintió una ráfaga de celos que rasgó su alma como lo haría la zarpa de una fiera.

--Jan, acércate.

Shellen le hizo un gesto al chico con la mano, aún inclinado sobre su presa.

--Dame la rueda del tiempo…

El muchacho vaciló un instante pero finalmente le tendió lo que le pedía.

--Eso es…--murmuró la criatura, colocándola en el suelo a pocos centímetros del jergón donde se hallaba Katia, tumbada y desnuda.—ahora escúchame, ya que Katia no ha podido contarte nada…

Jan se agachó en el suelo para nivelar sus ojos a los de la criatura, y asintió con interés.

--Lo que hay que hacer es sencillo…--explicó Shellen—manejaremos la rueda del tiempo de otra forma…por turnos, para estar con tu hermana. Tienes libertad de hacer cuanto quieras en tu turno, en eso no hay limitación.

Jan hizo un leve movimiento afirmativo con la cabeza.

--Yo también tengo esa libertad, desde luego—continuó Shellen, sonriendo ladinamente—Lo entiendes, ¿verdad?

El fuego crepitó de pronto con violencia a sus espaldas.

--Sí—respondió Jan—creo que sí…

--Bien—asintió la criatura—La única condición es que no podremos decir ni una palabra. Ni tú, ni yo. Sólo Katia podrá hacerlo, pero tú y yo, no—subrayó—esto es muy importante, Jan. Debes tenerlo claro en todo momento. Ni una palabra.

Jan repasó aquellas instrucciones en su cabeza.

--Pero…--se atrevió a preguntar--¿Cuánto tiempo es necesario que estemos haciendo esto…en total?

La criatura soltó una risita ahogada.

--Jan, Jan…no te preocupes por eso—murmuró, con un resplandor súbito en los ojos—únicamente deja que Katia disfrute…no te preocupes, no voy a retenerte aquí toda la vida…

A Jan no le pasó inadvertido el gesto de glotonería de Shellen mientras masticaba estas últimas palabras. Sin saber por qué aquello le llenó de aprensión. Su corazón se puso en guardia y comenzó a latir desaforadamente.

--Pero…

--Chssst…--susurró Shellen, girándose de nuevo hacia la inerte silueta de Katia, quien yacía en el jergón temblando ligeramente, el resplandor de las llamas derramándose sobre su cuerpo—ya está bien de explicaciones. Esta nena tan linda nos necesita…

El ser del mar asió la tela que hacía las veces de taparrabos, que había dejado cerca de la hoguera al entrar en la casa, y se acercó de nuevo al jergón.

--Katia, bonita…--murmuró—ahora voy a taparte los ojos…

Katia dio un respingo y abrió de par en par sus ojos oscuros, buscando a Jan con la mirada. Lo último que vio antes de que su vista se oscureciera por completo fue el rostro de su hermano, pálido, con una sombra de miedo contenida en la mirada.

"No es tonto" se dijo amargamente Katia, mientras las manos del hermoso ángel del agua la sumían en la total oscuridad "se ha dado cuenta de que hay algo que Shellen le oculta…"

Y Katia dejó de ver.

Instantáneamente el resto de sus sentidos se agudizó.

Podía oír el crepitar del fuego a su derecha, sentir el leve calor que emanaba de la hoguera. Sintió un crujido cercano, como de pasos almohadillados, y gestos entre susurros, como si su hermano y Shellen se estuvieran comunicando en silencio, tan solo cruzando ademanes y miradas o leyéndose tal vez los labios.

No tardó en sentir también una presencia cerca.

Se sintió observada. Como si…como a merced de un potencial depredador que, a una determinada señal, atacaría de pronto…

En el silencio lleno de emociones y de fuego contenido se escuchó un metálico "¡Click!".

Oh dios. Sintió de pronto unas manos sobre su piel…

Unas manos húmedas, calientes. Aquellos dedos horadaban su muslo y su cadera, abriéndose paso hacia su cintura, dejando tras de sí una estela ardiente.

Quien fuese…la palpaba con tranquilidad, como sopesando su siguiente movimiento; la tocaba como si ya conociera el contorno de su cuerpo a la vez que lo hacía con cierta indecisión, deteniéndose de cuando en cuando…¿o se detenía sólo para jugar, para deleitarse en cada rincón?

Inmediatamente sintió una respiración por encima de ella, muy cerca. Y casi al momento supo…le pareció que era su Jan quien estaba ahí con ella. Pero… ¿Por qué tenía las manos mojadas?

El contacto de aquellas manos se iba volviendo más certero. Acariciaba dulcemente su ombligo, cuando notó un amago de sombra en la oscuridad que se dirigía hacia su rostro…

Sintió una punzada extraña cuando unos labios prietos sellaron los suyos, insuflando una breve bocanada de aire sofocado dentro de ella. Instintivamente cerró la boca, y al momento la caricia de una lengua húmeda repasó despacio sus labios, obligándole a volver a separarlos, abriéndose paso hacia dentro.

Desde aquel beso lo supo, y su cuerpo se estremeció por el alivio y la alegría.

Era su Jan, en efecto. Una tierna caricia húmeda en su mejilla desterró todo asomo de duda.

Katia extendió su propia mano y tanteó en la oscuridad, buscando la de él. Inmediatamente su hermano la respondió entrelazando los dedos entre los suyos.

--Jan…--murmuró Katia en un susurro casi inaudible.

Sintió de inmediato la respuesta en una respiración jadeante de su hermano, cuyos labios se precipitaron de nuevo a besarla.

Jan acariciaba la piel de la vulnerable Katia, indeciso, sin saber qué tenía que hacer exactamente…

Lanzó una mirada interrogante a Shellen, que le contemplaba sereno a medio metro escaso de distancia, con la espalda apoyada lánguidamente en la pared del igloo de cal, junto al fuego.

La criatura se mantenía expectante, y levemente le hizo un gesto a Jan para que guardara silencio, indicándole después con un movimiento de cabeza que siguiera adelante.

Jan se inclinó de nuevo sobre su hermana, con los dientes apretados para no murmurar unas palabras de aliento que era lo que hubiera deseado hacer en aquel instante, ya que Katia parecía asustada…e incluso… ¿apenada?

Difícil era adivinar ese sentimiento, pero algo le dijo que tenía que volcarse, que tenía que darle a su hermana lo que necesitaba.

Se recostó a su lado en el mullido jergón y la atrajo hacia sí, besando nuevamente su mejilla y su frente. Apretó la mano de Katia entre las suyas y comenzó a acariciar sus dedos uno por uno, despacio, deteniéndose en cada nudillo, en cada centímetro de piel.

Katia suspiró estremecida.

"Oh, Jan…"pensó, sintiéndose rara, como a punto de llorar "Te necesito…necesito todo el cariño del mundo,…y lo quiero de ti…"

Como impulsada por un resorte invisible se incorporó y buscó con los labios entreabiertos la boca de su hermano…que la respondió inmediatamente socavando despacio sus más secretas profundidades, tapizando con la saliva de su lengua aquella sedienta caverna.

Katia bebió con ansiedad de ese remanso de locura, de aquel beso tan profundo que la nutría de todo lo que le hacía falta…

Algo en su interior, hasta ese momento adormecido, se agitó aterrorizado ante la idea de perder a su hermano…

"Oh, Jan, sigue besándome, por favor…"

"Te necesito, no pares…"

Jan no sabía lo que estaba sucediendo. Actuaba movido por un extraño impulso desconocido, acariciando el rostro de Katia mientras la besaba, deslizando sus dedos entre su pelo, comiéndole la boca saboreando cada resquicio, deteniéndose en cada rescoldo de la hoguera, encendiendo el fuego con un tenue calor en crescendo procedente de un lugar secreto dentro de sí.

Abrazó a Katia con fuerza, deseando calmar ese dolor que tanto le desconcertaba y cuya causa desconocía…

Shellen observaba cada movimiento con los ojos muy abiertos y los labios apretados en una fina línea. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, como abrazándose a sí mismo, y comenzó a mover las puntas de los dedos distraídamente sobre su piel, trazando pequeños círculos.

Observó Jan, inclinado con todo su peso sobre su hermana, abrazándola contra su pecho, deslizando las manos sobre su rostro y su cuerpo como si estuviera alimentándose de su alma.

La besaba y absorbía su espíritu, calmaba la sed, la soledad de ella…

Sed.

La cintura de Jan oscilaba levemente, como bailando una danza de silencio contra la piel de Katia. Estaban tan unidos que ni el aire pasaba entre sus cuerpos.

Shellen alcanzó a ver cómo las nalgas de Jan se contraían levemente, dejando fluir una caricia de excitación. Había roto a sudar, y atraía a Katia con seguridad hacia él, sin dejar de besarla con todo su corazón.

La criatura estiró el cuello para vislumbrar más allá de las caricias y de los besos.

Katia yacía bajo su hermano con los pezones duros, cada poro de suave piel erizado, como si sufriera por no ser acariciado, pidiendo más. Se movía levemente separando las piernas, presionando la sudorosa espalda de su hermano y las insinuantes embestidas de su cadera contra su vientre trémulo.

Mil mariposas se agitaban debajo del ombligo de Katia.

Jan deslizó un par de dedos dentro de la boca de su hermana y esta jadeó de pronto, lamiéndolos con inusitado deseo.

A Shellen se le cortó la respiración cuando siguió con los ojos el trayecto de aquellos dedos insalivados, describiendo una línea recta directamente hacia el latente pubis de Katia…

Jan ahogó un gemido cuando por fin introdujo los dedos en el suave calor de aquel sexo necesitado de tanto amor… se abrió paso en las profundidades de Katia que le abrazaron como si su vagina estuviera hecha de mantequilla derretida.

Sin dejar de mover la lengua en amplios círculos dentro de la boca de su hermana, Jan la penetró despacio, dulcemente, con la punta de su dedo medio, mientras movía la palma de la mano entre los pliegues de su rajita. Cuando por fin rozó el dulce botón, presionó sobre él suavemente arrancándole a Katia un prolongado gemido.

El clítoris de Katia se hacía más evidente entre sus pétalos, abultándose, inflamándose al contacto de aquellas dulces caricias.

--Ohh, Jani…

La muchacha separó aun más las piernas y elevó las caderas, clavándose dentro de sí el rígido y empapado dedo de su hermano.

Jan acarició levemente su glande con la mano izquierda. Su polla había tomado dimensiones considerables, y la de Shellen no se había quedado atrás…engrosado y venoso, el inmenso rabo azul acero luchaba por erguirse a pesar de su peso, desplegando todo su tamaño. Un fuerte olor a excitación con un leve rastro marino a raspa de de pescado caliente inundó la estancia.

La criatura comenzó a acariciarse despacio, pero con fervor. El grueso capullo de su miembro brillaba en la penumbra del igloo, sin dejar de emitir aquellas descargas de fluido viscoso que habían pasado de intermitentes riachuelos a lentos borbotones de sustancia lubricante. Abrazó la descomunal tranca dentro de su puño y comenzó a desplazar la piel que rodeaba el capullo hacia arriba y hacia abajo, sin dejar de observar la escena, empapándose de cada detalle…

Katia escuchó con claridad, por encima de la respiración de su hermano, un sonido constante de lentos chapoteos, como si alguien ordeñara un pedazo de arcilla enfangado.

Casi al instante llegó a sus fosas nasales el penetrante olor de la excitación de Shellen…

--Hmmmm…--se revolvió inquieta, vibrando contra las dulces caricias de los dedos de su hermano, que continuaban masturbándola con calma.

A pesar de los gemidos de Katia, y de la humedad fehaciente de su coño, Jan no pudo evitar volver la cabeza, alertado por las sonoras actividades masturbatorias en las que Shellen se concentraba a sus espaldas.

La criatura levantó la vista y clavó sus acuosos ojos azul-amarillento en los ojos verdes del muchacho, sonriendo con una mueca inquietante de malicia y pasión extrema, apretando los dientes.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Jan al ver gozar a la criatura, y sus dedos se detuvieron, como congelados, en el mar de flujo de Katia.

Esta rezongó y movió sus caderas, buscando el movimiento de aquellos dedos que hace apenas un segundo la habían acariciado, frotando ya de lleno en el centro de su placer.

Pero un sonido familiar hendió el aire, marcando el final del turno que a Jan le correspondía...

Katia dio un respingo de protesta sobre el jergón y cerró las piernas, con los dedos de su hermano aún inmersos en las aguas de su vagina.

Jan escrutó sorprendido la habitación y buscó con la mirada la rueda del tiempo. La encontró a pocos pasos del precario lecho, regocijándose como una indiscreta cotorra en aquel pitido interminable que decidía sobre cuándo debían disfrutar o reprimirse.

Ante la atónita mirada de Jan, Shellen se levantó, su enhiesto miembro en ristre, y avanzó hacia ellos. Acarició con glotonería el bracito desnudo de Katia, que tembló levemente al sentir su contacto, y tiró del hombro de Jan, empujándole para que abandonara el campo de batalla. Con un movimiento rápido, introdujo sus propios dedos donde hacía escasos segundos habían estado los del muchacho, y amagó con una sonrisa un desplazamiento de vaivén.

Jan se vio obligado a separarse de Katia, y bajo las tácitas instrucciones de Shellen, se agachó y cogió la rueda del tiempo.

"dale", leyó en los labios de la criatura.

Dubitativo, deseando preguntar pero consciente de la advertencia de que no podía decir una palabra, Jan activó de nuevo el aparato.

La criatura reaccionó inmediatamente como poseída.

Separó con sus nervudas manos las rodillas de Katia y le levantó las piernas bruscamente para inclinarse sobre su abierto sexo, ya dilatado por los dedos de Jan.

Katia no pudo evitar proferir un ronco gemido cuando sintió aquella lengua caliente y húmeda abrirse paso en su rajita con voracidad. Tembló y levantó las caderas en un movimiento reflejo, maldiciendo inmediatamente su falta de voluntad.

Shellen lamía el ya abultadito clítoris con ansia, dejando una estela de fuego a su paso. Los labios menores de Katia se mojaron, se empaparon contra aquella lengua que alternaba bruscas lamidas con suaves penetraciones más atrás, dentro de su vagina.

Katia luchó contra sí misma para mantenerse fría. Pero escuchó de nuevo aquel chapoteo, y de pronto el olor brutal a sexo de pez la golpeó de lleno en sus fosas nasales.

Shellen hundía su boca en el llameante coñito al tiempo que se masturbaba sin reparos, con rapidez, sobre el jergón, arrodillado entre las piernas de Katia.

Esta se esforzó por no moverse…no quería seguir el ritmo de esa lengua, sabía lo que pronto desencadenaría en ella…

A su pesar, alargó una mano hacia la criatura, tanteando el aire. Posó sus dedos sobre la húmeda cabeza y rozó el apéndice pulposo de ésta, que se movía frenéticamente al compás de las lamidas dentro de su coño.

Katia ardía. Se retorcía como hojarasca incendiada.

Gimió incontroladamente y separó las piernas hasta límites imposibles, dejándole camino libre a aquella criatura que la follaba suavemente el coño con la lengua, sin ninguna piedad, derribando los obstáculos que su mente había colocado para esquivar el miedo, el placer, el deseo…

--Hmmmmmgmm…

Shellen se retiró un poco y frotó violentamente los pliegues de Katia, al tiempo que culeaba contra el colchón emitiendo un ronco rugido.

Jan observaba todo aquello sentado cerca de donde antes había estado Shellen, con la cabeza perdida en los celos y la rabia, y la polla a reventar.

Por fin creía haber tomado conciencia de lo que sucedía.

Aquel ser y él… luchaban por algo al intercambiarse, controlados por la rueda del tiempo, cada cinco minutos…pero… ¿cuál era el objeto de todo aquello?...

Miró a su hermana. Katia se arqueaba contra la boca de Shellen deseando sentirle… ¿sería acaso la lengua de aquella criatura un prodigio de la naturaleza que le dejaba a él a la altura del betún?

No se explicaba cómo, pero ver aquello le estaba produciendo una intensa agonía a la par que una excitación sin límites…ver a su hermana disfrutando así, casi rabiosa, con la lengua de Shellen dentro del coño y las manos del ser aferradas a sus caderas…

¿Y Shellen? …¿acaso no había mutado en una bestia? Su miembro brillante golpeaba con fuerza las sábanas, moviéndose violentamente, haciendo crujir la madera casi podrida por el salitre que soportaba el mullido lecho algodonoso… Estaba sumergido, entregado, con la nariz entre el rizado vello púbico de Katia… entre lamida y lamida, Jan podía ver la lustrosa humedad de aquella rajita sonrosada, como una abertura al infierno entre la oscuridad del pelo…

Oh…dios mío…

Agarró su propia polla y comenzó a pajearse, imaginando que se la clavaba a su hermana en todos los agujeros…mientras Shellen miraba, o se masturbaba, o le lamía...a él…o a Katia…

"Joder, me estoy volviendo loco"… pensó Jan, presa de un torbellino animal de imágenes grotescas. Le gustaba Katia, la deseaba. Le gustaba Shellen. Oh…le gustaba también…le gustaba reventar a su hermana, hacerla gritar pidiéndole más, tirándole del pelo…"Dame más"…

Joder.

Katia gemía y se agitaba. Se agitaba y se retorcía. Se revolcaba encima del colchón, haciendo fuerza contra la lengua de Shellen que trazaba rápidos torbellinos dentro de su sexo ardiente…

Sintió de pronto un resbaladizo dedo deslizándose de golpe dentro de su culo, sin previo aviso.

--Ohhhh…--gimió.

Shellen gruñó al sentir como el ano de Katia se contraía, y presionó con el dedo para penetrar hasta el fondo aquel túnel angosto…

"Oh, sí…" Jan se masturbaba a buen ritmo, deslizando con facilidad la piel que resbalaba entre sus dedos húmedos "méteselo bien…bien por el culo…"

--Mmmmmmm…

Katia movía las caderas desenfrenada, hacia arriba y hacia abajo.

"No, Katia, joder" se debatía contra su propio instinto tratando de domarse a sí misma "aguanta, por lo que más quieras…"

"Hazle correrse, Shellen, haz que se corra…quiero verlo", Jan se acariciaba al borde del orgasmo.

"Por lo que más quieras, aguanta…" luchaba denodadamente Katia "…por lo que más quieras…"

La sola idea de perder para siempre a su hermano aumentó en ese momento la distancia con el orgasmo contenido, aunque no podía ni siquiera controlar su respiración…

Jan suspiró largamente cuando soltó su rabo duro como una roca para ir en pos de su hermana, justo después de que sonara por segunda vez la Rueda del tiempo…

Jadeando, con la cara pringada de flujo y la polla chorreando cuajarones de excitación, Shellen se apartó con deportividad y le cedió a Jan el sitio entre las piernas de Katia. Pero cuando el muchacho trató de posicionarse a trompicones, la criatura lo apartó presionando su torso con firmeza.

Silencio.

Katia se quedó sola en la oscuridad.

"¿vendría Jan?"…se preguntó de pronto con incertidumbre. Había dado por hecho que sería así, pero se dio cuenta de que no tenía por qué serlo.

Se mordió el labio sin ser capaz de soportar la tensión. Había aguantado pensando en Jan pero…tenía muchas ganas de correrse…

No. No era que tuviera ganas. Necesitaba correrse. No sabía cuánto más podía aguantar, pero…si no tenía un orgasmo finalmente, explotaría…porque aquellos dos hombres no iban a dejarla tranquilizarse de ninguna manera…

Jadeó con sorpresa cuando sintió unas manos firmes que le obligaban a levantarse, y presionaban sus hombros para colocarla de rodillas frente al jergón.

"Quiero tu polla, Jan" pensó Katia. Pero amargamente, en lo que pensaba era en el inmenso rabo de Shellen, que había tenido en la mente desde que este se había despojado del taparrabos en la playa…Dios… ¿cómo sería sentirlo dentro?...quería sentirlo dentro…

--Hmmmm…

Las húmedas manos asieron su espalda…sabía que eran las manos de Jan…¿o le estaría engañando su mente?

El olor de ambos ya estaba tan mezclado que se confundía en su cerebro…

Fuera quien fuera quien estuviera con ella en aquel momento, le sintió desplazarse hasta quedar frente a su rostro. Escuchó crujir la madera del jergón mientras Jan (casi seguro se trataba de Jan…casi seguro…) se apoyaba levemente en él, agachándose , inclinándose sobre sus ojos vendados…

De pronto, una violenta erección le golpeo la cara.

Una polla dura con el capullo humedecido y esponjoso, lubricado por el deseo, se estrellaba una y otra vez con la tierna piel de sus mejillas…

Inmediatamente abrió la boca para recibirla, deseando sentir su sabor…

¿Sabéis una cosa, lectores? Katia amaba a Jan más que a nada en el mundo, en ese momento al menos, y…no obstante, deseo que fuera la polla de Shellen la que le follara la boca…

La enorme dureza penetró sin miramientos la boca de Katia, hasta la garganta de la pobre muchacha. Tuvo que contener la respiración y tragársela toda, abrazándola fuerte con los labios para retenerla dentro de sí. El engrosado miembro retrocedió y Katia sintió la mano de su dueño pajeándolo furiosamente a las puertas de su boca…sintió la contención, imaginó los músculos abdominales de aquel macho contrayéndose, quien quiera que fuese…

(Shellen)…

Esa imagen la excitó, y sacó la lengua buscando aquel glande para lamerlo con presteza.

Creyó escuchar un gemido agónico--¿Jan?...pero… ¿tenía su hermano la polla tan grande que casi no le había cabido en la boca…?—y sintió las fuertes caricias, redoblando el ritmo, chapoteando en aquella insalivada polla mientras su dueño se pajeaba contra su lengua extendida.

Oh, por dios. Qué cerda se sentía Katia. Cómo disfrutaba.

Lamió con dedicación aquella protuberancia suave, sin controlar los propios movimientos de su lengua…No…

No era Jan…

El olor, el sabor…

¡BUM!

Katia gimió con la boca llena de polla.

Tragó los pesados goterones de ámbar gris para poder respirar…reprimió el impulso de llevarse un dedo a la entrepierna para gozar a gusto con aquel rabazo…

Oh, Shellen,…era la polla de Shellen la que tenía dentro de la boca, la que había visto en la playa…

Sintió una presencia evidente a sus espaldas, muy cerca…

--Ahhhhhhh…--gritó con voz acuosa cuando de repente una polla dura se le clavó en el coño hasta las trancas, desde atrás.

Jan no había podido resistirlo más.

La sola imagen de su hermana arrodillada, con las manos aferradas a las piernas de Shellen por detrás de sus poderosas rodillas, la espalda arqueada ofreciéndole aquel coñito latente…

Esa visión…

La cara de gusto de su hermana al comerle la polla a aquel ser; el gesto de gusto de la criatura que mantenía los ojos en el techo, insinuando con su maciza cadera tímidos empujones dentro de la boca de Katia…Había sido superior a las normas, a sus fuerzas, a todo…

Con la polla dentro del coño de su hermana se sintió mucho mejor, aliviado. Comenzó a follarla con rapidez, casi con desesperación, ante la atónita mirada de Shellen, quien, con una palabra de prohibición congelada en la garganta, culeaba terriblemente cachondo…

Ya no era posible detenerse…

Katia gemía y ahogaba gritos con la boca totalmente taponada, empujando con sus caderas para clavarse más en la polla de su hermano…era…Oh…

--Mmmmhhhcrrreeerr…

Gritó algo inteligible mientras los dedos de Jan frotaban su hambriento clítoris, hasta llevarla al orgasmo…

 

Jan sintió inmediatamente las contracciones del coño de su hermana, profundas, que le arrastraban cada vez más adentro de su cuerpo, abrazando su miembro loco por vaciarse, devorándolo…

El vientre de Katia se contrajo y una garra invisible retorció su ombligo, su culo, su clítoris…estallando en un violento orgasmo que la surcó en eléctricas convulsiones, transportando la enorme ola de energía hasta las puntas de los dedos de sus manos y pies…

La violenta oleada la recorría una y otra vez, y Katia movió sus caderas sin control, sin pensar, en pos de ella, clavándose el placer y llenándose la boca, cerrando los labios en torno a aquel pollón que de pronto se derramó en un cálido torrente de cuajarones de leche dentro de su garganta, al tiempo que el espinazo de Shellen se retorcía en un tremendo espasmo.

La criatura aferró con ambas manos la cabeza de Katia mientras eyaculaba, los ojos desorbitados fijos en Jan que le destrozaba a su hermana el coño con ardor…

Oh, dios mío…

Jan cerró los ojos y sintió que había llegado a ese increíble punto de no retorno.

También él se vació en un brutal orgasmo, casi doloroso, deseando llegar al cuello del útero de su hermana, exprimir allí hasta la última gota de su leche…

No sabía si eso era lo correcto, o no, o daba lo mismo…pero no podía hacer nada…

Shellen murmuró una maldición entre jadeos, y miró a Jan con una mueca mezcla de odio y vicio terrible…

Inmerso en las violentas sacudidas de su orgasmo, Jan no captó aquella mirada, pero sí sintió de pronto cómo la pequeña estancia se llenaba de luz…

Qué bien se sentía. Qué placentero orgasmo que ya iba dando paso a la relajación…

Entrecerró los ojos y se sintió de pronto leve, ligero, como una brizna de hierba en el aire nocturno…

Había ganado el juego, se lo decía el corazón. Invadido por esta certeza inusitada, asió con decisión las caderas de Katia para no perderla…

Para estar siempre con ella…

Queridos lectores.

El desenlace de esta historia ya os lo imagináis, verdad? Queda pendiente un epílogo, que quizá resuelva algunas dudas, pero…

Aunque todavía no puedo decir "FIN", poco más le queda a esta historia.

Quiero agradeceros de todo corazón vuestra paciencia en la espera de las diferentes entregas, vuestros comentarios, vuestras valoraciones y sobre todo vuestro entusiasmo…

Sexcitator empezó siendo un pasatiempo y sin yo darme cuenta se ha convertido en una gran historia, al menos para mí; no por su calidad, que es cuestionable, sino por su extensión y lo que ha dado de sí.

Toda una experiencia para mí, que he disfrutado con vosotros a cada minuto.

Un abrazo muy, muy fuerte.

Os amo desde TR.




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